La revista The Economist propone un escenario para solucionar la actual crisis política en Venezuela, la nación chavista que asegura está a punto de convertirse en un modelo mucho peor que Cuba o China.
"Venezuela afirma tener más petróleo que Arabia Saudita, pero sus ciudadanos tienen hambre. Un asombroso 93% de ellos dicen que no pueden pagar los alimentos que necesitan, y tres cuartas partes han perdido peso en el último año. El régimen que causó esta tragedia previsible profesa gran amor por los pobres. Sin embargo, sus funcionarios han malversado miles de millones, convirtiendo a Venezuela en el país más corrupto de América Latina, así como en el más ineptamente gobernado. Es un ejemplo de libro de texto de por qué la democracia importa: las personas con gobiernos malos deben poder librarse de esos vagos. Es quizás por eso que el presidente Nicolás Maduro está tan ansioso por ahogar lo poco que queda de democracia en Venezuela", apunta The Economist.
En el artículo "Frente a la catástrofe: ¿Cómo lidiar con Venezuela?" se advierte que Maduro usará la constituyente para perpetuar su impopular régimen socialista, completar la destrucción de los poderes del parlamento, ahora controlado por la oposición, y quebrantar la integridad de las elecciones presidenciales del próximo año.
"Los opositores dicen que la asamblea instalará el comunismo al estilo cubano. Por lo menos, su creación provocará más violencia en un país donde las calles ya están asfixiadas en gases lacrimógenos y cubiertas de cartuchos de escopetas policiales. En casi cuatro meses de protestas, más de 100 personas han muerto; cientos más han sido encarceladas por motivos políticos. Todo esto enfurece a los venezolanos. También debería alarmar al mundo exterior".
The Economist vaticina que a fines de este año, el colapso económico de Venezuela, será el más pronunciado en la historia moderna de América Latina y por una causa ideológica.
"Siguiendo el ejemplo de su difunto mentor, Hugo Chávez, Maduro dilapida los fondos públicos, sobre todo con sus partidarios. Los débiles precios del petróleo y la inepta gestión resultan en que ahora no puede pagar sus cuentas. Así que imprime dinero sin respaldo y culpa a los especuladores por la inflación resultante, que se espera que este año supere el 1.000%. El precio de los dólares estadounidenses en el mercado negro equivale ahora a alrededor de 900 veces el tipo oficial. Los controles de precios y la expropiación de empresas privadas han llevado a escasez de alimentos y medicinas. Con los hospitales vacíos de suministros, la tasa de mortalidad materna aumentó un 66% el año pasado. Los funcionarios lucran flagrantemente con su acceso a divisas y bienes básicos. Venezuela se ha convertido en una ruta favorita del narcotráfico, y está inundada de armas".
La revista pronostica además un aumento considerable en la emigración que convierte al gobierno venezolano en una amenaza para la región, así como para su propio pueblo.
Para solucionar la crisis The Economist propone una "transición negociada" (Maduro terminaría su mandato pero respetaría la constitución y el parlamento, liberaría a los presos políticos y garantizaría que las dilatadas elecciones regionales y la contienda presidencial del próximo año se celebren con limpieza) pero, al mismo tiempo, alerta que un intento similar fracasó en el 2016 y que hoy día nada indica que Maduro y sus compinches vayan a entregar voluntariamente el poder.
El artículo describe a la oposición como "una alianza variopinta con demasiadas ambiciones personales y poca cohesión" que debe hacer mucho más para convertirse en un gobierno alternativo creíble, algo que incluye "acordar un solo líder".
"Algunos en la oposición creen que todo lo que se necesita para desencadenar el colapso del régimen es incrementar las protestas. Eso suena a fantasía. Maduro todavía puede contar con las fuerzas armadas, con las que cogobierna. En la economía estatizada de Venezuela controla todo el dinero remanente, y conserva el respaldo de una cuarta parte de los venezolanos, suficientes para poner en la calle a sus simpatizantes. Y además, cuenta con el consejo de oficiales de la seguridad cubana, que son expertos en represión selectiva", advierte The Economist.
Sobre la presión internacional, el análisis reconoce que Venezuela está mucho más aislada ahora, tras haber sido suspendida del bloque Mercosur, aunque no consiguió una suspensión similar en la Organización de Estados Americanos (OEA) gracias al respaldo de sus aliados ideológicos y algunos estados insulares caribeños a los que ofrece petróleo barato y la débil presión diplomática ejercida por EEUU.
Al mismo tiempo advierte que sanciones como prohibir la importación de petróleo venezolano o a empresas estadounidenses operar en la industria petrolera de Venezuela serían un error pues Maduro encontraría nuevos compradores para su petróleo en cuestión de meses y la gente común sería la más afectada y entonces "la afirmación vacía de Maduro de que enfrenta una “guerra económica” del “imperio” tendría algo de sustancia".
La Unión Europea y América Latina deben tomar medidas similares a las adoptadas por el gobierno de Trump el pasado 26 de julio cuando impuso sanciones a funcionarios venezolanos involucrados en el proyecto de asamblea constituyente, o sospechosos de corrupción o abusos contra los derechos humanos. "A estos funcionarios se les han retirado las visas, y los bancos y empresas estadounidenses tienen prohibido hacer negocios con ellos. Este esfuerzo podría intensificarse presionando a los bancos a revelar información vergonzante sobre funcionarios que han escondido en el extranjero fondos públicos robados".
Además recomienda que el garrote de las sanciones individuales se combine con la oferta de negociaciones, gestionadas por gobiernos extranjeros al mismo tiempo pone sobre la mesa la posibilidad de incluir un acuerdo de inmunidad legal para altos funcionarios chavistas, algo que la publicación reconoce como "un punto amargo pero necesario para lograr una transición pacífica de regreso a la democracia".
Finalmente esboza la alternativa de "un deslizamiento a la violencia generalizada, de la que Maduro sería plenamente responsable".
"Ya hay señales de anarquía, con radicales en ambos lados que se salen del control de sus líderes. En lugar de una segunda Cuba o una China tropical, la Venezuela chavista, con su corrupción, sus pandillas e ineptitud, corre el riesgo de convertirse en algo mucho peor", concluye The Economist.
[Basado en un artículo de The Economist . Traducción Rolando Cartaya]