Desde mucho antes que comiencen las clases, familias como el matrimonio Arzuaga ya rastreó por las tiendas en moneda dura de La Habana, en busca de un par de zapatos resistentes y cómodos que al menos durante cinco o seis meses soporten el ajetreo escolar de su hija de 8 años.
Encontrar el calzado apropiado fue casi una odisea. “O no había el número de nuestra hija, o los zapatos en venta no eran los que deseábamos”, cuenta la madre. Tuvieron que desembolsar 38 cuc en un par de colegiales negros de cuero sintético y unos tenis de corte alto para la educación física.
Al menos la familia Arzuaga se puede dar ese lujo. Tienen parientes al otro lado del Estrecho de la Florida que mensualmente les envían dólares. La mochila con ruedas estrenada el pasado curso fue comprada en un centro comercial de Hialeah. También de Miami son los calcetines blancos, los lápices, cuadernos, sacapuntas, gomas de borrar y otros enseres.
El salario promedio de un trabajador en Cuba es de 20 dólares mensuales. Por tanto, todos los que tienen amigos o parientes en la acera del frente, cuentan con la opción de conseguir artículos escolares, y sobre todo calzado.
El curso dura 10 meses, con dos semanas de receso. Cuando en el mes de septiembre se inicia, en las escuelas primarias a cada alumno el Estado le garantiza algunas libretas, un par de lápices, los libros de textos -muchos en mal estado- así como pinceles y acuarelas destinados a trabajos manuales y artísticos. Después, la familia es la encargada de comprar lo que el niño vaya necesitando. El material gratuito que da la escuela alcanza solo para los primeros meses.
Los útiles escolares vendidos en pesos son de mediocre calidad. En divisas, de mejor factura y durabilidad. Pero no basta con haber conseguido a tiempo el calzado y tener en casa suficientes libretas y lápices. Dos semanas antes del inicio del curso, los padres se reunieron y acordaron hacer una colecta en pesos convertibles para comprar dos ventiladores.
En las pequeñas y calurosas aulas de la escuela se necesitaban. Cada uno costó 24 cuc. También es frecuente que la directora de la escuela pida a los familiares que donen libros, hojas blancas, presillas y hasta detergente, para que las auxiliares de limpieza puedan baldear los baños.
La nueva ministra de Educación, Ena Elsa Vázquez, ha pasado circulares prohibiendo la compra de insumos por parte de las familias y también de cakes y refrescos en las actividades recreativas de la escuela. Como el Estado no resuelve el asunto de la ventilación en las aulas o la limpieza de los baños, de manera discreta, la directora o la maestra, en las reuniones de padres hacen una lista de cosas que necesitan.
Otro gran dolor de cabeza son las meriendas. Si los niños están seminternados, se les ofrece un almuerzo. Es tan malo que Reinier, cocinero de una escuela, suele vender a 40 pesos la tina de sancocho a criadores urbanos de cerdos.
Cuando al filo de las 8 de la mañana los niños salen hacia sus escuelas, parecen escaladores de montañas. Cargan con dos mochilas, una libretas y libros, y otra más pequeña, con un pan con queso, jamón, atún, mayonesa, mantequilla o aceite y ajo, según el bolsillo de sus padres, además de jugo o refresco. Una familia que recibe dólares, puede gastar de 40 a 45 cuc solo en meriendas en un mes.
La lista de problemas no termina ahí. Están los uniformes: todos los años las madres pasan un calvario para conseguirlos, luego de largas colas en los comercios donde los venden. Aunque es obligatorio el uso de uniformes en primaria, secundaria e institutos tecnológicos, no es lo más preocupante.
Lo que verdaderamente preocupa y es alarmante, es la baja calidad de la enseñanza en particular en el nivel primario, base de la formación de los futuros hombres y mujeres. La mayoría de los maestros son jóvenes e inexpertos. El sueldo no supera los 425 pesos (17 dólares) al mes y sin incentivos extras o una estimulación salarial en divisas, pocos quieren ser maestros.
