Para un número significativo de cubanos ha comenzado el año 2016 con una mezcla de desesperanza, incertidumbre y deseos de marcharse de aquí. Es lógico, es normal. El tiempo pasa, la vida es corta y única. El mundo cambia y Cuba sigue igual... o peor.
El costo de la vida sube sin parar. La escasez y el desabastecimiento deterioran la calidad de vida de la mayoría. La violencia crece fruto de la frustración reprimida, de la desarticulación de la familia y del fracaso educativo. La salud se resiente y el sistema asistencial es deficiente. Cunde la vulgaridad y la cochambre existencial, se transmiten actitudes barrioteras y se instaura una cultura de la confrontación, la intolerancia y la violencia verbal, ideológica y divisionista en el discurso público, en las escuelas y en las actitudes fomentadas por las autoridades. Y más profundamente que la galopante crisis económica, política y social, están el daño antropológico y el analfabetismo ético y cívico. Estos son males contra natura, contra cultura y contra el espíritu. Desgraciadamente, pueden revertirse un día contra quienes lo consienten. Eso hay que pararlo ya y comenzar a fomentar, en el alma de Cuba, la reconstrucción de la persona humana y la misma convivencia civilizada que se dice fomentar en las relaciones entre países de diversas formas de pensar y con profundas diferencias.
No es una visión pesimista. Es la constatación de una realidad. Vivida y ya expresada, sin miedo, por muchos cubanos. Unos lo expresamos verbalmente, otros escribiendo y otros con sus gestos, con sus decisiones y hasta con sus pies. La inconformidad es creciente y sórdida. El éxodo es masivo e imparable.
Las noticias que da el gobierno no alientan, ni contribuyen, a resolver nuestra existencia cotidiana. Y lo que es aún peor, impiden, bloquean y reprimen la capacidad, la iniciativa y los derechos de los cubanos para escoger su propio proyecto de vida, desarrollar sus potencialidades y ser protagonistas de su desarrollo y progreso personal, familiar y nacional. El inmovilismo, en lo esencial, convierte a las tardías y periféricas reformas en un entretenimiento que ignora, insensiblemente, las más perentorias necesidades básicas de los cubanos. Así no se puede vivir, así no se debe seguir, así, el poder no es para servir.
Aprender de los errores y de los logros de todos
El primer paso para el cambio y la reconstrucción del país es reconocer la crisis y las dimensiones de la crisis. Pero no hay que dejarse vencer por la inercia, el desánimo o la tentación de escapar. El segundo paso es asumir o reafirmar nuestra convicción de que creemos y confiamos en las capacidades, en los talentos y en el carácter emprendedor de los cubanos y cubanas.
Confiamos, a pesar de todo, en que Cuba tiene hijos e hijas, aquí y en la Diáspora, que son tan capaces, nobles, talentosos y virtuosos, como los mejores hijos de cualquier otro país. Rechazamos un criterio que, lamentablemente, se va abriendo espacio en Cuba y fuera de ella y que considera que la situación de Cuba no acaba de encontrar salidas éticas, eficaces y ágiles precisamente porque "somos cubanos". Porque la tierra sea infértil y el clima sea adverso, no vamos a condenar a la semilla.
Consideramos que este criterio, racista y autodiscriminatorio, que evidencia una especie de nacionalismo invertido, es otro fruto del fracaso antropológico del sistema ideológico impuesto por más de cinco décadas y uno de los principales mecanismos que contribuyen a la postración de muchos cubanos, a la minusvaloración foránea de nuestra capacidad como pueblo y al mantenimiento del estado de cosas en Cuba.
Confiamos en que los cubanos sabremos aprender de las lecciones de la historia pasada: como la salida de Pinochet en Chile, la eliminación del apartheid en Sudáfrica, las transiciones en Europa Central y del Este, entre otros muchos procesos de diferentes signos políticos y puntos de la cultura y la geografía. Confiamos en que sacaremos, con humildad y honestidad, también "las moralejas" del más reciente acontecer en Europa, Medio Oriente, África y América Latina.
