Erneido Andrés Oliva González estaba el 17 de abril de 1961 de pie en medio del combate en Playa Larga. Daba instrucciones buscando certeros disparos de morteros en uno de los encuentros más duros entre los miembros de la Brigada 2506 y las fuerzas del régimen de Fidel Castro. Su experiencia le ubicaba en la posición correcta. Los morteros caían con precisión sobre los tanques y camiones enemigos.
Oliva ya era, para la fecha, un experimentado oficial con práctica en polígonos, aulas y unidades militares. Se había graduado en 1954 con grados de subteniente de la Escuela de Cadetes de Managua y terminó con honores la Escuela de Artillería. Se mantuvo dando clases de esta disciplina militar en la Escuela de Cadetes. De 1958 a 1959, estudió en la Escuela del Caribe del Ejército de Estados Unidos, en Fort Amador, en el Canal de Panamá.
Cuando volvió a Cuba en 1959, ya el nuevo régimen había licenciado a los miembros de las Fuerzas Armadas de la República y fue nombrado Inspector General del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) de Cuba.
En 1960 fue llamado a impartir instrucción militar a las fuerzas del régimen sobre el uso de los obuses de 105 mm adquiridos por la incipiente dictadura en Italia. Estaba seguro de que esas armas podrían un día usarse en su contra, como asegura el laureado periodista Haynes Johnson en su libro Bahía de Cochinos.
Renunció al ejército el 15 de agosto de ese año y, tres días después, con la ayuda del movimiento clandestino en la isla, consiguió un pasaje de avión a los Estados Unidos. Quedaban en Cuba su esposa Graciela Ana Portela y María, su hija de un mes de nacida.
Once días después de su llegada a Miami viajó a Guatemala para iniciar su entrenamiento y participar en la fuerza expedicionaria que se enfrentaría a las tropas de Castro.
En la Brigada de Asalto 2506 su número fue el 2641, y por su experiencia militar, a sus 28 años, fue nombrado segundo jefe de la fuerza expedicionaria.
En los campamentos conoció a Johnny López de la Cruz (brigadista 2653), entonces un joven de 20 años que fungía como segundo jefe de la Compañía D del Primer Batallón de Paracaidistas de la Brigada.
El hoy coronel retirado del ejército estadounidense, y presidente actual de la Brigada 2506, recuerda que su primer encuentro con Oliva fue en los campamentos de entrenamiento en el verano de 1961 y que desde entonces mantuvieron una buena amistad.
“Salvó a sus hombres y combatió hasta que se acabaron las municiones, y en la cárcel demostró ser un gran líder”, testifica el coronel, quien asegura que Oliva “hizo mucho por la Brigada, y por este país que nos acoge”.
De los brigadistas, 214 pasaron al ejército americano.
La opinión de López de la Cruz sobre el carisma de Oliva coincide con lo expuesto por Grayston L. Lynch en su excepcional obra Decisión para un desastre: traición en Bahía de Cochinos, quien afirma que la experiencia militar y las cualidades de liderazgo hacían extremadamente popular a Oliva entre toda la Brigada.
Lynch fue uno de los dos estadounidenses que estuvo en Bahía de Cochinos la madrugada del 17 de abril, y de los primeros en desembarcar y atacar a los milicianos en la costa de Playa Girón, donde desembarcaron los hombres rana.
Otro brigadista, el periodista Luis González Lalondry, en su libro Bahía de Cochinos: la sangrienta batalla que pudo haber cambiado el destino de Cuba, destaca el liderazgo de Oliva desde los campamentos.
“El porte erguido de soldado profesional, su disciplina en aquel improvisado ejército de voluntarios, su indiscutible personalidad, le había dado entre los hombres de la Brigada 2506 una fama legendaria que inspiraba respeto y obediencia”.
Lalondry describe a Oliva como un hombre “dotado de una sugestiva personalidad, de reconocida integridad y desinteresado amor por Cuba”.
En el campamento de Helvetia, en Guatemala, organizó desde la primera noche un momento para rezar el rosario junto a otros combatientes, y su primera misión fue dirigir un batallón de entrenamiento.
Después recordaría con dolor el 8 de septiembre de 1960, cuando murió el joven Carlos Rafael Santana (Carlyle), diciendo que fue un día triste, y era el Día de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba. La Brigada tomó el número de Santana, el 2506, para ser identificada y quedar inmortalizada en los anales de la historia.
