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La vejez y el déficit fiscal cubano


El envejecimiento de la población agotó la poca sustentabilidad financiera del sistema de pensiones, su fondo es completamente insuficiente para poder sufragar el período de retiro de un jubilado.

Es en extremo preocupante que nuestra isla sea uno de los países que tiene la población más envejecida del planeta. El fenómeno particular cubano se debe a razones harto conocidas, la emigración aumentó al tiempo que decreció las tasa de natalidad y el crecimiento poblacional.

Como lo urgente casi nunca deja tiempo para lo importante; no es difícil entender que por políticas irresponsables o, cuando menos, desatinadas, aumentaron los costos de las pensiones y se originó el aumento imparable del déficit fiscal cubano.

Muchos dirán que lo conveniente es cambiar de sistema social; pero eso en mi opinión depende de la decisión popular. El hecho es que la población envejeció y, en lo que a temas laborales respecta, en Cuba desapareció el concepto de “tercera edad”.

Para los ancianos, retirarse es un anhelo; como es una ficción que un joven de 20 años, de los tantísimos que hoy se encuentran desempleados, pueda llegar a trabajar el tiempo reglamentario para lograr una jubilación. Tendrían que trabajar algo más que su vida entera para poder cobrar pensión. Por supuesto, los huérfanos y discapacitados son, punto y aparte, que por diferente no deja de ser peor.

El envejecimiento de la población agotó la poca sustentabilidad financiera del sistema de pensiones, su fondo es completamente insuficiente para poder sufragar el período de retiro de un jubilado.

Por ello, más que necesario, se hace imperioso reformar ese sistema, aumentar los ingresos, extender la cobertura y asegurar la sustentabilidad de un futuro muy cercano.

Olvidarnos por un rato del pasado y mirar hacia un horizonte común, abandonar ese ridículo antagonismo que trae la lucha por el poder, y auxiliar a los jóvenes de hoy, para que no sean los desamparados del mañana.

En el año 2005 el gobierno revolucionario ordenó aumentar las retribuciones, incluso promulgó nuevas leyes al respecto; pero la continua desvalorización del peso cubano hizo menguar proporcionalmente el valor real del monto del dinero que recibe un pensionado. De manera que hoy, recibiendo más, ganan muchísimo menos.

En las circunstancias actuales, para ofrecer cierto estatus a la población que labora, el gobierno tendría que aumentar la cotización que pagan los trabajadores y, a la vez, aumentar la edad de retiro hasta los 200 años. Un disparate mayúsculo. Las medidas continúan siendo notoriamente insuficientes y engañosas.

Conocemos bien que, la dirección del país inicio su llamada "actualización del modelo socialista" quitandose un estorbo; eliminando puestos de trabajo estatales y despidiendo a funcionarios que sin vocación, no tuvieron más opción que refugiarse en un naciente sector privado sin cobertura del sistema de pensiones. Oficinistas se hicieron campesinos; y burócratas, vendedores de fritas. Pero estos trabajadores, como cualquier otro cubano, desconfían de los bancos y continúan justo en el limbo del abandono.

No quiero rasgar el problema sin ofrecer mi apreciación; creo que, para los trabajadores estatales, sería eficaz reajustar el subsidio acorde con la eficiencia personal, no con la edad; una especie de sostenibilidad laboral que contribuya al útil aprovechamiento del individuo y revalore la autoestima de quienes puedan sentirse valiosos. Por otro lado, apremia modificar la ley de inversión extranjera de manera que pueda brindar atractivos incentivos como excepciones de impuestos por un período determinado a las empresas foráneas que organicen planes de jubilación confiables para esos muchos trabajadores que reciben ingresos mensuales y que, por cuestiones de semántica, en lugar de llamarse empresarios les dicen cuentapropistas.
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    Juan Juan Almeida

    Licenciado en Ciencias Penales. Analista, escritor. Fue premiado en un concurso de cuentos cortos en Argentina. En el año 2009 publica “Memorias de un guerrillero desconocido cubano”, novela testimonio donde satiriza  la decadencia de la élite del poder en Cuba.

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