Observar con frialdad y despojarnos de todo partidismo es la mejor forma de entender que la decisión tomada por el ejecutivo estadounidense de restablecer relaciones con Cuba es acogida con beneplécito por todo un sector cubano que, después de sufrir la furia de lo que parecía ser un infinito enfrentamiento, confía en un paso que, sin dudas, repercutirá de manera positiva en el actual modo de vida.
Está claro que Estado Unidos, además de ejecutar una jugada geopolítica magistral pues con este acercamiento aisló a Rusia y a China de América Latina usando como palanca la indiscutible influencia de Cuba en la región, persigue también convertir la isla en una suerte de vecino estable, capaz de garantizar el control sobre su emigración ilegal y constreñir el anidar en nuestra isla de grupos terroristas y el crimen internacional. Aceptemos sin ingenuidad que esto último sólo se logra trabajando de conjunto con militares y/o gobernantes cubanos, dictatoriales o no.
¿Me gusta? Claro que no, conozco a todos los altos dirigentes cubanos, sé que están estructurados para aplastar sin remordimiento a todo aquel que se ponga del lado contrario al de ellos; son delincuentes, y son dictadores. Pero nuestra oposición no tiene nada que ofrecer pues, además de luchar por el poder usando la receta ideal para caer en el desastre, parece desconocer que la solución de los problemas sociales se encuentra en la política real y no en el marketing internacional. Ni la ñoñería victimaria ni la sabiduría arrogante posee atractivo. Por ello sus acciones carecen de efecto movilizador.
A ninguno de nuestros opositores, por ejemplo (utilizando la tan repetida campaña que lleva el general Rául Castro en contra de la corrupción), le he escuchado hablar sobre impulsar un proyecto de "ley de transparencia" en el que cada uno de los miembros del Gobierno y el Estado cubano se vea obligado a crear una vía directa online a la que todos, en cualquier momento, nos podamos asomar para saber cuánto ganan, cuánto tienen y en qué gastan el presupuesto nacional.
No obstante, los debemos apoyar y me parece significativo que el debate de Cuba llegara a Washington y que a él fueran invitados miembros de la oposición cubana. Desde mi punto de vista, esa invitación significa un verdadero empujón y una sombrilla protectora para esas voces valientes que dentro de Cuba dejan su vida en las calles. Pero si lo que persigue el Gobierno de Estados Unidos es "Entender el impacto de los cambios en la política para los Derechos Humanos y la democracia en Cuba", entonces, además de a disidentes y opositores, también debían invitar a alguna de esas personas que, aunque no le hemos aplicado el merecido título de líderes, es la verdadera vanguardia, la que inspira y anhela la juventud cubana y nuestra sociedad civil.
Me refiero, obviamente, a esos nuevos y exitosos emprendedores (detesto usar la palabra "cuentapropistas") cubanos que emergen dentro de la isla y canalizan el descontento social creando una zona de confort visual y atractiva al todavía reducido pero creciente sector que sueña emigrar hacia ella. No escuchar a este grupo social que cada día se hace más potente, más influyente y que aplaude el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos porque quiere beneficiarse de él, es como desear que los negros nubarrones de hoy continúen formando parte del eternamente empobrecido paisaje nacional.