En abril de 1961, la travesía a Cuba la realiza en el buque Houston, y debido al fragor del combate tras el desembarco, llega a tierra con las fuerzas del Segundo Batallón (la unidad élite de la Brigada, según Lynch), comandado por Hugo Sueiro con el objetivo de desembarcar por Playa Larga y desplazarse en tres direcciones hasta tomar el Central Australia, el caserío de Soplillar y Buenaventura.
La falta de apoyo aéreo y el embate de los arrecifes y el coral negro en las endebles embarcaciones, unido a los percances del Houston y la falta de municiones, hicieron que Oliva ordenara a los del Quinto Batallón unirse en el combate con el Segundo en Playa Larga.
Fueron horas de intensos enfrentamientos que con el apoyo en la tarde de dos B-26, y un breve refuerzo aéreo de 25 minutos lograron frustrar ataques y contraataques de los milicianos del régimen.
En las arenas de Playa Girón Oliva se ofreció para dirigir la defensa en la zona, con los Batallones Seis y Tres. En la última batalla que comandó, el miércoles 19 de abril, colocó una batería de bazucas para disparar sobre la curva de la carretera por donde venían las columnas del régimen. Ahí estaban los soldados del Sexto Batallón, del Segundo y tres tanques de la Brigada.
Carlos León Acosta, brigadista 3676 del Primer Batallón de Paracaidistas, es un ferviente defensor de la historia de la agrupación y de preservar su legado.
Recientemente tuvo en sus manos, para los archivos de la Brigada, un anuario de la Escuela de Cadetes de Managua donde identificó a dos generales que habían sido profesores de la entidad y se enfrentaron en las arenas del sur de Matanzas: el mayor general Erneido Oliva y José Ramón Fernández, general de división del ejército de Castro.
Varios oficiales egresados de la Escuela de Cadetes pelearon en esta batalla para distintos bandos. José Alfredo Pérez San Román, jefe militar de la agrupación, también estuvo en las clases de Fernández en la Escuela de Cadetes.
León destaca que el liderazgo nato del oficial “no se aprende en ningún lado”, en especial el heroísmo en combate. Relata que mientras eran conducidos como prisioneros desde Matanzas a La Habana, tras casi una semana sin ingerir alimentos y con escasez de agua, todos pensaban que iban a ser fusilados. Durante ese trayecto, aquellos jóvenes brigadistas recibieron el consuelo del segundo jefe de la Brigada, quien iba de prisionero en prisionero, dando aliento y esperanza.
“En ese momento, tuvo consideración y respeto por la tropa”, recuerda el ex paracaidista, y constata las cualidades y patriotismo de Oliva con un correo electrónico que le enviara en las pasadas Navidades: “Al hablar contigo en momentos que esperábamos el final de nuestras vidas, traté de cumplir las responsabilidades que me habían asignado como aprendí en la Escuela de Cadetes (sic)”.
Destaca Oliva en el correo electrónico, fechado el 26 de diciembre del 2019, que aquel gesto fue “una obligación hacia tantos jóvenes que, como tú, sin experiencia militar alguna, dieron un paso al frente y arriesgaron sus vidas combatiendo corajudamente en las playas de Girón (sic)”.
Fue capturado el 23 de abril, y el entonces capitán José Ramón Fernández, al frente de las tropas de Castro en el campo de batalla, le preguntó cuál era su objetivo al desembarcar con la Brigada. Luchar contra el comunismo, le respondió Oliva.
Fernández no le permitió hablar con una periodista soviética que quería entrevistarlo, solamente pudo decirle nombre, grado y número de matrícula.
Oliva fue amenazado también por Ernesto Guevara, quien se le acercó preguntándole si sabía lo que era traición, y si no temía a la muerte. Él le respondió que miedo le tuvo al dentista que le sacó cuatro dientes.
Tras ser apresados, los líderes de la Brigada volvieron a reencontrarse en el Hospital Naval. Oliva, Manuel Artime y José A. Pérez San Román siguieron juntos luego en la prisión del Castillo del Príncipe y después en el Presidio Modelo de Isla de Pinos. En ocasiones eran encerrados en celdas solitarias.
En la cárcel de Isla de Pinos Oliva enseñó táctica militar, estudió sobre el comunismo, y habló a los otros prisioneros sobre su experiencia en Centroamérica y México.
