El último editorial de Granma sobre las circunstancias de la muerte de Oswaldo Payá, más la nueva cápsula de propaganda emitida por la televisión cubana en torno a los mexicanos deportados por llegar al país con intenciones de activismo político, nos ofrecen renovadas pistas sobre la dolorosa desorientación que causa en el régimen el uso de las nuevas tecnologías como canal para expresar opiniones distintas o bien como vía para recibir y distribuir información no filtrada por ninguna autoridad que se haya otorgado artificialmente esa potestad.
Solo a una mente tecnológicamente perdida se le puede ocurrir presentar la introducción de teléfonos móviles y memorias portables USB a la Isla como un instrumento para desencadenar una intervención militar desde el exterior.
El elevado peligro que el régimen castrista ve en estos aparatitos muestra más bien el temor inmenso que sienten por la introducción y distribución de información que no está bajo su control ideológico. Resulta inquietante que, a estas alturas, la Revolución cubana no haya encontrado el momento para liberalizar la producción y distribución de información.
Internet permite hoy que las masas se autoorganicen, y eso sin la necesidad de que exista una autoridad política que dirija nada. Recientemente en Cataluña, al nordeste de España, se ha producido un incendio forestal que ha devastado una de las riquezas naturales de la zona. Los ciudadanos, a través de Internet y las redes de Twitter y Facebook, han conseguido la organización de una campaña de reforestación del área afectada por el incendio que va a permitir repoblar de nuevo el territorio damnificado. Es tan solo un ejemplo de lo que consigue la red cuando los ciudadanos tienen en sus manos herramientas que los ponen en relación de forma simultánea.
Al contrario de lo que opinan algunos, sobre todo aquellos que se ven de alguna manera u otra amenazados por Internet, la red no es más que un espacio que multiplica nuestra creatividad, nos hace más fuertes y nos ayuda a organizar acciones orientadas a un bien común. ¿Qué puede ser al mismo tiempo madriguera para malas intenciones? Por supuesto, entre estas malas intenciones estarían, por ejemplo, las del régimen cubano, dispuesto a usar la red para la distribución en exclusiva de información maquillada de cuanto acontece en Cuba. En este sentido es curioso como en la editorial del Granma sobre el accidente de Oswaldo Payá se hacen menciones a la red social Facebook como si se tratara de una plataforma única y exclusivamente para conspirar, urdir complots y organizar sangrientos magnicidios.
También resulta interesante ver como observan la página en Facebook Por el levantamiento popular en Cuba como un “proyecto” como si fuera el fruto de un diseño concienzudo para azuzar a las masas a lanzarse violentamente a las calles. Conozco muy de cerca “el proyecto” por lo que esas menciones intentando vincular esa página a una operación prediseñada no hacen más que contribuir a que me parta de la risa, lo cual agradezco mucho a los propagandistas del régimen.
Esa página fue fruto de la combinación de varios factores: la existencia de Facebook, Twitter y blogs, de cubanos en el mundo que por amar tanto a su país lo quieren ver libre de autoritarismos, la libertad en el uso de Internet y las ganas de expresar un sentimiento común, que hoy comparten miles de personas, cubanos y no cubanos en cuanto al futuro de la Isla. Cuando a la multitud se le dan herramientas libres, la inteligencia colectiva se pone en marcha para alcanzar objetivos anhelados, a veces incluso por delante de la acción de un gobierno. Y está claro que, en Cuba, los adalides del régimen no quieren, bajo ningún concepto, que la ciudadanía vaya por delante.
Solo a una mente tecnológicamente perdida se le puede ocurrir presentar la introducción de teléfonos móviles y memorias portables USB a la Isla como un instrumento para desencadenar una intervención militar desde el exterior.
El elevado peligro que el régimen castrista ve en estos aparatitos muestra más bien el temor inmenso que sienten por la introducción y distribución de información que no está bajo su control ideológico. Resulta inquietante que, a estas alturas, la Revolución cubana no haya encontrado el momento para liberalizar la producción y distribución de información.
Internet permite hoy que las masas se autoorganicen, y eso sin la necesidad de que exista una autoridad política que dirija nada. Recientemente en Cataluña, al nordeste de España, se ha producido un incendio forestal que ha devastado una de las riquezas naturales de la zona. Los ciudadanos, a través de Internet y las redes de Twitter y Facebook, han conseguido la organización de una campaña de reforestación del área afectada por el incendio que va a permitir repoblar de nuevo el territorio damnificado. Es tan solo un ejemplo de lo que consigue la red cuando los ciudadanos tienen en sus manos herramientas que los ponen en relación de forma simultánea.
Al contrario de lo que opinan algunos, sobre todo aquellos que se ven de alguna manera u otra amenazados por Internet, la red no es más que un espacio que multiplica nuestra creatividad, nos hace más fuertes y nos ayuda a organizar acciones orientadas a un bien común. ¿Qué puede ser al mismo tiempo madriguera para malas intenciones? Por supuesto, entre estas malas intenciones estarían, por ejemplo, las del régimen cubano, dispuesto a usar la red para la distribución en exclusiva de información maquillada de cuanto acontece en Cuba. En este sentido es curioso como en la editorial del Granma sobre el accidente de Oswaldo Payá se hacen menciones a la red social Facebook como si se tratara de una plataforma única y exclusivamente para conspirar, urdir complots y organizar sangrientos magnicidios.
También resulta interesante ver como observan la página en Facebook Por el levantamiento popular en Cuba como un “proyecto” como si fuera el fruto de un diseño concienzudo para azuzar a las masas a lanzarse violentamente a las calles. Conozco muy de cerca “el proyecto” por lo que esas menciones intentando vincular esa página a una operación prediseñada no hacen más que contribuir a que me parta de la risa, lo cual agradezco mucho a los propagandistas del régimen.
Esa página fue fruto de la combinación de varios factores: la existencia de Facebook, Twitter y blogs, de cubanos en el mundo que por amar tanto a su país lo quieren ver libre de autoritarismos, la libertad en el uso de Internet y las ganas de expresar un sentimiento común, que hoy comparten miles de personas, cubanos y no cubanos en cuanto al futuro de la Isla. Cuando a la multitud se le dan herramientas libres, la inteligencia colectiva se pone en marcha para alcanzar objetivos anhelados, a veces incluso por delante de la acción de un gobierno. Y está claro que, en Cuba, los adalides del régimen no quieren, bajo ningún concepto, que la ciudadanía vaya por delante.