Richard P. Feynman fue un científico norteamericano premiado con el Nobel de la Física por sus avanzadas investigaciones en el terreno de la electrodinámica cuántica. No fue solo un científico enclaustrado en su laboratorio y tuvo interés en el mundo que le rodeaba. Algunas de sus apreciaciones sobre conceptos como la libertad, y la relación de esta misma libertad como elemento fundamental para el progreso, son realmente interesantes. Aplicado al caso que nos ocupa habitualmente en este espacio, resultan del todo inspiradoras y aleccionadoras.
En una de sus conferencias pronunciadas en 1963 en Washington el científico abordó el anquilosamiento de ciertos modelos de sociedad, aquellos contextos en los que el hombre se encontraba anclado al empecinarse a abrazar ideas que resultan ser trampas letales para el progreso, aquellas que no dejan margen a la duda, ni al cambio ni a una mínima renovación. Esos dogmas a los que tantos humanos se sienten atraídos porque les ahorran de esta manera la tarea diaria de pensar y que no admiten interrogante alguno. Siempre será más fácil aprenderse un credo que lidiar con la incertidumbre diaria.
“El pasado tiene miles de años, y hay un montón de tiempo desconocido en el futuro”, dijo entonces el científico, para quien “hay oportunidades de todo tipo, y hay todo tipo de peligros.” Recuerda que “el hombre se ha parado con anterioridad cuando se han parado sus ideas” y “se ha encontrado empantanado durante largos períodos de tiempo.” Así que prosigue exclamando: “No vamos a tolerar esto. Deseo libertad para las generaciones futuras: libertad para dudar, para desarrollarse, para proseguir la aventura de descubrir nuevas formas de hacer las cosas, de resolver problemas.”
Qué mejor ejemplo sobre parálisis que el que presenta la Cuba actual, anclada en esa eterna batalla absurda por una supuesta Revolución que pospone ad infinitum el alcance de sus objetivos cuando su único sentido real es el mantenimiento del poder. Esa revolución extraña, que no da lugar a nada y menos a lo que pregona y promete porque es solo una excusa de los que mandan y quieren seguir disfrutando de sus privilegios.
Tal parece que Feynman hubiese pensado en la Cuba del 2013 cuando pronunció estas palabras un lejano 1963: “¿Por qué intentamos resolver problemas? Acabamos de empezar. Tenemos un montón de tiempo para resolver los problemas. La única forma que hay que nos podamos equivocar es que, en la impetuosa juventud de la humanidad, decidamos que ya conocemos la respuesta. Eso mismo. Nadie no podría pensar ya en ninguna otra cosa. Y así nos empantanaríamos. Confinaríamos al hombre a la imaginación limitada de los seres humanos actuales.”
El castrismo encerró generaciones enteras y les negó la posibilidad de desarrollar sus propias respuestas y soluciones a los problemas cotidianos. Es por ello que siguen dirigiendo el país una generación anciana, anquilosada y que se creyó poseedora de la verdad absoluta, secuestró la Cuba de 1959 y, lo que es peor, la Cuba futura, machacando y pateando la savia nueva para seguir imponiendo la voluntad de unos cuantos.
A esa generación de viejos castristas se les debería recordar las palabras de Feynman: “No somos tan inteligentes. Somos estúpidos. Somos ignorantes. Tenemos que mantener un canal abierto. Creo en un gobierno limitado. Creo que se tendría que limitar el gobierno de muchas formas (…). Ningún gobierno tiene el derecho de decidir sobre la verdad de los principios científicos, ni de prescribir de ninguna forma el carácter de las cuestiones investigadas. Ni tampoco ningún gobierno puede determinar el valor estético de las creaciones artísticas, ni limitar las formas de expresión literaria y artística. Ni se tendría que pronunciar sobre la validez de doctrinas económicas, históricas, religiosas o filosóficas. Al contrario, tiene el deber hacia sus ciudadanos de mantener la libertad, de permitir que estos ciudadanos contribuyan a la aventura y al desarrollo futuros de la raza humana.”
