¿Cabe la posibilidad de que Cuba ofrezca asilo al prófugo norteamericano Edward Snowden?
El gobierno de La Habana vive un importante momento de distención con el gobierno norteamericano y no debe arriesgar esta condición involucrándose en una crisis internacional que afecte directamente los intereses de los Estados Unidos.
El nivel actual de la relación entre Estados Unidos y Cuba tiene una asignatura pendiente en el caso del contratista norteamericano Alan Gross, quien se mantiene en una prisión cubana pese a los reclamos del gobierno norteamericano y de los familiares del prisionero.
El caso Gross es una especie de espada de Damocles que pudiera derrumbar en cualquier momento el nivel de cooperación y tolerancia existente ahora mismo entre ambas naciones.
Por eso sería absurdo que la Habana decidiera añadir más presión a una caldera tan volátil como siempre ha sido la relación entre ambos países.
Ahora mismo, en Cuba viven varios refugiados políticos norteamericanos, cuya permanencia en la isla data de las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado.
En su mayoría son prófugos de la justicia norteamericana, vinculados a movimientos políticos violentos. Casos de asilos que fueron otorgados en otros momentos históricos y respondiendo a políticas internacionales anteriores.
Esos refugiados, hoy ancianos en su mayoría, conforman uno de los problemas principales que La Habana debe resolver para aspirar a un mayor intercambio con Washington.
Este lastre histórico es otra razón de fuerza para que Cuba no se vincule al movimiento “pro Snowden” organizado por Venezuela, Nicaragua y Bolivia.
Además, el gobierno de La Habana ha sido eficiente en los últimos meses en la detención y deportación de prófugos de la justicia norteamericana que han llegado al territorio nacional.
Se trata fundamentalmente de delincuentes comunes o personas ligadas al narcotráfico. Pero se ha avanzado realmente en esta cooperación entre ambos países.
Sumarse al circo del asilo político a Snowden desarmaría el camino adelantado en este sentido y solo conseguiría reacciones perjudiciales para las relaciones diplomáticas y un alto riesgo para el ingreso al país de las remesas familiares que tanta falta hacen para el sostén de la economía nacional cubana.
El gobierno de La Habana vive un importante momento de distención con el gobierno norteamericano y no debe arriesgar esta condición involucrándose en una crisis internacional que afecte directamente los intereses de los Estados Unidos.
El nivel actual de la relación entre Estados Unidos y Cuba tiene una asignatura pendiente en el caso del contratista norteamericano Alan Gross, quien se mantiene en una prisión cubana pese a los reclamos del gobierno norteamericano y de los familiares del prisionero.
El caso Gross es una especie de espada de Damocles que pudiera derrumbar en cualquier momento el nivel de cooperación y tolerancia existente ahora mismo entre ambas naciones.
Por eso sería absurdo que la Habana decidiera añadir más presión a una caldera tan volátil como siempre ha sido la relación entre ambos países.
Ahora mismo, en Cuba viven varios refugiados políticos norteamericanos, cuya permanencia en la isla data de las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado.
En su mayoría son prófugos de la justicia norteamericana, vinculados a movimientos políticos violentos. Casos de asilos que fueron otorgados en otros momentos históricos y respondiendo a políticas internacionales anteriores.
Esos refugiados, hoy ancianos en su mayoría, conforman uno de los problemas principales que La Habana debe resolver para aspirar a un mayor intercambio con Washington.
Este lastre histórico es otra razón de fuerza para que Cuba no se vincule al movimiento “pro Snowden” organizado por Venezuela, Nicaragua y Bolivia.
Además, el gobierno de La Habana ha sido eficiente en los últimos meses en la detención y deportación de prófugos de la justicia norteamericana que han llegado al territorio nacional.
Se trata fundamentalmente de delincuentes comunes o personas ligadas al narcotráfico. Pero se ha avanzado realmente en esta cooperación entre ambos países.
Sumarse al circo del asilo político a Snowden desarmaría el camino adelantado en este sentido y solo conseguiría reacciones perjudiciales para las relaciones diplomáticas y un alto riesgo para el ingreso al país de las remesas familiares que tanta falta hacen para el sostén de la economía nacional cubana.