Las oficinas de turismo del hotel Inglaterra, en La Habana, nunca suelen estar desocupadas. Y en la etapa de abril a septiembre, conocida como "baja" en Cuba, las ventas de paquetes 'todo incluido' por tres noches se venden como pan acabado de salir del horno.
Carlos, un joven peinado al pincho, de la empresa Cubanacán, hace rato dejó de asombrarse del crecimiento en flecha del turismo local. "Asciende a casi un 20% anual el número de cubanos que se pasan una corta jornada en Varadero, Cayo Coco o Cayo Guillermo. Este año, debido al aumento de trabajadores por cuenta propia y al monto de las remesas giradas, que superaron los 2 mil millones de dólares, se espera que las cifras aumenten entre un 30 o 35%”, expresa.
En casi todos los hoteles habaneros existen oficinas de turismo. De varias cadenas, como en Cuba llaman a este tipo de empresas. También en los grandes centros comerciales, al estilo de Carlos III. Cada cadena viste a sus promotores de ventas con pulóvers con un logotipo y un color identificativos.
Cuando en 2008 el General Raúl Castro autorizó que los cubanos podían tener un móvil o echarse en la tumbona de un hotel a beber piña colada con ron, no fue un gesto de altruismo. Solo estaba cumpliendo el artículo 43 de la Constitución, proclamada en 1976 y reformada en 1992, que textualmente dice:
El Estado consagra el derecho conquistado por la Revolución de que los ciudadanos, sin distinción de raza, color de la piel, sexo, creencias religiosas, origen nacional y cualquier otra lesiva a la dignidad humana:
tienen acceso, según méritos y capacidades, a todos los cargos y empleos del Estado, de la Administración Pública y de la producción y prestación de servicios;
ascienden a todas las jerarquías de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y de la seguridad y orden interior, según méritos y capacidades;
perciben salario igual por trabajo igual;
disfrutan de la enseñanza en todas las instituciones docentes del país, desde la escuela primaria hasta las universidades, que son las mismas para todos;
reciben asistencia en todas las instituciones de salud;
se domicilian en cualquier sector, zona o barrio de las ciudades y se alojan en cualquier hotel;
son atendidos en todos los restaurantes y demás establecimientos de servicio público;
usan, sin separaciones, los transportes marítimos, ferroviarios, aéreos y automotores;
disfrutan de los mismos balnearios, playas, parques, círculos sociales y demás centros de cultura, deportes, recreación y descanso.
El gobierno demoró bastante en darse cuenta que los cubanos eran seres normales y también aspiraban a poder recrearse como los extranjeros. No existían argumentos para seguir siendo ciudadanos de cuarta categoría en tu patria. Fidel Castro, a conciencia, se saltaba la Carta Magna. Y el apartheid turístico era brutal. El solo hecho de sentarse en el lobby de un hotel cinco estrellas podía ser un indicio sospechoso y la seguridad del lugar te acribillaba a preguntas y luego te echaba.
Subir a la habitación de un turista o amigo foráneo estaba prohibido. Y pasar una noche en el Meliá Cohíba, un imposible. Muchos cubanos conocían los hoteles cuando caminaban por los alrededores o mediante fotos y postales.
Si reincidías en el “delito” de tomarte un 'cuba libre' en la barra de un hotel -hasta 1993 la tenencia de divisas era ilegal para los nacionales- se te abría un expediente policial. Incluso cuando se legalizó el dólar, hubo cubanos asiduos a los bares de los hoteles que fueron criminalizados como presuntos jineteros.
Todo cambió de golpe en 2008. Al principio, las cifras de turistas locales eran simbólicas. Posteriormente, de manera espectacular, comenzaron a crecer. Lo habitual es alquilar por 72 horas en un hotel. A veces una sola noche. Siempre en la modalidad de 'todo incluido'. Después de 50 años de racionamiento, a los cubanos les apetece poder comer y beber libremente.
¿Por qué un obrero o un empleado que gana el equivalente a 20 dólares al mes es capaz de sacrificarse y pagar tres noches en un hotel de 4 o 5 estrellas a un precio que significa su salario neto de año y medio?
La razón principal es que ellos quieren sentirse personas. Y disfrutar los encantos naturales de su país. Cenar todo tipo de carnes, pescados, mariscos y quesos, servidos en una gigantesca mesa buffet. Debido a la crisis económica estacionaria que sacude la isla desde 1989, beber ron o cerveza de calidad es un lujo. Y ni soñar con almorzar bistec de res o un enchilado de langosta.
Poder dormir tres noches en una confortable habitación con aire acondicionado central; baños con agua fría y caliente; camas de buenos colchones, con sábanas cambiadas todas las mañanas y, un televisor donde no es delito ver canales foráneos, es ahora mismo un sueño para cualquier cubano.
La mayor parte de la financiación del turismo doméstico proviene de compatriotas residentes en Estados Unidos y Europa, quienes trabajan duro para ayudar monetariamente a los suyos en Cuba y para que de vez puedan veranear con sus familias. Los músicos, artistas plásticos o deportistas de renombre autorizados a viajar al exterior también tienen esa posibilidad.
Igualmente los médicos, técnicos y especialistas que han formado parte de misiones internacionalistas. Además de reparar su casa y comprar electrodomésticos, pueden tomar el sol en la playa de Santa Lucía o en alguno de los paradisíacos cayos que rodean la isla.
De cualquier manera, hacer turismo dentro de Cuba sigue siendo prohibitivo para la inmensa mayoría de la población. En los calurosos meses de julio y agosto, un gran número de cubanos tiene que conformarse con nadar en playas en mal estado o en arrecifes costeros. Y con suerte, alquilar un fin de semana en un atestado campismo popular. Es lo que les toca.