Aprendamos de unos, de otros, de todos, aprendamos lo mejor y saquemos lecciones de lo peor. El mundo y nuestra región cambian vertiginosamente. Pongamos solo algunos ejemplos, aunque no sean ni los únicos, ni quizá los mejores, pero marcan por dónde caminan nuestros pueblos:
- Hoy en América las soluciones se buscan por el diálogo, la negociación y el consenso, no por la confrontación y las barricadas. CELAC, UNASUR, OEA cambian y buscan incluir, no excluir. La inclusión de Cuba hasta en la Cumbre de las Américas es solo un ejemplo.
- Hoy la vía pacífica triunfa en este continente. Se sientan a la mesa tanto autoridades legítimas, como guerrillas vinculadas a narcos y corruptos. Otro ejemplo son Los Diálogos de Paz de Colombia, que sepultarán, Dios mediante, la era de las guerrillas y la violencia como soluciones demostradamente fracasadas.
- Hoy, los modelos de sociedad más contradictorios, y los gobiernos que durante décadas han mantenido por ambas partes una actitud de guerra, bloqueo-embargo, y lejanías de sus propios pueblos, se abren, se acercan, negocian, establecen mecanismos de diálogo, quizá demasiado lento y asimétrico, pero canal al fin. El caso de Cuba y los Estados Unidos, el caso de Centroamérica, especialmente de Costa Rica, con los migrantes cubanos, son dos ejemplos.
- Hoy, la vía constitucional, pacífica, legal y electoral, ha marcado procesos en que los pueblos y sus autoridades están dando muestras fehacientes de que es posible un cambio por esa vía. Los ejemplos de España, Grecia, Argentina y Venezuela, lo confirman. ¿Seremos los cubanos menos que los españoles y los griegos, que los argentinos o los venezolanos? Claro que no. Tenemos los mismos defectos y las mismas virtudes de esos pueblos hermanos. Y si ellos pudieron, Cuba puede y podrá. Lo ha demostrado aquí y en todos los países a donde ha escapado en busca de libertad y progreso.
- Hoy, la unidad para el cambio pacífico se ha logrado en la más variada diversidad. El ejemplo más reciente en Venezuela lo ha demostrado. El chavismo, por su parte, se tornó diverso ante la crisis económica, política y social, y muchos ciudadanos chavistas honestos pusieron la solución de las necesidades de su pueblo por encima y primero que los grupos políticos y las ideologías sectarias. El ejército, la policía y los sectores más prudentes del gobierno de Venezuela han garantizado que este cambio transcurra en paz. Esa es una actitud digna y aconsejable para todos, Cuba incluida. La oposición, ahora reconocida como incuestionable mayoría, era considerada por el gobierno, hasta antes de las elecciones del 6 de diciembre, como una minoría, unos grupúsculos sin base social y hasta unos violentos. Sin embargo, esas minorías se unieron en la Mesa de Unidad Democrática (MUD) que fue el mecanismo de concertación que encontraron por encima de sus históricas diferencias y liderazgos.
- Hoy, la MUD no es un bloque monolítico, ni siquiera un partido o frente ideológico. Es lo mínimo para dar voz a las necesidades de los venezolanos. Por ejemplo, Leopoldo López y Henrique Capriles no coinciden en todo, pero pusieron a Venezuela por encima de sus métodos, y no se descalificaron mutuamente. Ramón Guillermo Aveledo y Jesús Torrealba han sido, fundadores unos y continuadores otros, sin reclamar para sí la paternidad de la MUD porque pusieron a Venezuela por encima de sus protagonismos, y no se descalificaron mutuamente. Henry Ramos y Julio Borges tienen partidos e ideologías diferentes, incluso este último pertenece al partido que más escaños sacó el 6 de diciembre, y pusieron a un lado sus liderazgos personales y no se descalificaron entre sí. Aprendamos bien de esto los cubanos.
