El paso por Vilnius, capital de Lituania, uno de los países bálticos que estuvo bajo el amparo de la URSS y que hoy pertenece a la Unión Europea, incluye una visita obligada al museo de las víctimas del genocidio que se encuentra en la antigua sede de la policía política bajo dominio soviético, el KGB. La realidad es que muchas personas relacionan la palabra genocidio con las atrocidades cometidas por los nazis alemanes en el exterminio de judíos pero en este museo, principalmente, se exponen, en cambio, los pormenores que prueban el terror comunista, sus métodos de persecución y de eliminación de la disidencia en nombre del triunfo de una ideología y un sistema de organización social impuesto a la fuerza. Según de qué país venga el visitante, por lo general, de sitios donde el comunismo cuenta con una literatura más favorable, el museo no deja de sorprender.
Los lituanos han querido mantener viva la historia de su pasado como república soviética y mostrar a todo el visitante la ilimitada crueldad del régimen comunista con la que sometió la voluntad de los espíritus más rebeldes. Todo ello se muestra con lujo de evidencias en la exposición de la cárcel soviética establecida en Vilnius en 1940 en tiempo de la ocupación rusa. La cárcel tenía en ese momento 50 celdas, luego fue reducida a 23. Allí eran arrestados los resistentes hasta el final de su interrogatorio que podía extenderse por el período de un año. Pasado este tiempo eran enviados al Gulag o a campos de concentración existentes por todo el bloque soviético.
Entre algunos de los rincones más estremecedores del lugar están las celdas de tortura, con paredes, suelo y techo insonorizados para evitar que cualquier sonido pudiera escucharse desde el exterior, o las que obligaban a mantenerse de pie al preso en medio de un charco de agua o hielo en pleno invierno. Finalmente, la cámara de ejecución, en la que algunos de los detenidos eran liquidados mediante un sistema fulminante: un tiro en la nuca. Un vídeo reproduce cómo se producían estas ejecuciones, estos asesinatos en cadena. Muchas de las actividades del KGB en este centro han quedado documentadas, pero en cambio otros documentos fueron destruidos o bien conducidos a Rusia. En Vilnius existe un archivo especial dedicado a los papeles de la policía política.
En otro espacio del museo se exhibe el inicio de la ocupación soviética de Lituania, en junio de 1940. El país quedó anexionado a la URSS. Moscú, con ayuda de colaboradores, emprendió la destrucción de la soberanía del Estado para implementar la ideología comunista y deportó y encarceló a disidentes. Pronto empezó la sovietización del Lituania con la reorganización de la administración y la economía, la educación, la cultura y la vida espiritual. Todas las asociaciones, organizaciones y partidos, excepto el comunista, fueron prohibidos.
Ahora Lituania pertenece a la Unión Europea y es parte del espacio Schengen. Es un país en el que todavía existe la huella del comunismo, no solo en arquitectura, sino también probablemente en algunas mentalidades, sobre todo entre las personas mayores. Hay todavía algún nostálgico del período soviético, los jóvenes apenas recuerdan cómo era la vida entonces. “No sé qué decirte, yo era muy pequeña en la era soviética, -me comenta una joven lituana a quien le pregunto sobre la etapa anterior-, lo único que sé es que hay gente que cree que antes era mejor y otros que es mejor ahora que antes, yo pienso que los que todavía conservan una mirada nostálgica son gente con menos educación, que se sentían cómodos con que el Estado les proveyera de un trabajo, y sin objetivos de moverse por el mundo. Por otro lado, lo perpetrado por el KGB en mi país fue la destrucción de nuestra identidad, de la identidad humana”.
Los lituanos han querido mantener viva la historia de su pasado como república soviética y mostrar a todo el visitante la ilimitada crueldad del régimen comunista con la que sometió la voluntad de los espíritus más rebeldes. Todo ello se muestra con lujo de evidencias en la exposición de la cárcel soviética establecida en Vilnius en 1940 en tiempo de la ocupación rusa. La cárcel tenía en ese momento 50 celdas, luego fue reducida a 23. Allí eran arrestados los resistentes hasta el final de su interrogatorio que podía extenderse por el período de un año. Pasado este tiempo eran enviados al Gulag o a campos de concentración existentes por todo el bloque soviético.
Entre algunos de los rincones más estremecedores del lugar están las celdas de tortura, con paredes, suelo y techo insonorizados para evitar que cualquier sonido pudiera escucharse desde el exterior, o las que obligaban a mantenerse de pie al preso en medio de un charco de agua o hielo en pleno invierno. Finalmente, la cámara de ejecución, en la que algunos de los detenidos eran liquidados mediante un sistema fulminante: un tiro en la nuca. Un vídeo reproduce cómo se producían estas ejecuciones, estos asesinatos en cadena. Muchas de las actividades del KGB en este centro han quedado documentadas, pero en cambio otros documentos fueron destruidos o bien conducidos a Rusia. En Vilnius existe un archivo especial dedicado a los papeles de la policía política.
En otro espacio del museo se exhibe el inicio de la ocupación soviética de Lituania, en junio de 1940. El país quedó anexionado a la URSS. Moscú, con ayuda de colaboradores, emprendió la destrucción de la soberanía del Estado para implementar la ideología comunista y deportó y encarceló a disidentes. Pronto empezó la sovietización del Lituania con la reorganización de la administración y la economía, la educación, la cultura y la vida espiritual. Todas las asociaciones, organizaciones y partidos, excepto el comunista, fueron prohibidos.
Ahora Lituania pertenece a la Unión Europea y es parte del espacio Schengen. Es un país en el que todavía existe la huella del comunismo, no solo en arquitectura, sino también probablemente en algunas mentalidades, sobre todo entre las personas mayores. Hay todavía algún nostálgico del período soviético, los jóvenes apenas recuerdan cómo era la vida entonces. “No sé qué decirte, yo era muy pequeña en la era soviética, -me comenta una joven lituana a quien le pregunto sobre la etapa anterior-, lo único que sé es que hay gente que cree que antes era mejor y otros que es mejor ahora que antes, yo pienso que los que todavía conservan una mirada nostálgica son gente con menos educación, que se sentían cómodos con que el Estado les proveyera de un trabajo, y sin objetivos de moverse por el mundo. Por otro lado, lo perpetrado por el KGB en mi país fue la destrucción de nuestra identidad, de la identidad humana”.