Hace poco más de dos semanas buena parte de la prensa internacional recibía con alegría y optimismo el anuncio del presidente norteamericano, Barack Obama, sobre la normalización de relaciones con La Habana. Fue una de esas noticias que generó gran emoción en todo el mundo y comportó, al mismo tiempo, que se renovaran, una vez más, las esperanzas para un cambio real y definitivo de dinámicas en la Isla. En algunos titulares se celebraba la "caída" del "otro muro". ¿Exceso de optimismo? ¿Sed de titulares históricos?
Lo cierto es que dos semanas después de esa noticia de excepcional impacto mediático, el régimen de La Habana confirmó con hechos concretos que no existe ningún tipo de voluntad para cambiar políticamente. Ya lo advirtió Raúl Castro en su discurso en paralelo al de Obama. Que no había voluntad de cambio lo confirmaba entonces tanto el contenido como la forma de su discurso (¿tiene asesores de imagen La Habana?). El dictador daba la bienvenida a la normalización de relaciones diplomáticas y comerciales con Estados Unidos mientras advertía que la impostada monserga comunista seguiría.
El régimen inicia el año con un único objetivo que es el de aumentar su capacidad de acumulación de capital para empastar un sistema en el que ya solo pueden aspirar a tener un futuro de progreso aquellos que se incluyan en un círculo de corrupción y nepotismo sin control alguno por parte de la ciudadanía, sujeta a unas condiciones que no son las que vive la élite, parafraseando a Pablo Iglesias, la casta castrista.
El performance de Tania Bruguera, abortado por el régimen sin ningún tipo de contemplaciones, ha sido útil, como ha afirmado la propia artista, para quitar la máscara a algunos en "un momento histórico" que buscaba escribir la historia dejando al margen a los que tienen que ser los principales protagonistas de este nuevo capítulo: los cubanos, en toda su diversidad.
Así como la acción artística de Bruguera ha sido muy oportuna, la reacción del régimen, con una serie de detenciones injustas e insultantes, ha sido demencial. La acción de Bruguera no es más que la consecuencia necesaria y lógica de la acción de un Gobierno que sigue negando la libertad a sus ciudadanos, que mantiene las instituciones secuestradas y que debe o ceder de algún modo a las demandas democráticas o bien ser desplazado. Sin medias tintas.
Cuba necesita reemplazar a sus dirigentes de forma urgente. Esperemos que la sociedad civil en la Isla tenga el apoyo y fuerza suficiente para continuar con este pulso contra un régimen debilitado, y que se ve acorralado en su fase final.
Puede haber normalización de relaciones diplomáticas y comerciales, pero la auténtica normalización, que es la más importante, es la que se establezca entre un Gobierno y el pueblo. Hoy los puentes entre el Gobierno cubano y el pueblo están más dinamitados que nunca. Su reconstrucción solo la puede atacar una fuerza nueva, regenerada y democrática, conocedora de la diversidad de un país e implicada en la construcción de un país nuevo, con un Estado comprometido con la dignidad humana.