Esa generación de políticos españoles anclados en el pasado y en sus marchitos referentes vuelve a comprometer nuestras instituciones poniéndolas al servicio del caduco gobierno de La Habana. Hasta que no les llegue su otoño los tendremos ocupando puestos y cargos desde los que van a gastar el dinero de todos para financiar sus fábulas ideológicas que, en este caso, consisten en seguir echándole flores a los cerdos, o sea, a la que creíamos ser la última dictadura de América Latina, Cuba (por lo visto Venezuela y otros, dado el ruido que llega desde el otro lado del Atlántico, serían dictaduras en vías de desarrollo).
Si yo fuera ciudadano andaluz estaría más que molesto con las alucinógenas declaraciones que el vicepresidente de la Junta de Andalucía (gobierno regional), Diego Valderas, ha hecho recientemente en un encuentro de solidaridad con Cuba en España. La solidaridad con Cuba, cuando de España se trata, hay que cogerla con pinzas y analizarla un poco de cerca, dado que rápidamente se revela como lo que realmente es: de facto la solidaridad y el compadreo bochornoso con el régimen de la familia Castro, la gerontocracia y la parafernalia de esa Revolución cubana impostora.
El señor Valderas, a tenor de las declaraciones reproducidas en sitios prorégimen en España, casi llegó a ese estadio que podríamos describir como la tercera fase del delirium trémens, caracterizada por el arribo a un estado de confusión, acompañado de ilusiones extrañas y alucinaciones muy perturbadoras. Leyendo lo que dijo Valderas se comprende que el hombre está confundido y atrapado en un tremendo lío, el mismo en el que muchos andan lamentablemente perdidos en este país, pues parecería, por sus palabras, que el gobierno de los Castro y sus políticas son de lo más progresista que ha habido y hay en el mundo mundial. ¡Mezclar Castro y progreso, menudo mejunje!
Existe esta terrible confusión entre algunos hinchas españoles de los Castro. Y el enredo, obviamente, resulta difícil de desenredar. Hay que explicarles que por mucha educación y sanidad gratis que vendan, las de Castro no son formas, que no se puede confundir esa eterna elocución castrista -en la que todo parece estar dirigido en beneficio de los más desfavorecidos- con la pura realidad, mucho más penosa y desagradable, y no precisamente por culpa del embargo, porque del pisoteo de las libertades individuales no se encarga Estados Unidos, sino el gobierno reinante en esa Isla, estragada tras 54 años de comunismo autoritario petrificado encima.
Pero volviendo al tema de la Junta de Andalucía. Este gobierno regional, a través de su vicepresidente, se ha comprometido a seguir ayudando al gobierno de La Habana y para ello no va a dudar a destinar fondos de cooperación a financiar lo que los Castro manden. La transparencia de estas ayudas por supuesto es dudosa, ya que no iremos a buscar claridad en uno de los rincones más oscuros del mundo, Cuba. El de Andalucía no es el único gobierno que se compromete con La Habana. Hay ayuntamientos del área de Barcelona que, como ayuda humanitaria para la Isla, envían carros y piezas de automoción de desguaces municipales. Me gustaría saber cuánta humanidad hay en el reparto de esas piezas una vez llegan a Cuba. Algún bolsillo en La Habana saldrá agraciado.
Estos hinchas del castrismo están lejos de aceptar la realidad y el engaño que han ayudado a petrificar durante años. Y reconocer el error y que se está equivocado no es precisamente una virtud española. De todas formas, no hay que cansarse en denunciarlos. Es inaceptable que el dinero de todos y las instituciones que nos representan acudan a pagar ciertas aventuras totalitarias. Todo sea por la causa.
Si yo fuera ciudadano andaluz estaría más que molesto con las alucinógenas declaraciones que el vicepresidente de la Junta de Andalucía (gobierno regional), Diego Valderas, ha hecho recientemente en un encuentro de solidaridad con Cuba en España. La solidaridad con Cuba, cuando de España se trata, hay que cogerla con pinzas y analizarla un poco de cerca, dado que rápidamente se revela como lo que realmente es: de facto la solidaridad y el compadreo bochornoso con el régimen de la familia Castro, la gerontocracia y la parafernalia de esa Revolución cubana impostora.
El señor Valderas, a tenor de las declaraciones reproducidas en sitios prorégimen en España, casi llegó a ese estadio que podríamos describir como la tercera fase del delirium trémens, caracterizada por el arribo a un estado de confusión, acompañado de ilusiones extrañas y alucinaciones muy perturbadoras. Leyendo lo que dijo Valderas se comprende que el hombre está confundido y atrapado en un tremendo lío, el mismo en el que muchos andan lamentablemente perdidos en este país, pues parecería, por sus palabras, que el gobierno de los Castro y sus políticas son de lo más progresista que ha habido y hay en el mundo mundial. ¡Mezclar Castro y progreso, menudo mejunje!
Existe esta terrible confusión entre algunos hinchas españoles de los Castro. Y el enredo, obviamente, resulta difícil de desenredar. Hay que explicarles que por mucha educación y sanidad gratis que vendan, las de Castro no son formas, que no se puede confundir esa eterna elocución castrista -en la que todo parece estar dirigido en beneficio de los más desfavorecidos- con la pura realidad, mucho más penosa y desagradable, y no precisamente por culpa del embargo, porque del pisoteo de las libertades individuales no se encarga Estados Unidos, sino el gobierno reinante en esa Isla, estragada tras 54 años de comunismo autoritario petrificado encima.
Pero volviendo al tema de la Junta de Andalucía. Este gobierno regional, a través de su vicepresidente, se ha comprometido a seguir ayudando al gobierno de La Habana y para ello no va a dudar a destinar fondos de cooperación a financiar lo que los Castro manden. La transparencia de estas ayudas por supuesto es dudosa, ya que no iremos a buscar claridad en uno de los rincones más oscuros del mundo, Cuba. El de Andalucía no es el único gobierno que se compromete con La Habana. Hay ayuntamientos del área de Barcelona que, como ayuda humanitaria para la Isla, envían carros y piezas de automoción de desguaces municipales. Me gustaría saber cuánta humanidad hay en el reparto de esas piezas una vez llegan a Cuba. Algún bolsillo en La Habana saldrá agraciado.
Estos hinchas del castrismo están lejos de aceptar la realidad y el engaño que han ayudado a petrificar durante años. Y reconocer el error y que se está equivocado no es precisamente una virtud española. De todas formas, no hay que cansarse en denunciarlos. Es inaceptable que el dinero de todos y las instituciones que nos representan acudan a pagar ciertas aventuras totalitarias. Todo sea por la causa.