Hace diez años, Fidel Castro, en una de sus alocadas campañas, ante la escasez de profesores de primaria y secundaria, preparó un contingente de maestros emergentes. En poco más de doce meses recibieron una acelarada preparación. Los uniformaron con una saya o pantalón azul y camisa o blusa a cuadros. La mayoría carece de vocación pedagógica. Se expresan mal y su cultura es elemental. No están aptos para educar. Pero ante la falta de maestros, es la única solución ofrecida por el Estado.
El bajón en la calidad de la educación primaria ha provocado que los padres se involucren más en el aprendizaje de sus hijos. Y se han visto obligados a abrir las billeteras. Para que mejoren la ortografía, lectura o aritmética, contratan a una 'repasadora'. Por 10 cuc mensuales, una maestra jubilada acoge en su casa a una docena de niños y les ayuda a consolidar los conocimientos.
Los cubanos están conscientes de la importancia del maestro en la sociedad. Si se hiciera un plebiscito sobre el salario de los profesores, por abrumadora mayoría la gente estaría de acuerdo en que deben ganar el doble o más.
Otra triste realidad es la falta de respeto hacia los maestros y de éstos hacia sus alumnos, llegando a casos extremos de violencia verbal y física, en ocasiones con padres involucrados. Ya en Cuba un maestro no es un profesional altamente valorado y respetado, como era antes de 1959. La revolución ha causado muchos destrozos en la isla, pero el mayor ha sido en el magisterio y la educación. Y duele, porque Cuba fue cuna de grandes pedagogos.
La figura del maestro como formador del ciudadano del futuro debe ser rescatada. Los maestros deben ser hombres y mujeres con aprendizajes sólidos, cultos, de buenos modales, que vistan correctamente. Graduados de verdaderas escuelas pedagógicas, con profesores serios y de experiencia. Recibir salarios no inferiores a los 1,200 pesos (48 dólares). Y en los dos meses de vacaciones escolares, el Ministerio de Educación les posibilite estancias de una o dos semanas en villas turísticas, a precios módicos.
Y es pedir poco. Los militares, policías y agentes de la Seguridad del Estado, ganan el doble que un maestro y pasan sus vacaciones en centros de recreación donde por una cerveza pagan dos pesos en moneda nacional.
Cuando en una sociedad un general o un represor tienen dádivas en alimentos y tiendas para adquirir toda clase de pacotilla a precios de risa, algo no funciona bien. Es lo que hoy acontece en Cuba.
Encontrar el calzado apropiado fue casi una odisea. “O no había el número de nuestra hija, o los zapatos en venta no eran los que deseábamos”, cuenta la madre. Tuvieron que desembolsar 38 cuc en un par de colegiales negros de cuero sintético y unos tenis de corte alto para la educación física.
Al menos la familia Arzuaga se puede dar ese lujo. Tienen parientes al otro lado del Estrecho de la Florida que mensualmente les envían dólares. La mochila con ruedas estrenada el pasado curso fue comprada en un centro comercial de Hialeah. También de Miami son los calcetines blancos, los lápices, cuadernos, sacapuntas, gomas de borrar y otros enseres.
El salario promedio de un trabajador en Cuba es de 20 dólares mensuales. Por tanto, todos los que tienen amigos o parientes en la acera del frente, cuentan con la opción de conseguir artículos escolares, y sobre todo calzado.
El curso dura 10 meses, con dos semanas de receso. Cuando en el mes de septiembre se inicia, en las escuelas primarias a cada alumno el Estado le garantiza algunas libretas, un par de lápices, los libros de textos -muchos en mal estado- así como pinceles y acuarelas destinados a trabajos manuales y artísticos. Después, la familia es la encargada de comprar lo que el niño vaya necesitando. El material gratuito que da la escuela alcanza solo para los primeros meses.
Los útiles escolares vendidos en pesos son de mediocre calidad. En divisas, de mejor factura y durabilidad. Pero no basta con haber conseguido a tiempo el calzado y tener en casa suficientes libretas y lápices. Dos semanas antes del inicio del curso, los padres se reunieron y acordaron hacer una colecta en pesos convertibles para comprar dos ventiladores.
En las pequeñas y calurosas aulas de la escuela se necesitaban. Cada uno costó 24 cuc. También es frecuente que la directora de la escuela pida a los familiares que donen libros, hojas blancas, presillas y hasta detergente, para que las auxiliares de limpieza puedan baldear los baños.
