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Diseños feos y mala elaboración: marca del socialismo cubano


Venta de alimentos Reporta Cuba Foto Mario Hechavarria
Venta de alimentos Reporta Cuba Foto Mario Hechavarria

El mal gusto, lentitud en el servicio y elaboración gastronómica al estilo de un campamento militar es típico en los sistemas de corte marxista.

En una pequeña panadería situada en la avenida Santa Catalina, a treinta minutos del centro de La Habana, en un estante de pinotea descansa una colección de dulces y panes mal elaborados rodeados de moscas.

Palitroques a diez pesos el paquete, galletas panaderas a igual precio; a peso panecillos redondos de color amarillento por el exceso de bijol que le impregnan los panaderos, y a cinco pesos unas flautas mustias de corteza dura y seca confeccionados sin aceite.

En la parte alta del anaquel, una gama de dulces chapuceros. Tatianof, militones, rosquitas y un remedo de las torticas de Morón. La higiene de la panadería asusta. Una señora con un gorro blanco despacha y cobra, lo mismo con una mano que con otra.

A doscientos metros de esta panadería estatal, en la frontera entre las barriadas de La Víbora y Santos Suárez, en un antiguo garaje funciona un negocio particular que oferta panes y dulces con una mejor elaboración y presentación.

Envueltos en bolsos estampados de nailon venden galletas de mantequilla con sabor a ajo, mantequilla, pie de coco o guayaba, pan suave y una variedad de dulces.

Adrián, el dueño, aclara que él no elabora los productos. “Por encargo me traen los panes, galletas y dulces. Los paquetes de galletas los compro a 18 pesos y los vendo a 25. En cada producto gano de dos a ocho pesos”.

En La Habana existen una serie de elaboradores privados que confeccionan panes y dulces con la materia prima que salen por la puerta de atrás de las panaderías estatales.

Una mujer vende bebidas como cuentapropista en un barrio de La Habana. EFE
Una mujer vende bebidas como cuentapropista en un barrio de La Habana. EFE

“En muchos casos, los panes y dulces se confeccionan en panaderías del Estado. Luego de elaborar el pan que se distribuye a la población por la libreta, en mi panadería por la noche hacemos varios carros de panes para negocios privados”, expresa Silvio, jefe de almacén de una panadería en el municipio Cerro.

Aunque se confecciona con la misma materia prima, la diferencia cualitativa es notable. “Brother, es que se paga diferente. Los cuentapropistas pagan el pan alargado de perros calientes o el redondo de hamburguesas, a dos pesos cada uno y exigen calidad, igual que con los dulces. Entonces del aceite y otros insumos que raspamos de la producción estatal sacamos la particular, que nos deja más ganancias. Yo me busco trescientos pesos diarios con la venta de pan y dulces a los dueños de cafeterías particulares”, confiesa un panadero.

El mal servicio, higiene deplorable y pésima elaboración es el sello de la producción estatal. Dentro de Cuba cohabitan dos mundos paralelos. El sector que vende en moneda dura y la red gastronómica y tiendas que ofertan con el inoperante peso.

La administración pública, que engloba al ochenta por ciento de los trabajadores en la Isla, paga con la devualada moneda nacional. Si usted visita el Centro Comercial de Carlos III, en el corazón de la ciudad, no encontrará grandes diferencias visuales si lo compara con un mall de Miami.

Luces, pantallas planas, anuncios comerciales, boutiques de marcas y cafeterías de servicio rápido. La mayor diferencia, aparte de la variedad y calidad del surtido, la encontrará en la atención al consumidor. En las tiendas cubanas por divisas al cliente lo tratan como a un intruso. Y es habitual encontrar los aires acondicionados rotos o apagados para ahorrar combustible.

Barrio de Alamar, Habana del este, Cuba.
Barrio de Alamar, Habana del este, Cuba.

Donde la oferta y calidad del diseño se asemeja al capitalismo es en los negocios particulares. Sobre todo los de primer nivel. Casas convertidas en restaurantes decoradas con buen gusto y menú gourmet. Hostales con un trato y comodidad superior a un hotel cinco estrellas de una cadena estatal.

El mal gusto, lentitud en el servicio y elaboración gastronómica al estilo de un campamento militar es típico en los sistemas de corte marxista.

Observe el diseño de un auto de la era soviética. Uno se pregunta cómo alemanes tan creativos, capaces de producir excelentes Mercedes Benz, fabricaban aquellos espantosos Trabant en la extinta RDA.

Repase las fotos de los barrios proletarios construidos en los países comunistas o de corte autocráticos. Da igual que sea en Moscú, Leipzig, Pyongyan, La Habana o Caracas. En Venezuela, el programa Misión Vivienda entrega las casas pintadas de rojo y blanco con el logotipo de la mirada de Hugo Chávez en la fachada. En Alamar, un barrio al este de la capital, no llegaron a tanto, pero igualmente son edificios chapuceros construidos con materiales de pésima calidad, carentes de servicios complementarios y pésimo drenaje.

En el actual sector inmobiliario, las edificaciones construidas después de la llegada al poder de Fidel Castro son las peor valoradas. El Ministerio de la Construcción entrega casas con piso de cemento pulido y sin puertas o ventanas. Les llaman ‘casas de bajo costo’.Solo la perentoria necesidad de vivienda obliga a sus inquilinos a residir en ellas.

En La Habana existe una cadena de tiendas, llamadas Comisionistas, donde se venden productos elaborados en industrias estatales. Jabones sin envoltorios, juguetes plásticos, muebles y herrajes de plomería de aterradora factura obligan a preguntarse por qué el diseñador no es condenado a cadena perpetua.

La fealdad y mal servicio permean la sociedad cubana. Calles repletas de baches, transporte urbano que no funciona, tiendas y restaurantes estatales que pueden mutar a un pacífico ciudadano en un asesino en serie.

Si usted desea adquirir artículos con una mejor calidad y presentación, tiene que pagarlo en divisas. Las mejores casas y urbanizaciones fueron construidas durante ‘la corrupta república mediatizada’. Barrios elegantes como Miramar, Siboney o Cubanacán hoy están ocupados por mandarines de la burguesía verde olivo. Personajes que promueven lo feo para la plebe, mientras ellos residen en residencias hermosas. Al final una revolución es eso: confiscar las propiedades de otros y adueñárselas para sí.

El resto es un cuento de tontos.

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    Iván García, desde La Habana

    Nació en La Habana, el 15 de agosto de 1965. En 1995 se inicia como periodista independiente en la agencia Cuba Press. Ha sido colaborador de Encuentro en la Red, la Revista Hispano Cubana y la web de la Sociedad Interamericana de Prensa. A partir del 28 de enero de 2009 empezó a escribir en Desde La Habana, su primer blog. Desde octubre de 2009 es colaborador del periódico El Mundo/América y desde febrero de 2011 también publica en Diario de Cuba.

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