Durante su encarcelamiento pintó acuarelas en los muros de la cárcel. En su oficina, como reliquia, tenía una de las piezas que pintó en su celda y que su esposa pudo sacar en una de las visitas al Príncipe.
Manuel Artime dedicó uno de los poemas escritos en prisión a María, la pequeña hija de Oliva, donde le relata las hazañas de su padre.
A Pupita
(Dedicado a la hija de mi hermano Erneido Andrés Oliva)
Dios y Patria, Pupita, son preciosas divisas
que orientan los senderos de este género humano.
Voy a contarte un cuento que me narró la brisa:
Dice que hasta las palmas se inclinaron sumisas,
Cuando Dios y la Patria besaron a un cubano.
Sé que tu mente tierna, pequeña, no comprende
Por tan escasos años; no es porque yo sea un sabio
De esos que dicen cosas que nunca nadie entiende.
Pero es un tema heroico que el corazón enciende;
Mírame bien Pupita, ¿ves? Me tiemblan los labios.
Cuando seas más grande, una linda chiquilla.
Y se abran tus pupilas a este mundo sombrío,
comprenderás entonces que rara maravilla,
que cosa más profunda y a la vez más sencilla,
te está contando este, que ya es casi tu tío.
En este mundo absurdo hay dos clases de humanos:
los hombres “Luz, Pupita, y los hombres “ocaso”.
De la segunda son todos los tiranos,
Los que tienen manchados de oro y sangre las manos
Y dejan la miseria y la muerte a su paso.
De la primera clase son las personas buenas.
los héroes, los patriotas, los de Dios, los valientes.
los que ante la injusticia se olvidan de sus penas
y marchan por la vida destrozando cadenas
con la Cruz en el alma y la Estrella en la frente.
¿Sabes Pupita? Cuba fue de hombres ocaso,
de hombres que la arrastraron al hambre y al dolor.
El derecho yacía muerto a bayonetazos,
el odio dividió nuestra Patria en pedazos,
y surgió un grupo de hombres
no hombres “luz”, hombres “sol”.
Y uno de aquellos hombres les dio derrota amarga
En un lugar que nunca la historia olvidará.
Temblaron los cobardes al grito de ¡a la carga! -
¿El nombre de aquel sitio, Pupita?: ¡Playa Larga!
Y el nombre de aquel héroe, pequeña: Tu papá.
Por él has de ser buena, Pupita. ¿Me comprendes?
Has de amar a los pobres, perdonar los agravios,
Cuidar bien tu apellido que a la historia se extiende
Perdona los consejos, pero mi alma se enciende
Cuando hablo de estas cosas.
¿Ves? Me tiemblan los labios.
Porque aquel 17 de abril, fecha insumisa
Cuba mezcló su sangre con lágrimas de madre.
No, yo no pude verlo, me lo contó la brisa.
Dice que hasta las palmas se inclinaron sumisas,
Cuando Dios y la Patria besaron a tu padre.
El llamado “tribunal revolucionario”, integrado por Augusto Martínez Sánchez, Juan Almeida, Guillermo García, Sergio del Valle y Manuel Piñeiro, condenó en abril de 1962 a Oliva, Artime y Pérez San Román a 30 años de “trabajo físico obligatorio” hasta que se pagara la suma de 500 mil dólares por cada uno.
En el juicio hubo respeto, asegura González Lalondry:“Cosa rara entre los comunistas (…) precisamente por su valentía en la batalla que se llevó a cabo en la zona de Playa Girón”.
Pero ello no evitó, indica el periodista, que Fidel Castro y Ramiro Valdés, visitaran a los líderes de la Brigada en sus celdas del Castillo del Príncipe con el fin de intimidarlos.
El brigadista 4064, Enrique F. Oviedo León, quien combatió con su bazuca en Bahía de Cochinos dirigiendo la tercera escuadra del Batallón Seis, recuerda que durante el enfrentamiento en Playa Larga, la batalla más feroz de la contienda, Oliva se mantuvo de pie, dándole instrucciones y guiando sus disparos.
“Nunca se agachó, ni se parapetó tras las trincheras, era como una adrenalina”, declaró Oviedo, quien destaca la experiencia de Oliva como oficial y cadete brillante en la academia en Cuba y en los cursos en Estados Unidos y lo reconoce como estratega de la batalla.
