Atendamos simplemente a la sucesión de hechos que han conmocionado a los cubanos (al menos a aquellos que cuentan con toda la información) en los últimos años. Muertes de Orlando Zapata Tamayo y Wilmar Villar en huelga de hambre, muerte de Juan Wilfredo Soto tras recibir una paliza por parte de la policía, muerte de Laura Pollán a consecuencia de una dolencia poco clara y tras haber recibido un pinchazo en un acto de repudio. Todas las víctimas tienen en común su lucha por la libertad para Cuba, su anhelo por ver establecerse en su país un Estado de derecho acorde con los tiempos actuales, y todos tienen también en común muertes en circunstancias o bien políticas o bien muy confusas, sobre todo si recordamos los enigmas que todavía rodean el fallecimiento de la que fue líder de las Damas de Blanco, Laura Pollán.
Ahora de nuevo la actualidad en torno a Cuba se tiñe de luto y lo hace para despedir a la figura con más proyección internacional entre las filas opositoras, Oswaldo Payá. Después de los titulares, una vez el tema de la muerte del líder del Movimiento Cristiano Liberación (MCL) desaparezca de la primera línea informativa, Cuba se encontrará todavía más a oscuras de lo que ya está. Es obvio que la desaparición física de los principales líderes opositores –sea por azar, voluntad divina o ejecución de un macabro plan castrista- invita a la desesperanza, pero en lugar de desesperanza, podríamos ver en esta situación la posibilidad de que ello se convirtiera en un acicate para dotar de mayor audacia a los opositores que quedan, así como precipitar una regeneración.
La oposición interna precisará todavía más de la ayuda exterior, para proyectar la denuncia de todos los abusos y para conectar no solo con una comunidad de exiliados que conoce de sobra los atropellos que comete a diario el régimen, sino para mantener un nexo de unión con personas en otros países en los que la dictadura castrista tiene sus tentáculos para promoverse y denigrar a sus oponentes. Sin ir más lejos esta semana solo en Barcelona, tres o cuatro plazas públicas en localidades cercanas a esta ciudad acogerán celebraciones en torno al 26 de julio y en apoyo a la Revolución cubana. No hay rincón de España en el que no haya llegado el castrismo para venderse. En cambio, la voz de las víctimas del régimen apenas ha tenido oportunidad de expresarse porque la dictadura siempre llega antes. Si consiguieran una mayor proyección internacional podría aumentar el repudio global a un régimen que se vería paulatinamente más y más aislado. Y esto, probablemente, los abocaría a una mayor necesidad de cambios, y más fundamentales.
Cuba sigue siendo la isla no solo de los demócratas muertos físicamente, sino también muertos socialmente, ya que el régimen ha procurado su total ocultación, de forma que hoy pocos cuentan con un reconocimiento público, y además con la práctica imposibilidad de hacer circular sus propuestas entre un enorme público potencial, que es todo un país. ¿Se encuentra la oposición ahora en una encrucijada? Probablemente sí. Ello seguramente requiera de una mayor dosis de valor, energía y determinación. Pero lo importante es recordar que no hay que tirar la toalla, pues ello solo supondría continuar alejando todavía más esa isla, que flota en el mar Caribe, de las costas todavía lejanas de una democracia futura, en la que el respeto al individuo, sus creencias e ideología sea total.
Ahora de nuevo la actualidad en torno a Cuba se tiñe de luto y lo hace para despedir a la figura con más proyección internacional entre las filas opositoras, Oswaldo Payá. Después de los titulares, una vez el tema de la muerte del líder del Movimiento Cristiano Liberación (MCL) desaparezca de la primera línea informativa, Cuba se encontrará todavía más a oscuras de lo que ya está. Es obvio que la desaparición física de los principales líderes opositores –sea por azar, voluntad divina o ejecución de un macabro plan castrista- invita a la desesperanza, pero en lugar de desesperanza, podríamos ver en esta situación la posibilidad de que ello se convirtiera en un acicate para dotar de mayor audacia a los opositores que quedan, así como precipitar una regeneración.
La oposición interna precisará todavía más de la ayuda exterior, para proyectar la denuncia de todos los abusos y para conectar no solo con una comunidad de exiliados que conoce de sobra los atropellos que comete a diario el régimen, sino para mantener un nexo de unión con personas en otros países en los que la dictadura castrista tiene sus tentáculos para promoverse y denigrar a sus oponentes. Sin ir más lejos esta semana solo en Barcelona, tres o cuatro plazas públicas en localidades cercanas a esta ciudad acogerán celebraciones en torno al 26 de julio y en apoyo a la Revolución cubana. No hay rincón de España en el que no haya llegado el castrismo para venderse. En cambio, la voz de las víctimas del régimen apenas ha tenido oportunidad de expresarse porque la dictadura siempre llega antes. Si consiguieran una mayor proyección internacional podría aumentar el repudio global a un régimen que se vería paulatinamente más y más aislado. Y esto, probablemente, los abocaría a una mayor necesidad de cambios, y más fundamentales.
Cuba sigue siendo la isla no solo de los demócratas muertos físicamente, sino también muertos socialmente, ya que el régimen ha procurado su total ocultación, de forma que hoy pocos cuentan con un reconocimiento público, y además con la práctica imposibilidad de hacer circular sus propuestas entre un enorme público potencial, que es todo un país. ¿Se encuentra la oposición ahora en una encrucijada? Probablemente sí. Ello seguramente requiera de una mayor dosis de valor, energía y determinación. Pero lo importante es recordar que no hay que tirar la toalla, pues ello solo supondría continuar alejando todavía más esa isla, que flota en el mar Caribe, de las costas todavía lejanas de una democracia futura, en la que el respeto al individuo, sus creencias e ideología sea total.