No sabemos nada de un juego, y nos percatamos que los demás ganan, y ahí nos lanzamos barranco abajo. Son los espejismos que produce lo que parece fácil.
Pero lo que parece fácil suele no serlo porque no lo hemos estudiado, y son los profesionales quienes nos confunden con su agilidad. Y en ese intento de aficionado perdemos dinero. Y las cartas son peligrosas, adictivas, y el póker es una carrera cuesta arriba para poder vivir de él.
Ernesto Alvarez quiere ser el primer campeón de póker cubano, pero no vive aún del juego, lo usa como una entrada adicional. Gana más de lo que pierde porque lo lleva estudiando por años. Hay una combinación necesaria, imprescindible, se trata de matemática y memoria, amén de controlar el ego y conocer a los rivales.
“No voy a un casino a hacer amigos. Voy a quitarle el dinero al tipo que está sentado a mi lado”. Así de pragmático es Ernesto. Pero si él juega bien, su primo Julio Fernández juega mejor, a tal punto que Ernesto le teme.
Las visiones sobre el póker no son exactas, Ernesto asegura: “Si tú no respetas tu dinero, todo el mundo te lo va a quitar”, pero Julio discrepa: “Cuando yo pongo el dinero en la mesa ya ese dinero está perdido”.
Ambos se lo toman en serio. Perder miles de dólares jugando póker…. ¡No es cosa de juegos!