Mientras en un vetusto Fiat 125 conducía rumbo al oeste de La Habana, dejando atrás las edificaciones desvencijadas de la calle Monte, Diego Perea (nombre ficticio), almacenero de un complejo de tiendas pertenecientes al conglomerado militar GAESA, recordaba sus más de veinte años en ese oficio.
“Trabajar en empresas militares no siempre fue malo. A finales de 1990, por 200 dólares compré una plaza de ayudante de almacén. En tres meses recuperé el dinero. Cuando en 1994 las tiendas en divisas se abrieron para todos los cubanos (antes de esa fecha eran exclusivamente para extranjeros), en esta 'pincha' se buscaba dinero”, señala Perea, y agrega:
“Había menos controles y tremenda corrupción. Ahora sigue la corrupción, pero hay más controles. Si antes el billete mojaba a todo el mundo, ahora moja a un puñado de caciques. Hace quince años, desde el dependiente de un kiosco hasta el almacenero de una tienda, por la izquierda ganaban lo suficiente para mantener a la familia, vacilar y comprarse una moto. Actualmente hay que pulirla pa’buscar cuatro pesos. Si te pillan fachando (robando), el primer bounce (salto) lo das en la prisión. GAESA, CIMEX, CUBALSE, Palmarés o Palco son empresas de militares, ya sean del MINFAR o el MININT, o del Consejo de Estado, que son los que más mean. Hace un par de años la cosa está malísima. Hay que estar quieto en base”.
Perea asegura que los salarios “siempre fueron bajos, entre 250 y 400 pesos mensuales, según la plaza, y 10 pesos convertibles (cuc) al mes como estimulación salarial. Las condiciones laborales al principio eran buenas, con almuerzo y merienda incluidos, pero hoy la mayoría de los establecimientos no tienen almuerzo. Tienes que trabajar con el aire acondicionado apagado para ahorrar combustible y por falta de mantenimiento, los equipos y los inmuebles están deteriorados. El sindicato es un guardián fiel de los jefes. Cotizas todos los meses y cuando te lo piden, debes participar en marchas o actos de repudio a los disidentes. Si te quejas mucho, te enseñan la puerta para que te vayas”.
Justo en el corazón de la ciudad, custodiado por el Parque Central y su estatua marmórea de José Martí, el remozado Capitolio que se inaugurará en 2019 como parlamento nacional y el Gran Teatro de La Habana, rebautizado con el nombre de Alicia Alonso, se erige el Gran Hotel Manzana Kempinski.
El antaño populoso centro comercial Manzana de Gómez, con sus tiendas, aulas y oficinas -y hasta un busto del mártir comunista Julio Antonio Mella-, fueron reemplazados y transformados en el primer hotel cinco estrellas plus de Cuba. La administración la ejercerá Kempinski, reputada cadena hotelera germano-suiza fundada en 1897.
Según un despacho de Europa Press del pasado mes de marzo, el hotel se edificó con capital cien por ciento cubano. La ejecución de las obras estuvo a cargo de la Inmobiliaria Almest, la Asociación Económica Internacional Unión de Construcciones Militares-Bouygues (esta última perteneciente a la constructora francesa Bouygues Bâtiment International) y la Empresa Restaura, de la Oficina del Historiador de la Ciudad.
Luis, electricista que laboró en la construcción del Manzana Kempinski, rememora: “Los jefes de Construcciones Militares eran unos nazis. Al inicio, para las labores más duras, trajeron reclutas del servicio militar que se encargaron de demoler y acarrear escombros. La comida, de perros, y el salario, aunque trabajaras doce o trece horas, no llegaba a 800 pesos al mes (unos 35 dólares). Cobrar la estimulación en divisas era un problema. Yo cumplía varios parámetros y debía cobrar 60 chavitos (cuc), pero solo me pagaban la mitad. Y si protestabas o reclamabas, te catalogaban de contrarrevolucionario”.
Pero la ofensa mayor, recuerda Luis, “fue la contratación de obreros de la India, a quienes les pagaban entre 1,500 y 2,000 dólares mensuales. Si a los cubanos nos hubiera pagado esos salarios, lo hubiéramos hecho con la misma calidad de los indios. Trabajar en una empresa militar es lo peor que me ha pasado en la vida. Además de pagarte poco, te tratan como en la época de los señores feudales”.
