Acabo de empezar la lectura del libro Siempre nos quedará Madrid del escritor cubano exiliado en Nueva York Enrique del Risco. Es una lectura recomendable no solo para cubanos, sino también para aquellos que no lo somos y que no vivimos el castrismo de forma directa, aunque nos interesamos por cómo ha sido la vida en la Isla de los Castro.
Del Risco narra su azarosa salida del país y su llegada a Madrid haciendo referencia al mito platónico de la caverna. Un ejercicio interesante para aquellos que hicimos el camino inverso, los que conocimos Cuba visitándola temporalmente, echando un vistazo en el interior de esa caverna viniendo de fuera y dándonos cuenta de lo valioso que es todo aquello que tenemos los que vivimos fuera de ella, fundamentalmente la libertad.
Cuando puse los pies en Cuba sentí la sensación de asfixia, no solo por el calor apabullante, ese indio que hendía mi tez blanca con tendencia al enrojecimiento y poco habituada a esa brusca intensidad solar, sino también por aquel entorno en el que no se podía preguntar, no se podía hablar, no se podía levantar la voz, no se podía mirar de más, ni inquirir a un estamento oficial por datos concretos, ni plantear preguntas incómodas a una autoridad, ni por supuesto sacar como periodista un bloc de notas para empezar a entrevistar a los transeúntes en el medio de la calle.
Sea como sea siempre me pregunté cómo puede un ser humano vivir en ese entorno tan claustrofóbico y cómo puede empezar a rebelarse contra el mismo. El libro de Del Risco me ofrece ahora respuestas a esos interrogantes. De todas maneras, en esa Cuba, que expulsa, encarcela, apalea o mata a los inconformes, existe un grupo selecto que está dispuesto a seguir defendiendo los supuestos beneficios de vivir en un país que casi por ley rechaza la necesidad de respetar los derechos humanos.
La blogosfera cubana oficial está encaminada a continuar su defensa del papel del castrismo como columna vertebral de la política cubana y, en consecuencia, todo elemento opositor debe ser expulsado. Cuba sigue entonces siendo uno de los escasos países del mundo en el que sus mandos en el poder no pueden ser criticados ni en lo más mínimo. Castro, como Franco, llegó al trono por la gracia de Dios, así que como elemento sagrado, permanecerá intocable.
Por eso en Cuba, las demandas del “pueblo” son, en realidad, las reivindicaciones de la “curia” castrista. Así pues se malbarata papel de periódico para pedir el fin de varias acciones agresivas “contra Cuba”, pero la prensa insular jamás cuestionará en portada las acciones agresivas que la élite comete contra el pueblo, aquellas que merman y corroen no solamente su calidad de vida, sino también las que roban su derecho a sentirse y ser libres, a decidir por sí mismos su propio futuro.
Cuba ensaya una especie de apertura en la blogosfera oficial, pero es tan solo un conjunto de ejercicios controlados que quedan muy lejos de convertir el país en un espacio en el que las diferencias ideológicas puedan permitirse el lujo de convivir y batirse en elecciones libres. En un artículo reciente publicado por el portal español procastrista Cubainformación, el bloguero oficialista Harold Cárdenas insistía de nuevo en convertir la blogosfera en un espacio exclusivo para los defensores del régimen de La Habana. Cárdenas es de los que aboga por continuar pintando la caverna como el mejor de los sitios posibles, de manera que a nadie se le ocurra mirar hacia el exterior en busca de otros modelos de organización, ni que llegue a pensar que en esa caverna puede imperar un orden respetuoso con los derechos fundamentales. Acusa a los blogueros opositores por su juventud y además dice que no tienen proyecto político ni ideas sólidas. Como si la Declaración de los Derechos Humanos y sus principios no fueran suficientemente consistentes. Le diría a Harold que primero habría que empezar por ahí, asumiendo que en el tablero deberían caber todos siempre que se esté dispuesto a reconocer el derecho del opositor a ganar la partida. Y por supuesto no todo el mundo tiene que tener un proyecto político debajo del brazo para expresar lo que opina, simplemente tiene que tener el derecho a hacerlo, como simple ciudadano.
Lamentablemente, los blogueros oficiales de hoy siguen empecinados en mantenerse en la caverna. No contemplan ni un solo minuto la posibilidad de que la blogosfera y las redes sociales se viren contra el poder establecido o la forma de hacer política en Cuba. Se rebelan contra lo imposible. Deben reconocer que el sistema cubano actual es incompatible con la libertad de información y expresión y es por eso que cuando todos los moradores de la caverna puedan asomarse al exterior probablemente entonces, furiosos por los años de engaño, empiecen a virarse todos con sus teclados contra los Castro. Ese es el futuro que les espera.