Carlos, un joven peinado al pincho, de la empresa Cubanacán, hace rato dejó de asombrarse del crecimiento en flecha del turismo local. "Asciende a casi un 20% anual el número de cubanos que se pasan una corta jornada en Varadero, Cayo Coco o Cayo Guillermo. Este año, debido al aumento de trabajadores por cuenta propia y al monto de las remesas giradas, que superaron los 2 mil millones de dólares, se espera que las cifras aumenten entre un 30 o 35%”, expresa.
En casi todos los hoteles habaneros existen oficinas de turismo. De varias cadenas, como en Cuba llaman a este tipo de empresas. También en los grandes centros comerciales, al estilo de Carlos III. Cada cadena viste a sus promotores de ventas con pulóvers con un logotipo y un color identificativos.
Cuando en 2008 el General Raúl Castro autorizó que los cubanos podían tener un móvil o echarse en la tumbona de un hotel a beber piña colada con ron, no fue un gesto de altruismo. Solo estaba cumpliendo el artículo 43 de la Constitución, proclamada en 1976 y reformada en 1992, que textualmente dice:
El Estado consagra el derecho conquistado por la Revolución de que los ciudadanos, sin distinción de raza, color de la piel, sexo, creencias religiosas, origen nacional y cualquier otra lesiva a la dignidad humana:
tienen acceso, según méritos y capacidades, a todos los cargos y empleos del Estado, de la Administración Pública y de la producción y prestación de servicios;
ascienden a todas las jerarquías de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y de la seguridad y orden interior, según méritos y capacidades;
perciben salario igual por trabajo igual;
disfrutan de la enseñanza en todas las instituciones docentes del país, desde la escuela primaria hasta las universidades, que son las mismas para todos;
reciben asistencia en todas las instituciones de salud;
se domicilian en cualquier sector, zona o barrio de las ciudades y se alojan en cualquier hotel;
son atendidos en todos los restaurantes y demás establecimientos de servicio público;
usan, sin separaciones, los transportes marítimos, ferroviarios, aéreos y automotores;
disfrutan de los mismos balnearios, playas, parques, círculos sociales y demás centros de cultura, deportes, recreación y descanso.
El gobierno demoró bastante en darse cuenta que los cubanos eran seres normales y también aspiraban a poder recrearse como los extranjeros. No existían argumentos para seguir siendo ciudadanos de cuarta categoría en tu patria. Fidel Castro, a conciencia, se saltaba la Carta Magna. Y el apartheid turístico era brutal. El solo hecho de sentarse en el lobby de un hotel cinco estrellas podía ser un indicio sospechoso y la seguridad del lugar te acribillaba a preguntas y luego te echaba.
Subir a la habitación de un turista o amigo foráneo estaba prohibido. Y pasar una noche en el Meliá Cohíba, un imposible. Muchos cubanos conocían los hoteles cuando caminaban por los alrededores o mediante fotos y postales.
Si reincidías en el “delito” de tomarte un 'cuba libre' en la barra de un hotel -hasta 1993 la tenencia de divisas era ilegal para los nacionales- se te abría un expediente policial. Incluso cuando se legalizó el dólar, hubo cubanos asiduos a los bares de los hoteles que fueron criminalizados como presuntos jineteros.
Todo cambió de golpe en 2008. Al principio, las cifras de turistas locales eran simbólicas. Posteriormente, de manera espectacular, comenzaron a crecer. Lo habitual es alquilar por 72 horas en un hotel. A veces una sola noche. Siempre en la modalidad de 'todo incluido'. Después de 50 años de racionamiento, a los cubanos les apetece poder comer y beber libremente.
¿Por qué un obrero o un empleado que gana el equivalente a 20 dólares al mes es capaz de sacrificarse y pagar tres noches en un hotel de 4 o 5 estrellas a un precio que significa su salario neto de año y medio?
La razón principal es que ellos quieren sentirse personas. Y disfrutar los encantos naturales de su país. Cenar todo tipo de carnes, pescados, mariscos y quesos, servidos en una gigantesca mesa buffet. Debido a la crisis económica estacionaria que sacude la isla desde 1989, beber ron o cerveza de calidad es un lujo. Y ni soñar con almorzar bistec de res o un enchilado de langosta.
Poder dormir tres noches en una confortable habitación con aire acondicionado central; baños con agua fría y caliente; camas de buenos colchones, con sábanas cambiadas todas las mañanas y, un televisor donde no es delito ver canales foráneos, es ahora mismo un sueño para cualquier cubano.
La mayor parte de la financiación del turismo doméstico proviene de compatriotas residentes en Estados Unidos y Europa, quienes trabajan duro para ayudar monetariamente a los suyos en Cuba y para que de vez puedan veranear con sus familias. Los músicos, artistas plásticos o deportistas de renombre autorizados a viajar al exterior también tienen esa posibilidad.
Igualmente los médicos, técnicos y especialistas que han formado parte de misiones internacionalistas. Además de reparar su casa y comprar electrodomésticos, pueden tomar el sol en la playa de Santa Lucía o en alguno de los paradisíacos cayos que rodean la isla.
De cualquier manera, hacer turismo dentro de Cuba sigue siendo prohibitivo para la inmensa mayoría de la población. En los calurosos meses de julio y agosto, un gran número de cubanos tiene que conformarse con nadar en playas en mal estado o en arrecifes costeros. Y con suerte, alquilar un fin de semana en un atestado campismo popular. Es lo que les toca.