Hace unos días, en la barriada de Mantilla, al sur de La Habana, una madre enloqueció y asesinó a sus dos hijos. La mujer se encuentra detenida en la Unidad Territorial del Departamento Técnico de Investigaciones (DTI), ubicada en la Avenida Acosta, municipio 10 de Octubre.
La prensa estatal, única autorizada a publicar noticias en Cuba, no ha escrito una línea. Quien si lo reportó fue la abogada y periodista independiente Laritza Diversent. También con cierta frecuencia dentro del país circulan fotos de crímenes aberrantes. La isla no es un sitio donde abunden los casos de asesinatos.
Pero suceden. Al igual que aumentan en flecha las agresiones y mutilaciones con arma blanca, sobre todo entre jóvenes. O las violaciones sexuales.
Es una política editorial de los medios oficiales no ofrecer detalles acerca de esos temas. En contadas ocasiones, el Ministerio del Interior ha publicado notas dando a conocer la captura de algún delincuente peligroso.
A falta de datos oficiales, en el barrio o pueblo donde acontece un crimen, circulan rumores, exageraciones y hasta mentiras sobre lo ocurrido. En las sobremesas, muchas familias suelen comentar sucesos sangrientos, lo que provoca que cunda ese pánico que la prensa oficial quiere evitar al no reportarlo.
Los mandarines ideológicos que controlan con mano de hierro los medios, pasan por alto que en la era de tecnologías de la información es muy fácil, barato y rápido difundir fotos y hechos, sea una muerte violenta o un accidente de tráfico.
Cuando hace tres años, en enero de 2010, a causa de malos tratos fallecieron 27 pacientes del hospital psiquiátrico de Mazorra, a tiro de piedra del aeropuerto internacional José Martí, la noticia fue difundida al mundo por el periodista independiente Roberto de Jesús Guerra, director de Hablemos Press.
Poco después, cientos de imágenes, evidentemente sacadas de archivos policiales, circularon por internet. Así ha sucedido con casos de asesinatos, detenidos por corrupción, estafadores o depredadores sexuales.
Un periódico o canal televisivo puede abrogarse el derecho de no publicar noticias rojas, amarillistas o sensacionalistas que consideren una intromisión a la vida privada de una persona. Es discutible, por ejemplo, la política editorial del diario español El País, que no publica sobre boxeo o corridas de toro.
De cualquier manera, los dueños de los medios de comunicación ejercen ese derecho. Otros hacen todo lo contrario. Y en el mundo occidental abunda la tele basura y toda clase de chismes y comentarios cargados de morbo.
En Cuba, la pacata prensa que no reporta los asesinatos ocurridos dentro de su país, se da banquete publicando en primera plana la muerte de un chico negro en la Florida o la matanza ocurrida en Newtown, Connecticut.
Muy circunspectos, sesudos criollos reflexionan sobre la decadencia de la sociedad estadounidense, la gran cantidad de armas de alto calibre existente en los estados de la Unión y los efectos nocivos entre los jóvenes de videojuegos, filmes y seriales televisivos violentos.
También se publican notas de las matanzas en esa descarnada guerra que sostienen narcos y paramilitares en México. La crónica roja ocurrida en naciones consideradas 'no amigas' por el régimen sí se difunde en la isla.
De la brutal violencia de Venezuela, donde Caracas tiene el índice de criminalidad más alto del planeta, por supuesto, no se emite ni una línea. Hugo Chávez y los hermanos Castro han montada una alianza ideológica y económica muy particular.
Ahora mismo, el estado de salud del presidente venezolano se maneja con absoluto secreto. Los cubanos no sabemos qué tipo de cáncer padece el mandatario. Los partes médicos parecen jeroglíficos. El misterio y absoluto control noticioso sobre su salud es casi perfecto. Dentro de Cuba no circulan noticias dignas de crédito que aclaren o abunden sobre el estado real del bolivariano.
De lo que sí se habla, y mucho, es del aumento de los casos de sangre y de las bandas juveniles que bajo los efectos de sicotrópicos y drogas se dedican a robos violentos. O de los sucesos de administradores detenidos por corrupción.
Debido al control monolítico del Estado sobre la información, en Cuba el valor de un teléfono móvil con cámara fotográfica o una memoria flash se multiplica por diez. Y es lo que está ocurriendo. Muchos ciudadanos de a pie están haciendo público ese tipo de sucesos. Mientras, los medios oficiales los siguen manteniendo invisibles.