La nueva ministra de Educación, Ena Elsa Vázquez, ha pasado circulares prohibiendo la compra de insumos por parte de las familias y también de cakes y refrescos en las actividades recreativas de la escuela. Como el Estado no resuelve el asunto de la ventilación en las aulas o la limpieza de los baños, de manera discreta, la directora o la maestra, en las reuniones de padres hacen una lista de cosas que necesitan.
Otro gran dolor de cabeza son las meriendas. Si los niños están seminternados, se les ofrece un almuerzo. Es tan malo que Reinier, cocinero de una escuela, suele vender a 40 pesos la tina de sancocho a criadores urbanos de cerdos.
Cuando al filo de las 8 de la mañana los niños salen hacia sus escuelas, parecen escaladores de montañas. Cargan con dos mochilas, una libretas y libros, y otra más pequeña, con un pan con queso, jamón, atún, mayonesa, mantequilla o aceite y ajo, según el bolsillo de sus padres, además de jugo o refresco. Una familia que recibe dólares, puede gastar de 40 a 45 cuc solo en meriendas en un mes.
La lista de problemas no termina ahí. Están los uniformes: todos los años las madres pasan un calvario para conseguirlos, luego de largas colas en los comercios donde los venden. Aunque es obligatorio el uso de uniformes en primaria, secundaria e institutos tecnológicos, no es lo más preocupante.
Lo que verdaderamente preocupa y es alarmante, es la baja calidad de la enseñanza en particular en el nivel primario, base de la formación de los futuros hombres y mujeres. La mayoría de los maestros son jóvenes e inexpertos. El sueldo no supera los 425 pesos (17 dólares) al mes y sin incentivos extras o una estimulación salarial en divisas, pocos quieren ser maestros.
Hace diez años, Fidel Castro, en una de sus alocadas campañas, ante la escasez de profesores de primaria y secundaria, preparó un contingente de maestros emergentes. En poco más de doce meses recibieron una acelarada preparación. Los uniformaron con una saya o pantalón azul y camisa o blusa a cuadros. La mayoría carece de vocación pedagógica. Se expresan mal y su cultura es elemental. No están aptos para educar. Pero ante la falta de maestros, es la única solución ofrecida por el Estado.
El bajón en la calidad de la educación primaria ha provocado que los padres se involucren más en el aprendizaje de sus hijos. Y se han visto obligados a abrir las billeteras. Para que mejoren la ortografía, lectura o aritmética, contratan a una 'repasadora'. Por 10 cuc mensuales, una maestra jubilada acoge en su casa a una docena de niños y les ayuda a consolidar los conocimientos.
Los cubanos están conscientes de la importancia del maestro en la sociedad. Si se hiciera un plebiscito sobre el salario de los profesores, por abrumadora mayoría la gente estaría de acuerdo en que deben ganar el doble o más.
Otra triste realidad es la falta de respeto hacia los maestros y de éstos hacia sus alumnos, llegando a casos extremos de violencia verbal y física, en ocasiones con padres involucrados. Ya en Cuba un maestro no es un profesional altamente valorado y respetado, como era antes de 1959. La revolución ha causado muchos destrozos en la isla, pero el mayor ha sido en el magisterio y la educación. Y duele, porque Cuba fue cuna de grandes pedagogos.
La figura del maestro como formador del ciudadano del futuro debe ser rescatada. Los maestros deben ser hombres y mujeres con aprendizajes sólidos, cultos, de buenos modales, que vistan correctamente. Graduados de verdaderas escuelas pedagógicas, con profesores serios y de experiencia. Recibir salarios no inferiores a los 1,200 pesos (48 dólares). Y en los dos meses de vacaciones escolares, el Ministerio de Educación les posibilite estancias de una o dos semanas en villas turísticas, a precios módicos.
Y es pedir poco. Los militares, policías y agentes de la Seguridad del Estado, ganan el doble que un maestro y pasan sus vacaciones en centros de recreación donde por una cerveza pagan dos pesos en moneda nacional.
Cuando en una sociedad un general o un represor tienen dádivas en alimentos y tiendas para adquirir toda clase de pacotilla a precios de risa, algo no funciona bien. Es lo que hoy acontece en Cuba.