- La MUD, aún después del triunfo electoral, no pudo sacar un candidato por consenso, pero no se paralizó por esto, sino que con agilidad buscó una salida electoral en su interior, con una elecciones primarias como cualquier partido del mundo. Y cada cual acató, sin separarse, la voluntad de esas elecciones internas y sin descalificarse. Todo lo contrario, Borges elogió a Ramos y este le concedió la primera palabra parlamentaria para que presentara el programa legislativo de toda la MUD. Estos seis venezolanos dignos, junto a todos los que desde el oficialismo han actuado con paz y civismo sin descalificar, han puesto, todos juntos, muy en alto el nombre de Venezuela y la confianza de los venezolanos en sí mismos. ¿No podremos los cubanos? ¿Somos tan diferentes del resto del mundo? o ¿Nos han introyectado un complejo de subalternidad e incapacidad cívica y política que nos hace creer que nosotros no podemos?
Creemos y confiamos en los cubanos y cubanas
Nosotros creemos que los cubanos y cubanas somos y seremos capaces de cambiar. Seremos capaces de escuchar las necesidades crecientes de nuestro pueblo, aquí y en cualquier lugar del mundo, y sabremos ponernos a su servicio. Los hechos lo dirán.
Nosotros creemos que la unidad en la diversidad es posible y que este proceso ya está en camino en Cuba, en Espacio Abierto de la Sociedad Civil Cubana, en la Mesa de Unidad de Acción Democrática (MUAD) y en otros proyectos cívicos y políticos incluyentes que van creciendo y madurando. El futuro lo dirá.
Nosotros creemos que van a ir desapareciendo los caudillismos, los sectarismos, y sobre todo, las descalificaciones, y esa inmadurez infantil de llevar las simpatías o antipatías personales al sagrado campo del servicio a la Nación.
Nosotros somos de los que creemos que, con el empeño de todos los cubanos de buena voluntad, se abrirán los caminos para la política como servicio al bien común y se irán cerrando las puertas, de parte y parte, a los intereses espurios, las manipulaciones foráneas, el "vivir de la política". Estamos seguros de que, como nación, iremos madurando y capacitándonos para no caer en esas tentaciones, con más formación ética, cívica y política, pero esa obra ingente requiere de un proceso de aprendizaje, maduración y altura de miras.
Nosotros creemos que los cubanos sabremos encontrar nuestros propios caminos, sin copiar ninguno, pero estudiando y aprendiendo de todos los demás. Ya lo estamos haciendo.
"Los partidos fuera, la Patria dentro"
No dejamos de recordar, también en estos momentos trascendentales para nuestra América y para Cuba, en este año 2016 en que sobrevendrán importantes acontecimientos nacionales e internacionales, aquella programática frase del delegado de Pinar del Río y Presidente de la Asamblea Constituyente de 1940, José Manuel Cortina García, refiriéndose, no a la exclusión o al desprecio del rol de los partidos, sino al supremo valor de que estos pusieran los intereses de la Nación por encima de los programas partidarios. Al comenzar los trabajos para redactar la incomparable Constitución de la República de Cuba de 1940, expresó:
“Aquí debemos apagar pasiones egoístas y estar hermanados en este sagrado propósito de trascendente creación social; y para ello es imperiosa la solidaridad nacional. ¡LOS PARTIDOS, FUERA! ¡LA PATRIA, DENTRO! Llamo la atención, señores, que esta es una Constituyente; que una Constituyente es como un altar de creación, es un templo, y en los templos cada uno está obligado a reprimir sus pasiones. Todos tenemos pasiones en el corazón; todos tenemos fanatismos pero, señores, en momentos peligrosos como estos, no es el fanatismo ni la pasión lo que salva al país; a la Patria solo la salva la comprensión”.
Con este espíritu, y estimulados por el ejemplo de nuestros hermanos en todo el continente y en otras partes del mundo, tenemos la serena convicción de que hay cubanas y cubanos caminando por nuestras calles y campos, que tienen la virtud, la entereza ética, el espíritu de entrega y sacrificio, la formación cívica y política, la experiencia y la juventud, la serenidad, el empuje necesario y la firme decisión de permanecer aquí, para que Cuba cambie, y cambie hacia una convivencia pacífica, civilista, emprendedora, próspera y abierta al mundo.
Pinar del Río, 28 de enero de 2016
163° aniversario del nacimiento de José Martí,
Apóstol de la unidad en la diversidad.
[Este editorial fue publicado originalmente en la revista Convivencia]