Curiosa la campaña que ha iniciado el periódico Granma esta semana a favor del derecho de los consumidores a ser correctamente atendidos en las tiendas oficiales y en divisa. Aunque evidentemente es algo que el redactor hizo de forma inconsciente, él solo llegó a una conclusión a la que han llegado muchos empresarios capitalistas en el mundo entero mucho antes: que el cliente es el rey.
Bajo este precepto, se considera que el consumidor va a tener una buena imagen de la compañía y que le guardará fidelidad.
El artículo en cuestión habla de una pareja de jóvenes que con algunas divisas en los bolsillos se disponen a comprar unas lámparas para su hogar en una tienda estatal (¿dónde si no?). La experiencia de la pareja en estas tiendas oficiales es negativa, ya que el personal de las mismas no les ha podido ofrecer un trato del todo correcto, ni tan siquiera han podido comprobar si el producto que iban a llevarse estaba en las mejores condiciones. Es por ello que el artículo de Granma critica la actitud del personal de esas tiendas por no ofrecer una atención al público correcta.
La verdad es que es interesante que exista esa inquietud en Cuba, de que las cosas funcionen mejor y de que el cliente salga satisfecho. El periódico mismo impulsa a los lectores a ser clientes exigentes, que sepan reclamar sus derechos como consumidores y, de esta manera, hacer que aquellos quienes les ofrecen un servicio o producto lo presten cada vez con mejores condiciones.
Curiosamente este mismo patrón de comportamiento podría aplicarse también a la política, pero Granma no se mete en ese terreno, de momento se queda en el ámbito comercial y el que ahora le conviene al régimen, la satisfacción de los consumidores para que sigan consumiendo. En las democracias, la satisfacción de los electores se pone de manifiesto cada cierto período de tiempo en las urnas: ellos deciden qué candidato cumple mejor con sus promesas y finalmente le otorgan la confianza o no.
Incluso si mientras no hay un proceso electoral abierto los votantes (clientes) tienen mil y una formas distintas de manifestar su descontento.
Podríamos decir pues que ese derecho de los consumidores que reclama Granma podría hacer que muchos cubanos finalmente quisieran defender también otros derechos, sería como entrar en una nueva dimensión en la que los ciudadanos se quejan y piden soluciones. Esto, en el terreno político, en Cuba es algo imposible, pues el control y la crítica al poder político han sido erradicados con el fin de preservar el poder por parte de una élite que, por supuesto, no necesita para nada conocer la opinión del pueblo que tiene en su base. Le es más confortable mantenerlo en silencio, como ha sido desde 1959 hasta la actualidad.
Por otro lado, el artículo también revela otro dato inquietante y es esa división en la sociedad cubana entre los que tienen y pueden y los que no tienen y no pueden ni tan siquiera asomarse a una tienda de lámparas para comprar una nueva. De todas formas, algo de positivo se puede sacar de esta nueva línea iniciada por Granma, finalmente un periódico del régimen invita a los cubanos a quejarse. El problema vendrá cuando esos mismos cubanos quieran quejarse más allá de la tienda de lámparas. Algo que, por cierto, también tendrían derecho de hacer.
Bajo este precepto, se considera que el consumidor va a tener una buena imagen de la compañía y que le guardará fidelidad.
El artículo en cuestión habla de una pareja de jóvenes que con algunas divisas en los bolsillos se disponen a comprar unas lámparas para su hogar en una tienda estatal (¿dónde si no?). La experiencia de la pareja en estas tiendas oficiales es negativa, ya que el personal de las mismas no les ha podido ofrecer un trato del todo correcto, ni tan siquiera han podido comprobar si el producto que iban a llevarse estaba en las mejores condiciones. Es por ello que el artículo de Granma critica la actitud del personal de esas tiendas por no ofrecer una atención al público correcta.
La verdad es que es interesante que exista esa inquietud en Cuba, de que las cosas funcionen mejor y de que el cliente salga satisfecho. El periódico mismo impulsa a los lectores a ser clientes exigentes, que sepan reclamar sus derechos como consumidores y, de esta manera, hacer que aquellos quienes les ofrecen un servicio o producto lo presten cada vez con mejores condiciones.
Curiosamente este mismo patrón de comportamiento podría aplicarse también a la política, pero Granma no se mete en ese terreno, de momento se queda en el ámbito comercial y el que ahora le conviene al régimen, la satisfacción de los consumidores para que sigan consumiendo. En las democracias, la satisfacción de los electores se pone de manifiesto cada cierto período de tiempo en las urnas: ellos deciden qué candidato cumple mejor con sus promesas y finalmente le otorgan la confianza o no.
Incluso si mientras no hay un proceso electoral abierto los votantes (clientes) tienen mil y una formas distintas de manifestar su descontento.
Podríamos decir pues que ese derecho de los consumidores que reclama Granma podría hacer que muchos cubanos finalmente quisieran defender también otros derechos, sería como entrar en una nueva dimensión en la que los ciudadanos se quejan y piden soluciones. Esto, en el terreno político, en Cuba es algo imposible, pues el control y la crítica al poder político han sido erradicados con el fin de preservar el poder por parte de una élite que, por supuesto, no necesita para nada conocer la opinión del pueblo que tiene en su base. Le es más confortable mantenerlo en silencio, como ha sido desde 1959 hasta la actualidad.
Por otro lado, el artículo también revela otro dato inquietante y es esa división en la sociedad cubana entre los que tienen y pueden y los que no tienen y no pueden ni tan siquiera asomarse a una tienda de lámparas para comprar una nueva. De todas formas, algo de positivo se puede sacar de esta nueva línea iniciada por Granma, finalmente un periódico del régimen invita a los cubanos a quejarse. El problema vendrá cuando esos mismos cubanos quieran quejarse más allá de la tienda de lámparas. Algo que, por cierto, también tendrían derecho de hacer.