En menos de una semana dos informaciones sobre Cuba ponen de nuevo en evidencia que la política, a pesar de ser el factor principal que motiva (consciente o inconscientemente) el escaparse del país, es todavía rechazada por personas, que procuran no plantear sus propias opiniones en público. Sin participación activa de los afectados por el problema, cualquiera que sea, es probable que este mismo problema pueda convertirse en algo finalmente irresoluble. Y es que para solucionar cualquier conflicto el primer paso debe ser reconocerlo como tal.
En Cuba lo que hay es un problema político, crónico y ya enquistado, y eso nadie lo duda, aunque muchos lo disfrazan. La migración por razones económicas lo es también por razones políticas, pues por lo general, la situación de la economía deriva de un cúmulo de decisiones, buenas o malas, de aquellos a los que se les encarga (en el caso cubano, no hay encargo, todo es por la fuerza) la elaboración de leyes y regulaciones. En Cuba, se puede agregar además un empecinamiento ideológico de un grupo en el poder que quiere mantener a toda costa un sistema fallido por todos los costados.
Precisamente los últimos días hemos leído que un grupo de metal rock pidió asilo a su llegada al aeropuerto de Miami cuando se dirigía a California para asistir a un festival al que están invitados, y al cual van a presentarse en los próximos días. En su escapada, no planificada, según explican, dejaron atrás a la funcionaria cubana que acompañaba a la delegación, es decir, a su comisaria política. Uno de los componentes de la banda, sin mencionar cuestión política alguna, declara a la prensa que uno de los miembros tomó la decisión primero y que los demás lo hicieron después por razones de “solidaridad” y para sacar adelante el proyecto musical en Estados Unidos. Por otra parte, leemos las declaraciones de una joven peregrina cubana en la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, Brasil, que señala que no puede hablar porque los periodistas todo lo mezclan con la política.
Lo cierto es que no todo el mundo está dispuesto a hablar de los problemas políticos de su país, tampoco de los económicos. Cada cuál es libre de hacer las declaraciones que estime oportunas, pero la prensa va a seguir hablando de los políticos, porque precisamente de sus decisiones dependen que las cosas funcionen o no. Cuando la prensa deje de hacer esto, tendremos un problema grave.
El otro problema que entraña este tipo de actitudes es que puede resultar contraproducente para las personas que sí están convencidas de que vale la pena luchar y hablar de política, venciendo todos los miedos, aquellos que adoptan posturas políticamente más activas, conscientes del cambio que es necesario. Un cambio integral, que también implica cuestiones como la actitud ante la vida.
Este es, por supuesto, otro de los logros del castrismo. Ese ir vaciando Cuba, incluso de personas que no tienen un activismo político, y que fuera del país adoptan esa posición silenciosa, ensimismada. Totalmente legítima, por supuesto, y que además añade valor a los que se oponen verdaderamente a los responsables de la tragedia cubana. Esperemos que esos activistas del interior de la Isla no se cansen algún día de luchar por los demás, mientras esos demás salen del país a resolver sus necesidades individuales y, cuando se les habla de política, hacen como el avestruz, esconden la cabeza bajo tierra.
En Cuba lo que hay es un problema político, crónico y ya enquistado, y eso nadie lo duda, aunque muchos lo disfrazan. La migración por razones económicas lo es también por razones políticas, pues por lo general, la situación de la economía deriva de un cúmulo de decisiones, buenas o malas, de aquellos a los que se les encarga (en el caso cubano, no hay encargo, todo es por la fuerza) la elaboración de leyes y regulaciones. En Cuba, se puede agregar además un empecinamiento ideológico de un grupo en el poder que quiere mantener a toda costa un sistema fallido por todos los costados.
Precisamente los últimos días hemos leído que un grupo de metal rock pidió asilo a su llegada al aeropuerto de Miami cuando se dirigía a California para asistir a un festival al que están invitados, y al cual van a presentarse en los próximos días. En su escapada, no planificada, según explican, dejaron atrás a la funcionaria cubana que acompañaba a la delegación, es decir, a su comisaria política. Uno de los componentes de la banda, sin mencionar cuestión política alguna, declara a la prensa que uno de los miembros tomó la decisión primero y que los demás lo hicieron después por razones de “solidaridad” y para sacar adelante el proyecto musical en Estados Unidos. Por otra parte, leemos las declaraciones de una joven peregrina cubana en la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, Brasil, que señala que no puede hablar porque los periodistas todo lo mezclan con la política.
Lo cierto es que no todo el mundo está dispuesto a hablar de los problemas políticos de su país, tampoco de los económicos. Cada cuál es libre de hacer las declaraciones que estime oportunas, pero la prensa va a seguir hablando de los políticos, porque precisamente de sus decisiones dependen que las cosas funcionen o no. Cuando la prensa deje de hacer esto, tendremos un problema grave.
El otro problema que entraña este tipo de actitudes es que puede resultar contraproducente para las personas que sí están convencidas de que vale la pena luchar y hablar de política, venciendo todos los miedos, aquellos que adoptan posturas políticamente más activas, conscientes del cambio que es necesario. Un cambio integral, que también implica cuestiones como la actitud ante la vida.
Este es, por supuesto, otro de los logros del castrismo. Ese ir vaciando Cuba, incluso de personas que no tienen un activismo político, y que fuera del país adoptan esa posición silenciosa, ensimismada. Totalmente legítima, por supuesto, y que además añade valor a los que se oponen verdaderamente a los responsables de la tragedia cubana. Esperemos que esos activistas del interior de la Isla no se cansen algún día de luchar por los demás, mientras esos demás salen del país a resolver sus necesidades individuales y, cuando se les habla de política, hacen como el avestruz, esconden la cabeza bajo tierra.