La propaganda y las autoridades rusas intentan actuar de acuerdo con las demandas públicas de los ciudadanos, pero no logran resolver los problemas reales del país, escribe la Fundación Jamestown.
El final del año pasado estuvo marcado por una nueva "alarma" para algunas élites leales a las autoridades de Rusia. Después de que las estrellas del pop rusas —que están apoyando la guerra— celebraran una fiesta a puerta cerrada con trajes demasiado reveladores, se enfrentaron a un verdadero acoso por parte de la sociedad y el Estado. La noche del 21 de diciembre, la popular bloguera, Anastasia Ivleeva, organizó una fiesta "casi desnuda" a la que fueron invitados muchos representantes del mundo del espectáculo ruso, incluidos aquellos que apoyaron públicamente la guerra. Sin embargo, después de la publicación de fotos de la fiesta, diferentes representantes de los movimientos públicos indignados, incluidos "miembros de la operación militar especial", grabaron sus opiniones de que los famosos estaban "corrompiendo a la juventud", mientras que los "militares rusos siguen perdiendo la vida".
Posteriormente, contra los participantes y los organizadores de la fiesta desnuda empezó una ola de represión. Se iniciaron auditorías policiales y fiscales en relación con los organizadores del evento, sus participantes, a pesar de una disculpa pública, fueron boicoteados en televisión y se comenzaron a presentar demandas judiciales civiles por parte de "ciudadanos ofendidos" contra Ivleeva. Los principales medios de comunicación rusos se sumaron al acoso y comenzaron a publicar listas completas de los invitados a la fiesta. Además de todo, el Tribunal Lefortovsky de Moscú reconoció el evento como "propaganda de relaciones sexuales no tradicionales".
Teniendo en cuenta la reacción de las agencias gubernamentales y los propagandistas, no hay duda de que la campaña mediática para tildar a las celebridades de "culpables" fue iniciada por las autoridades. Su objetivo no es sólo un intento de obligar a los representantes del mundo del espectáculo a demostrar más activamente su apoyo a la guerra y la "unidad con el pueblo", sino también reflejar una determinada petición popular.
De hecho, incluso antes del comienzo de la invasión a gran escala, ni siquiera los medios estatales ocultaron el hecho de que la mayoría de la población rusa, sumida en la pobreza y la ignorancia, odia literalmente a los ricos y a los funcionarios, quienes también los tratan con desprecio. La población mostró especial aversión por las estrellas del mundo del espectáculo que hacen alarde de su lujo.
Teniendo en cuenta tales sentimientos, es bastante claro que la mayoría de la población evaluó la fiesta desnuda de Ivleeva como un gesto de desprecio demostrativo hacia la "gente común". En consecuencia, el castigo público de los ricos que "perdieron la vergüenza" atrajo a las personas ofendidas. El gobierno, por su parte, demostró que, en palabras de la propagandista estatal Margarita Simonyan, "escucha la voz del pueblo".
Este enfoque es también un intento indirecto de fortalecer el apoyo a la guerra en la sociedad rusa, ya que es "la operación militar especial" el que se declara como el motivo del acercamiento entre el gobierno y el pueblo. No hay que olvidar que, incluso el año pasado, una de las principales narrativas propagandísticas era la tesis de la "limpieza de la sociedad rusa" como principal consecuencia de la guerra. La lucha contra los "libertinos que ofendieron al pueblo" se convirtió en otra demostración visible de tal limpieza, es decir, la prueba de una especie de "victoria en el frente interno".
Los funcionarios y propagandistas llaman a la expansión de los BRICS otro resultado de la guerra y "la victoria de Rusia". En particular, Serguei Mironov, líder del partido "Rusia Justa - Por la Verdad", afirmó que "fue la realización de una operación militar especial la que jugó un papel clave en el lanzamiento del proceso de expansión de los BRICS". De hecho, la expansión de los BRICS es un proceso natural y se puede llamar más bien un éxito geopolítico de China, mientras que Rusia no ha recibido casi nada de lo que esperaba inicialmente.
Serguei Mironov, líder del partido «Rusia Justa – Por la Verdad», durante la manifestación «No abandonamos a los nuestros» en la plaza Manezhnaya. Moscú, 23 de septiembre de 2022
La tercera victoria imaginaria creada por la propaganda fue la ruptura de las relaciones económicas con Occidente. Según los propagandistas, era simplemente necesario que Rusia comenzara a crear su nuevo modelo económico. Esto, como subrayan los analistas pro-Kremlin, es la garantía de su desarrollo exitoso en el nuevo ciclo tecnológico.
No es difícil notar que todas las victorias imaginarias enumeradas crean la ilusión del regreso de Rusia a la Unión Soviética, con su inherente "odio de clase" hacia los ricos; el postulado de dividir el mundo en dos bloques: Occidente —que está "decayendo"— y el mundo no occidental, que se consolida en su contra; fe en un modelo económico exitoso que no sea de mercado. Por un lado, esta ilusión atrae a muchos ciudadanos rusos, que sienten cada vez más nostalgia por la URSS.
Por otro lado, crea una nueva vulnerabilidad de la propaganda rusa. En el pasado, la narrativa principal de los propagandistas era la preservación de la "estabilidad", los rusos estaban amenazados por el caos y la guerra civil, que inevitablemente comenzaría sin Putin. Hoy en día, aparece cada vez más en las tesis de los propagandistas la imagen de un "futuro brillante": un "nuevo mundo", en el que una Rusia fuerte y económicamente desarrollada desempeñará un papel clave.
Sin embargo, la imagen de un "futuro brillante" es vulnerable porque sus contradicciones con la realidad circundante, tarde o temprano, se hacen evidentes. Por mucho que los propagandistas intenten dirigir la atención de la gente hacia problemas y logros imaginarios, es obvio que el régimen no es capaz de ofrecer soluciones a las necesidades básicas de la gente, principalmente en la esfera de la seguridad y la economía.
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