El sistema de medios de comunicación establecido en la China comunista resulta, a pesar de la censura y el control que hay, más interesante y plural que el que se mantiene en la isla de Cuba.
A pesar de la proximidad ideológica de los dos gobiernos, las alianzas estratégicas entre ellos y el hecho de ser de la misma familia política, el gobierno cubano no ha liberalizado en lo más mínimo la producción informativa, de manera que mantiene el control absoluto de la imprenta, contando además que el principal periódico de la Isla es precisamente el “órgano” de comunicación del único partido político permitido en el país. Por esto mismo, el apelativo de “periódico” le va demasiado grande a Granma. Sería más preciso referirse al opúsculo como “boletín”, es decir, la “newsletter” del PCC, que tiene como misión difundir la información de interés de un partido y sus militantes, pero nunca cumplir la función de hablar de los intereses generales de una sociedad, que por supuesto van mucho más allá de los de un solo partido y sus fieles seguidores.
En la China comunista los medios de comunicación, que también operan bajo un absoluto control gubernamental, podríamos decir que cuentan con un espacio de mayor libertad para trabajar si aceptamos la variedad y abundancia de medios. Lo hacen con criterios que se rigen a veces por cierta competencia con otros medios, y los periodistas parecen estar más dispuestos a defender la misión de su trabajo. Al menos eso es lo que aparentemente ocurrió recientemente con la protesta pública de periodistas de un semanario económico chino, plantados ante la censura de un texto editorial de la publicación para la que trabajan.
Los empleados del semanario llegaron incluso a concentrarse frente a la sede de la publicación al declararse en huelga, lo que el PCC rápidamente abortó, prohibiéndolo. De todas formas, ahí queda ese capítulo de contestación pública y desacuerdo de los profesionales de la prensa. Esa es la única opción que le queda al periodista en un entorno de totalitarismo, a no ser que decida ejercer de perro guardián de la finca de los déspotas.
Recientemente tuve la oportunidad de escuchar en Barcelona al periodista español Daniel Méndez, especialista en asuntos asiáticos que trabaja en Pequín para la televisión nacional del régimen chino, la CCTV en español. Entre las impresiones de Méndez sobre el periodismo en China es que una gran parte de los periodistas consideran que la censura es buena y necesaria porque sin ella el país, el sistema, explotaría. Realmente resulta interesante comprobar cómo en determinados países, algunos regímenes han logrado inocular esas creencias entre sus ciudadanos, de manera que estas mismas creencias protegen sus cotos de poder y además les protegen de sus propios ciudadanos. Sería interesante cuál es la opinión sobre este asunto entre los cubanos de la Isla, probablemente muchas personas en la Isla habrán llegado a esas mismas conclusiones sobre el control de la información, la necesidad de que una sola voz sea la que se encargue de informar a un pueblo que no tiene derecho a más, ni al contraste de esa misma información que le es servida, ni tan sólo tiene derecho al cuestionamiento.
Todo esto me hizo pensar en algo que me pasó en una ocasión. Una vez seguía el debate del Estado de la nación por Televisión Española y a mi lado había un cubano de la Isla que visitaba a una amiga mía en Europa.
Mi sorpresa fue escuchar al hombre cuando empezó a comentar el espectáculo televisivo, esa animada discusión entre el entonces presidente José Luis Rodríguez Zapatero y su oponente, Mariano Rajoy. Ese cubano se preguntaba, ante las críticas televisadas de Rajoy al presidente socialista por qué razón no “dejaban tranquilo a Zapatero”. Así de interiorizadas tienen algunas personas esas ideas perniciosas de las que el poderoso luego se sirve, sobre todo en entornos donde hay una total falta de libertad. Ante cualquier cambio es obvio que estas ideas tendrán que removerse, porque si permanecen en el ADN de una sociedad estamos apañados.
Urge así el fortalecimiento de un sistema de medios alternativos, a la contra de los intereses del “gobierno”.
A pesar de la proximidad ideológica de los dos gobiernos, las alianzas estratégicas entre ellos y el hecho de ser de la misma familia política, el gobierno cubano no ha liberalizado en lo más mínimo la producción informativa, de manera que mantiene el control absoluto de la imprenta, contando además que el principal periódico de la Isla es precisamente el “órgano” de comunicación del único partido político permitido en el país. Por esto mismo, el apelativo de “periódico” le va demasiado grande a Granma. Sería más preciso referirse al opúsculo como “boletín”, es decir, la “newsletter” del PCC, que tiene como misión difundir la información de interés de un partido y sus militantes, pero nunca cumplir la función de hablar de los intereses generales de una sociedad, que por supuesto van mucho más allá de los de un solo partido y sus fieles seguidores.
En la China comunista los medios de comunicación, que también operan bajo un absoluto control gubernamental, podríamos decir que cuentan con un espacio de mayor libertad para trabajar si aceptamos la variedad y abundancia de medios. Lo hacen con criterios que se rigen a veces por cierta competencia con otros medios, y los periodistas parecen estar más dispuestos a defender la misión de su trabajo. Al menos eso es lo que aparentemente ocurrió recientemente con la protesta pública de periodistas de un semanario económico chino, plantados ante la censura de un texto editorial de la publicación para la que trabajan.
Los empleados del semanario llegaron incluso a concentrarse frente a la sede de la publicación al declararse en huelga, lo que el PCC rápidamente abortó, prohibiéndolo. De todas formas, ahí queda ese capítulo de contestación pública y desacuerdo de los profesionales de la prensa. Esa es la única opción que le queda al periodista en un entorno de totalitarismo, a no ser que decida ejercer de perro guardián de la finca de los déspotas.
Recientemente tuve la oportunidad de escuchar en Barcelona al periodista español Daniel Méndez, especialista en asuntos asiáticos que trabaja en Pequín para la televisión nacional del régimen chino, la CCTV en español. Entre las impresiones de Méndez sobre el periodismo en China es que una gran parte de los periodistas consideran que la censura es buena y necesaria porque sin ella el país, el sistema, explotaría. Realmente resulta interesante comprobar cómo en determinados países, algunos regímenes han logrado inocular esas creencias entre sus ciudadanos, de manera que estas mismas creencias protegen sus cotos de poder y además les protegen de sus propios ciudadanos. Sería interesante cuál es la opinión sobre este asunto entre los cubanos de la Isla, probablemente muchas personas en la Isla habrán llegado a esas mismas conclusiones sobre el control de la información, la necesidad de que una sola voz sea la que se encargue de informar a un pueblo que no tiene derecho a más, ni al contraste de esa misma información que le es servida, ni tan sólo tiene derecho al cuestionamiento.
Todo esto me hizo pensar en algo que me pasó en una ocasión. Una vez seguía el debate del Estado de la nación por Televisión Española y a mi lado había un cubano de la Isla que visitaba a una amiga mía en Europa.
Mi sorpresa fue escuchar al hombre cuando empezó a comentar el espectáculo televisivo, esa animada discusión entre el entonces presidente José Luis Rodríguez Zapatero y su oponente, Mariano Rajoy. Ese cubano se preguntaba, ante las críticas televisadas de Rajoy al presidente socialista por qué razón no “dejaban tranquilo a Zapatero”. Así de interiorizadas tienen algunas personas esas ideas perniciosas de las que el poderoso luego se sirve, sobre todo en entornos donde hay una total falta de libertad. Ante cualquier cambio es obvio que estas ideas tendrán que removerse, porque si permanecen en el ADN de una sociedad estamos apañados.
Urge así el fortalecimiento de un sistema de medios alternativos, a la contra de los intereses del “gobierno”.