En Cuba, luego del triunfo de la revolución, los valores se largaron. Se los llevaron con ellos los burgueses cuando se lo confiscaron todo y los echaron a patadas de sus propiedades, de sus casas y del país.
Los vencedores se quedaron con todo, pero no con los valores de los vencidos. No les interesaban. Les repugnaban y parecían obsoletos los usos y costumbres de la clase derrotada. Los jefes revolucionarios presumían de su absoluta falta de clase. Creyeron que para que una sociedad funcionara bastaba la voluntad, las armas, las consignas y unas cuantas leyes.
Pero la solución que usaron para no quedarse sin centrales azucareros, sin fábricas y sin carros, resultó imposible aplicarla en el caso de los valores, que no se pudieron sustituir con piezas importadas de la Unión Soviética.
Los valores no eran burgueses, eran simplemente eso: valores. Ahora es muy difícil traerlos de vuelta con apellidos –revolucionarios, proletarios, socialistas- que ya una vez no funcionaron. Más difícil todavía si se los quiere hacer volver con multas y decretos.
Escucho los regaños a este pueblo chusma e indisciplinado del general Raúl Castro y me pregunto cómo rayos se las arreglará para meternos en cintura y adecentarnos luego que casi todo se le ha ido de la mano. Más fácil instaurará el capitalismo de estado y partido único que se propone que el regreso de las buenas costumbres por las que ahora clama.
¡Difícil tarea esa de construir el capitalismo con las armas melladas del socialismo!
Se quejaba recientemente el periodista Pedro de la Hoz en Granma del ahondamiento de las diferencias sociales y de que sean los pobres diablos con un poco de dinero que él llama "nuevos ricos" los que dicten las pautas estéticas y éticas de la sociedad cubana.
¿Acaso nos iba mejor y éramos mejores personas cuando comíamos y vestíamos por la libreta, vivíamos como se podía de un salario, no decíamos ni ji y era solo la élite gobernante la que disponía de privilegios insultantes que disimulaba detrás de las rejas de sus mansiones climatizadas, sus villas de recreo y sus cotos de caza?
A bordo de esta nave sin rumbo que es la sociedad cubana en los tiempos del pos-fidelismo, se enfrentan a la cultura oficial, esa entelequia artificial, la cultura de la Coca-Cola y la cultura de la chispa de tren. Es decir, con tantas culturas enfrentadas, ha triunfado la incultura.
Se impusieron la marginalidad y la chabacanería. Te adaptas a vivir en la cochambre o pereces.
Después del Período Especial, sin que se produjera la caída del régimen que se decía socialista, se entronizaron en nuestra sociedad los males que usualmente se le achacan al capitalismo salvaje.
La pacotilla, la vulgaridad y el egoísmo se han impuesto en nuestras vidas. Se agotó la solidaridad de la que presumíamos. La sociedad cubana se hizo más cruel. Por partida doble. A la crueldad política se sumó la crueldad del dinero.
Los triunfadores son los timadores, los dueños de timbiriches, los tarimeros que ponen por las nubes los precios de las viandas y que no fían hoy ni mañana tampoco, los desmerengados que chulean a sus parientes de Miami de los que antes no querían saber, los funcionarios e inspectores chantajistas que se dejan sobornar, los policías convertidos en proxenetas, los luchadores que ya no son ladrones, las jineteras que dejaron de ser p...
Los mandamases castristas, por mucho que regañen y castiguen, no hallarán el antídoto contra la pérdida de valores. Aquellas aguas revolucionarias trajeron estos fangos.
Publicado en Primavera Digital el 5 de agosto de 2013.
Los vencedores se quedaron con todo, pero no con los valores de los vencidos. No les interesaban. Les repugnaban y parecían obsoletos los usos y costumbres de la clase derrotada. Los jefes revolucionarios presumían de su absoluta falta de clase. Creyeron que para que una sociedad funcionara bastaba la voluntad, las armas, las consignas y unas cuantas leyes.
Pero la solución que usaron para no quedarse sin centrales azucareros, sin fábricas y sin carros, resultó imposible aplicarla en el caso de los valores, que no se pudieron sustituir con piezas importadas de la Unión Soviética.
Los valores no eran burgueses, eran simplemente eso: valores. Ahora es muy difícil traerlos de vuelta con apellidos –revolucionarios, proletarios, socialistas- que ya una vez no funcionaron. Más difícil todavía si se los quiere hacer volver con multas y decretos.
Escucho los regaños a este pueblo chusma e indisciplinado del general Raúl Castro y me pregunto cómo rayos se las arreglará para meternos en cintura y adecentarnos luego que casi todo se le ha ido de la mano. Más fácil instaurará el capitalismo de estado y partido único que se propone que el regreso de las buenas costumbres por las que ahora clama.
¡Difícil tarea esa de construir el capitalismo con las armas melladas del socialismo!
Se quejaba recientemente el periodista Pedro de la Hoz en Granma del ahondamiento de las diferencias sociales y de que sean los pobres diablos con un poco de dinero que él llama "nuevos ricos" los que dicten las pautas estéticas y éticas de la sociedad cubana.
¿Acaso nos iba mejor y éramos mejores personas cuando comíamos y vestíamos por la libreta, vivíamos como se podía de un salario, no decíamos ni ji y era solo la élite gobernante la que disponía de privilegios insultantes que disimulaba detrás de las rejas de sus mansiones climatizadas, sus villas de recreo y sus cotos de caza?
A bordo de esta nave sin rumbo que es la sociedad cubana en los tiempos del pos-fidelismo, se enfrentan a la cultura oficial, esa entelequia artificial, la cultura de la Coca-Cola y la cultura de la chispa de tren. Es decir, con tantas culturas enfrentadas, ha triunfado la incultura.
Se impusieron la marginalidad y la chabacanería. Te adaptas a vivir en la cochambre o pereces.
Después del Período Especial, sin que se produjera la caída del régimen que se decía socialista, se entronizaron en nuestra sociedad los males que usualmente se le achacan al capitalismo salvaje.
La pacotilla, la vulgaridad y el egoísmo se han impuesto en nuestras vidas. Se agotó la solidaridad de la que presumíamos. La sociedad cubana se hizo más cruel. Por partida doble. A la crueldad política se sumó la crueldad del dinero.
Los triunfadores son los timadores, los dueños de timbiriches, los tarimeros que ponen por las nubes los precios de las viandas y que no fían hoy ni mañana tampoco, los desmerengados que chulean a sus parientes de Miami de los que antes no querían saber, los funcionarios e inspectores chantajistas que se dejan sobornar, los policías convertidos en proxenetas, los luchadores que ya no son ladrones, las jineteras que dejaron de ser p...
Los mandamases castristas, por mucho que regañen y castiguen, no hallarán el antídoto contra la pérdida de valores. Aquellas aguas revolucionarias trajeron estos fangos.
Publicado en Primavera Digital el 5 de agosto de 2013.