También recuerda que en los tiempos de la cárcel, cuando se organizaba una de las audiencias del juicio contra los detenidos, donde Castro buscó humillar a los brigadistas, hubo un altercado que Oliva resolvió dando la voz de mando de “Atención”.
Los detenidos le obedecieron y cantaron el Himno Nacional. “No hubo flojera, ni pérdida de fe, la brigada se portó a la altura y a Castro le salió el tiro por la culata”, declaró Oviedó.
Lalondry, quien desembarcara con el Quinto Batallón de Infantería como Jefe de Comunicaciones de esa unidad, también recuerda que las palabras de Oliva fueron clave para evitar una confrontación mayor.
Oviedo destaca la lealtad de Oliva con sus compañeros de armas de la 2506 hasta el último momento: “Participaba con los miembros de la Brigada en New York y New Jersey, en los actos en el Cementerio de Arlington, cuando ondeaba la bandera cubana”.
De regreso a Estados Unidos, Oliva se inició en las fuerzas armadas como subteniente. El presidente John J. Kennedy lo nombró representante del personal cubano en el ejército americano. Además, sirvió de enlace para operaciones encubiertas con el entonces Secretario del Ejército Cyrus Vance y su ayudante, el entonces teniente coronel Alexander Haig.
Cuando el presidente Lyndon B. Johnson le informa del fin de las operaciones encubiertas, decidió integrarse plenamente a la vida militar.
Fue jefe de compañía en la 82ª División Aerotransportada y estuvo combatiendo en Vietnam y desembarcó con ella en República Dominicana en 1966 como parte de la Fuerza Interamericana de Paz que intervino en el país.
En 1971 pasó a la Guardia Nacional, sirviendo en el Distrito de Columbia (DC) y en 1987 el presidente Ronald Reagan lo nombra subcomandante de esa fuerza. Ese mismo año fue ascendido a Brigadier General y, en 1992, a Mayor General.
En 1993 se retiró del servicio activo.
Entre sus labores fuera de la esfera militar estuvo el haber trabajado en la oficina del senador demócrata Edward M. Kennedy, en especial en el subcomité judicial sobre inmigración y refugiados del Senado.
Durante tres años (2002-2005), bajo el mandato de George W. Bush, Oliva integró de la Junta de Gobernadores de la United Service Organization (USO), dedicada a recreación y actividades culturales para el personal militar estadounidense en todo el mundo. Era la época del inicio de la Guerra en Afganistán e Irak.
En 1996, movido por el interés de ver una Cuba libre del comunismo, Oliva intervino en la creación del Concilio de Militares Cubanoamericanos (CAMCO).
CAMCO agrupa a miembros de la Brigada, del Ejército Constitucional, de las fuerzas armadas de Estados Unidos y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) de Castro con el objetivo común de buscar “un cambio en Cuba, evitar muertes en la isla y que los militares no reprimieran al pueblo”, recalca el actual presidente de la Brigada 2506.
En 1997, en declaraciones a “El Nuevo Herald”, Oliva dijo que 36 años después de Bahía de Cochinos era tiempo suficiente para “cambiar las estrategias''.
"El cambio en Cuba vendrá desde dentro. El ejército debe jugar un papel clave en la transición y nuestro mensaje a ellos es que los militares del exilio le vamos a tender una mano'', dijo entonces en entrevista con el periodista Armando Correa.
En CAMCO tiende las manos a personalidades que habían combatido contra la Brigada en abril de 1961 como los pilotos General Rafael del Pino y Álvaro Prendes, decía entonces al diario miamense.
Como jefe de esa organización Oliva alentó esperanzas de cambio en la isla.
“Los militares cubanos no deben temerle a una transición democrática o a la futura participación de la comunidad exiliada. Ni ellos, ni el pueblo cubano, deben pensar que los exiliados van a arrebatarles sus propiedades o cualquier beneficio social que pudieran haber obtenido. Al contrario, los exiliados llevarán nuevas tecnologías, asistencia económica para reconstruir las ciudades, los pueblos y la infraestructura del país, y sobre todo, harán posible la reunificación de la familia cubana”, declaró el general cubanoamericano en una de las proclamas de CAMCO.
Tras su muerte, la Brigada prepara una serie de actividades para recordar la memoria del Mayor General Erneido Oliva, el cubano que alcanzó el más alto rango en el ejército de EEUU. Organizan una misa y un acto donde se exhibirán su foto y objetos personales en la Galería de Héroes y Mártires de la Brigada, en Miami.