La prensa estatal, única autorizada a publicar noticias en Cuba, no ha escrito una línea. Quien si lo reportó fue la abogada y periodista independiente Laritza Diversent. También con cierta frecuencia dentro del país circulan fotos de crímenes aberrantes. La isla no es un sitio donde abunden los casos de asesinatos.
Pero suceden. Al igual que aumentan en flecha las agresiones y mutilaciones con arma blanca, sobre todo entre jóvenes. O las violaciones sexuales.
Es una política editorial de los medios oficiales no ofrecer detalles acerca de esos temas. En contadas ocasiones, el Ministerio del Interior ha publicado notas dando a conocer la captura de algún delincuente peligroso.
A falta de datos oficiales, en el barrio o pueblo donde acontece un crimen, circulan rumores, exageraciones y hasta mentiras sobre lo ocurrido. En las sobremesas, muchas familias suelen comentar sucesos sangrientos, lo que provoca que cunda ese pánico que la prensa oficial quiere evitar al no reportarlo.
Los mandarines ideológicos que controlan con mano de hierro los medios, pasan por alto que en la era de tecnologías de la información es muy fácil, barato y rápido difundir fotos y hechos, sea una muerte violenta o un accidente de tráfico.
Cuando hace tres años, en enero de 2010, a causa de malos tratos fallecieron 27 pacientes del hospital psiquiátrico de Mazorra, a tiro de piedra del aeropuerto internacional José Martí, la noticia fue difundida al mundo por el periodista independiente Roberto de Jesús Guerra, director de Hablemos Press.
Poco después, cientos de imágenes, evidentemente sacadas de archivos policiales, circularon por internet. Así ha sucedido con casos de asesinatos, detenidos por corrupción, estafadores o depredadores sexuales.
Un periódico o canal televisivo puede abrogarse el derecho de no publicar noticias rojas, amarillistas o sensacionalistas que consideren una intromisión a la vida privada de una persona. Es discutible, por ejemplo, la política editorial del diario español El País, que no publica sobre boxeo o corridas de toro.
De cualquier manera, los dueños de los medios de comunicación ejercen ese derecho. Otros hacen todo lo contrario. Y en el mundo occidental abunda la tele basura y toda clase de chismes y comentarios cargados de morbo.
En Cuba, la pacata prensa que no reporta los asesinatos ocurridos dentro de su país, se da banquete publicando en primera plana la muerte de un chico negro en la Florida o la matanza ocurrida en Newtown, Connecticut.
Muy circunspectos, sesudos criollos reflexionan sobre la decadencia de la sociedad estadounidense, la gran cantidad de armas de alto calibre existente en los estados de la Unión y los efectos nocivos entre los jóvenes de videojuegos, filmes y seriales televisivos violentos.
También se publican notas de las matanzas en esa descarnada guerra que sostienen narcos y paramilitares en México. La crónica roja ocurrida en naciones consideradas 'no amigas' por el régimen sí se difunde en la isla.
De la brutal violencia de Venezuela, donde Caracas tiene el índice de criminalidad más alto del planeta, por supuesto, no se emite ni una línea. Hugo Chávez y los hermanos Castro han montada una alianza ideológica y económica muy particular.
Ahora mismo, el estado de salud del presidente venezolano se maneja con absoluto secreto. Los cubanos no sabemos qué tipo de cáncer padece el mandatario. Los partes médicos parecen jeroglíficos. El misterio y absoluto control noticioso sobre su salud es casi perfecto. Dentro de Cuba no circulan noticias dignas de crédito que aclaren o abunden sobre el estado real del bolivariano.
De lo que sí se habla, y mucho, es del aumento de los casos de sangre y de las bandas juveniles que bajo los efectos de sicotrópicos y drogas se dedican a robos violentos. O de los sucesos de administradores detenidos por corrupción.
Debido al control monolítico del Estado sobre la información, en Cuba el valor de un teléfono móvil con cámara fotográfica o una memoria flash se multiplica por diez. Y es lo que está ocurriendo. Muchos ciudadanos de a pie están haciendo público ese tipo de sucesos. Mientras, los medios oficiales los siguen manteniendo invisibles.