Del Risco narra su azarosa salida del país y su llegada a Madrid haciendo referencia al mito platónico de la caverna. Un ejercicio interesante para aquellos que hicimos el camino inverso, los que conocimos Cuba visitándola temporalmente, echando un vistazo en el interior de esa caverna viniendo de fuera y dándonos cuenta de lo valioso que es todo aquello que tenemos los que vivimos fuera de ella, fundamentalmente la libertad.
Cuando puse los pies en Cuba sentí la sensación de asfixia, no solo por el calor apabullante, ese indio que hendía mi tez blanca con tendencia al enrojecimiento y poco habituada a esa brusca intensidad solar, sino también por aquel entorno en el que no se podía preguntar, no se podía hablar, no se podía levantar la voz, no se podía mirar de más, ni inquirir a un estamento oficial por datos concretos, ni plantear preguntas incómodas a una autoridad, ni por supuesto sacar como periodista un bloc de notas para empezar a entrevistar a los transeúntes en el medio de la calle.
Sea como sea siempre me pregunté cómo puede un ser humano vivir en ese entorno tan claustrofóbico y cómo puede empezar a rebelarse contra el mismo. El libro de Del Risco me ofrece ahora respuestas a esos interrogantes. De todas maneras, en esa Cuba, que expulsa, encarcela, apalea o mata a los inconformes, existe un grupo selecto que está dispuesto a seguir defendiendo los supuestos beneficios de vivir en un país que casi por ley rechaza la necesidad de respetar los derechos humanos.
La blogosfera cubana oficial está encaminada a continuar su defensa del papel del castrismo como columna vertebral de la política cubana y, en consecuencia, todo elemento opositor debe ser expulsado. Cuba sigue entonces siendo uno de los escasos países del mundo en el que sus mandos en el poder no pueden ser criticados ni en lo más mínimo. Castro, como Franco, llegó al trono por la gracia de Dios, así que como elemento sagrado, permanecerá intocable.
Por eso en Cuba, las demandas del “pueblo” son, en realidad, las reivindicaciones de la “curia” castrista. Así pues se malbarata papel de periódico para pedir el fin de varias acciones agresivas “contra Cuba”, pero la prensa insular jamás cuestionará en portada las acciones agresivas que la élite comete contra el pueblo, aquellas que merman y corroen no solamente su calidad de vida, sino también las que roban su derecho a sentirse y ser libres, a decidir por sí mismos su propio futuro.
Cuba ensaya una especie de apertura en la blogosfera oficial, pero es tan solo un conjunto de ejercicios controlados que quedan muy lejos de convertir el país en un espacio en el que las diferencias ideológicas puedan permitirse el lujo de convivir y batirse en elecciones libres. En un artículo reciente publicado por el portal español procastrista Cubainformación, el bloguero oficialista Harold Cárdenas insistía de nuevo en convertir la blogosfera en un espacio exclusivo para los defensores del régimen de La Habana. Cárdenas es de los que aboga por continuar pintando la caverna como el mejor de los sitios posibles, de manera que a nadie se le ocurra mirar hacia el exterior en busca de otros modelos de organización, ni que llegue a pensar que en esa caverna puede imperar un orden respetuoso con los derechos fundamentales. Acusa a los blogueros opositores por su juventud y además dice que no tienen proyecto político ni ideas sólidas. Como si la Declaración de los Derechos Humanos y sus principios no fueran suficientemente consistentes. Le diría a Harold que primero habría que empezar por ahí, asumiendo que en el tablero deberían caber todos siempre que se esté dispuesto a reconocer el derecho del opositor a ganar la partida. Y por supuesto no todo el mundo tiene que tener un proyecto político debajo del brazo para expresar lo que opina, simplemente tiene que tener el derecho a hacerlo, como simple ciudadano.
Lamentablemente, los blogueros oficiales de hoy siguen empecinados en mantenerse en la caverna. No contemplan ni un solo minuto la posibilidad de que la blogosfera y las redes sociales se viren contra el poder establecido o la forma de hacer política en Cuba. Se rebelan contra lo imposible. Deben reconocer que el sistema cubano actual es incompatible con la libertad de información y expresión y es por eso que cuando todos los moradores de la caverna puedan asomarse al exterior probablemente entonces, furiosos por los años de engaño, empiecen a virarse todos con sus teclados contra los Castro. Ese es el futuro que les espera.