En la planta baja del Manzana Kempinski se ubican algunas de las tiendas más caras del Caribe. Muchos cubanos suelen hacerse selfies ante el rótulo del precio de una cámara fotográfica que ronda los 7.000 CUC o una joya que supera los 24.000. Ese capitalismo de lujo, de mira y no se toca, sirve de distracción y tour urbano para numerosas familias habaneras, las cuales los fines de semana, detrás de las vidrieras, contemplan lo que jamás podrían comprarse.
Caminando por las galerías de tiendas del hotel, un mestizo de corpachón pulido en sesiones de gimnasio, vestido con pantalón gris y un saco beige que le hace sudar en pleno verano, regaña a las personas que se tiran fotos o se conectan a la red wifi de la instalación turística. “Asere, me da tremenda pena, pero son órdenes de los directivos”.
"El salario de él como custodio es una m...", dice una mucama, quien aprovecha para aclarar que “la gente piensa que al trabajar en un hotel super lujoso ganamos una pasta. Nada de eso. Yo, por atender diez o doce habitaciones diariamente, gano 300 pesos al mes. La estimulación salarial es de 10 fulas (CUC) y no puedo aceptar regalos de los huéspedes. Sobrevivo con las propinas. Mucha exigencia y poca paga”.
A 600 kilómetros al este de La Habana, en el hotel Memories Flamenco, en Cayo Coco, emporio turístico de la provincia Ciego de Ávila, también se quejan del maltrato laboral y los bajos salarios. Una empleada intenta ser más gráfica a la hora de describir sus precarias condiciones de trabajo. “¿Tú te acuerdas de El diablo se viste de Prada, aquella película de Meryl Streep? Pues así más o menos son los jefes militares. Lo de ellos es recaudar dólares y más dólares. Los trabajadores que se j.... Piensan que te están haciendo un favor, por trabajar con aire acondicionado y rodeado de turistas extranjeros. Mientras la comida se bota en las mesas buffet, nosotros almorzamos arroz congrí y croquetas de apéame uno”.
El profesor universitario estadounidense William LeoGrande ha afirmado que es falso que el 60 por ciento de la empobrecida economía cubana sea administrada por empresas militares. Pero Ricardo, ex contable de GAESA, asevera que “donde quiera que en la isla se mueve un dólar, o su moneda camuflada, el peso convertible, detrás siempre habrá una empresa militar o del Consejo de Estado”.
En opinión de Ricardo, la estrategia de acopiar la mayor cantidad posible de divisas la diseñó Fidel Castro a fines de la década de 1970, cuando comenzaron los viajes de la Comunidad Cubana en el Exterior, sobre todo de la Florida.
“Nunca el gobierno ha hecho público el monto de las divisas que entran al país por concepto de remesas. Si tomamos como válida los más de 3.000 millones anuales calculados por The Havana Consulting Group, entonces las remesas constituyen la segunda economía, detrás de la exportación de servicios médicos. Y de acuerdo a mis cálculos, si a las remesas sumamos los gastos de los cubanoamericanos cuando visitan Cuba, probablemente entre remesas y el dinero que dejan aquéllos que una vez llamaron 'gusanos', sea la primera industria nacional”, afirma Ricardo.
Martí Noticias charló con una docena de dependientes, mucamas, custodios, pisteros y empleados de entidades militares. El denominador común son las quejas por malos tratos y bajos salarios. A pesar de esa realidad, ¿por qué entonces se pagan hasta 600 CUC por una plaza en una tienda de divisas administrada por militares?
Una jefa de turno en un centro comercial de la capital, considera que lo pagan “porque la gente piensa que ya dentro, puede 'inventar' y recuperar ese dinero. Por eso existe el negocio de la compra y venta de plazas. Pero como en Cuba todo es cíclico, los que entran a trabajar en empresas controladas por los guardias, piensan que en cualquier momento volverá la época de las vacas gordas”. Un eufemismo que oculta la palabra correcta: robar.
Desde España, vía Facebook, un ex almacenero de una tienda TRD Caribe, da un consejo a los que trabajan en empresas militares: “Si tienes posibilidad de hacer dinero, no lo pienses dos veces, lárgate de Cuba. Aquello no tiene arreglo".