Feynman, un hombre claro, nos deja pues una idea fundamental para entender lo que es imprescindible para el futuro y el progreso humanos. Ningún gobierno puede establecer límites a esa aventura de los ciudadanos que quieren participar del desarrollo. Hasta que Cuba no se saque de encima esa inercia revolucionaria integrista, un futuro mejor no parece que vaya a ser posible.
En una de sus conferencias pronunciadas en 1963 en Washington el científico abordó el anquilosamiento de ciertos modelos de sociedad, aquellos contextos en los que el hombre se encontraba anclado al empecinarse a abrazar ideas que resultan ser trampas letales para el progreso, aquellas que no dejan margen a la duda, ni al cambio ni a una mínima renovación. Esos dogmas a los que tantos humanos se sienten atraídos porque les ahorran de esta manera la tarea diaria de pensar y que no admiten interrogante alguno. Siempre será más fácil aprenderse un credo que lidiar con la incertidumbre diaria.
“El pasado tiene miles de años, y hay un montón de tiempo desconocido en el futuro”, dijo entonces el científico, para quien “hay oportunidades de todo tipo, y hay todo tipo de peligros.” Recuerda que “el hombre se ha parado con anterioridad cuando se han parado sus ideas” y “se ha encontrado empantanado durante largos períodos de tiempo.” Así que prosigue exclamando: “No vamos a tolerar esto. Deseo libertad para las generaciones futuras: libertad para dudar, para desarrollarse, para proseguir la aventura de descubrir nuevas formas de hacer las cosas, de resolver problemas.”
Qué mejor ejemplo sobre parálisis que el que presenta la Cuba actual, anclada en esa eterna batalla absurda por una supuesta Revolución que pospone ad infinitum el alcance de sus objetivos cuando su único sentido real es el mantenimiento del poder. Esa revolución extraña, que no da lugar a nada y menos a lo que pregona y promete porque es solo una excusa de los que mandan y quieren seguir disfrutando de sus privilegios.
Tal parece que Feynman hubiese pensado en la Cuba del 2013 cuando pronunció estas palabras un lejano 1963: “¿Por qué intentamos resolver problemas? Acabamos de empezar. Tenemos un montón de tiempo para resolver los problemas. La única forma que hay que nos podamos equivocar es que, en la impetuosa juventud de la humanidad, decidamos que ya conocemos la respuesta. Eso mismo. Nadie no podría pensar ya en ninguna otra cosa. Y así nos empantanaríamos. Confinaríamos al hombre a la imaginación limitada de los seres humanos actuales.”
El castrismo encerró generaciones enteras y les negó la posibilidad de desarrollar sus propias respuestas y soluciones a los problemas cotidianos. Es por ello que siguen dirigiendo el país una generación anciana, anquilosada y que se creyó poseedora de la verdad absoluta, secuestró la Cuba de 1959 y, lo que es peor, la Cuba futura, machacando y pateando la savia nueva para seguir imponiendo la voluntad de unos cuantos.
A esa generación de viejos castristas se les debería recordar las palabras de Feynman: “No somos tan inteligentes. Somos estúpidos. Somos ignorantes. Tenemos que mantener un canal abierto. Creo en un gobierno limitado. Creo que se tendría que limitar el gobierno de muchas formas (…). Ningún gobierno tiene el derecho de decidir sobre la verdad de los principios científicos, ni de prescribir de ninguna forma el carácter de las cuestiones investigadas. Ni tampoco ningún gobierno puede determinar el valor estético de las creaciones artísticas, ni limitar las formas de expresión literaria y artística. Ni se tendría que pronunciar sobre la validez de doctrinas económicas, históricas, religiosas o filosóficas. Al contrario, tiene el deber hacia sus ciudadanos de mantener la libertad, de permitir que estos ciudadanos contribuyan a la aventura y al desarrollo futuros de la raza humana.”
Feynman, un hombre claro, nos deja pues una idea fundamental para entender lo que es imprescindible para el futuro y el progreso humanos. Ningún gobierno puede establecer límites a esa aventura de los ciudadanos que quieren participar del desarrollo. Hasta que Cuba no se saque de encima esa inercia revolucionaria integrista, un futuro mejor no parece que vaya a ser posible.