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El Movimiento de la Nueva Trova y la nueva generación cubana (I Parte)


Silvio Rodríguez y Pablo Milanés en imágenes de sus conciertos más recientes.
Silvio Rodríguez y Pablo Milanés en imágenes de sus conciertos más recientes.

Artículo de opinión

El Movimiento de la Nueva Trova no tuvo durante sus primeros años la acogida de la mayoría del pueblo cubano. Fue siempre visto como lo que realmente fue, un movimiento político más que cultural, fabricado por el régimen con fines propagandísticos.

El pueblo cubano, durante esos años 70, conocidos como el “quinquenio gris”, prefirió la música de las agrupaciones musicales cubanas para divertirse – o tal vez olvidar-, para bailar (buena razón para que surgiera, en 1977, un programa de competencia bailable en la televisión cubana).

Fue siempre visto como lo que realmente fue, un movimiento político más que cultural ...


El pueblo bailaba con Los Van Van, acaso el único logro de la zafra de los 70, Los Latinos, La Monumental, Los Reyes 73, Los Irakere, en su versión popular cubana, etc., aunque incitaran al público a caerse a navajazos en pleno concierto.

Y, claro está, la otra música que gustaba era la extranjera, sobre todo la música rock, procedente del mercado anglosajón, la cual se escuchó y vivió, durante esos años, de manera underground debido a sus restricciones de difusión y su consabida estigmatización ideológica: Los Beatles, Los Rolling Stones, Led Zepellin, Pink Floyd, Deep Purple, etc.

Los miembros del Movimiento de la Nueva Trova, durante aquellos años fundacionales, a partir de la creación del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC a fines de 1969, sólo encontraron un público minoritario entre la élite intelectual de la cultura oficial y algunos estudiantes universitarios.

Su principal escenario de presentación fue La Casa de las Américas, donde también acudían escritores y poetas latinoamericanos, a quienes por razones obvias les interesó más su música que a muchos cubanos: los Benedetti, Roque Dalton, Juan Gelman, etc., o esos comunistas chilenos que coparon el reparto Alamar, luego del golpe militar a Salvador Allende y que, más tarde, se fueron desencantando de la Revolución cubana.

Sede de la Casa de las Américas en La Habana (i), muy cerca del malecón habanero, en el barrio de El Vedado.
Sede de la Casa de las Américas en La Habana (i), muy cerca del malecón habanero, en el barrio de El Vedado.

Esa apatía del pueblo cubano por la nueva trova se produjo a pesar de que el régimen le facilitó todo tipo de mecanismos de difusión: desde programas televisivos, como “Te doy una canción”, hasta espacios de presentación en vivo y estudios de grabaciones. Aun así, la mayoría del pueblo los ignoraba, le desagradaban esos jóvenes de aspecto descuidado y con una música y, sobre todo las letras, con su sesgo político que tendía al panfleto, no aptas para su paladar musical.

“Nocturno” se convirtió en un oasis musical para los cubanos ...


A diferencia de la trova tradicional cubana, que cosechó la canción amorosa impregnada de poesía, como lo revelan las letras de Sindo Garay, Manuel Corona y María Teresa Vera, a un gran número de cubanos les resultaba repelente a sus oídos “fusil contra fusil” o “La era está pariendo un corazón”, de Silvio Rodríguez, o esta línea de Vicente Feliu: “Créeme, que quiero ser machete en plena zafra, bala feroz al centro del combate”, un aporte de las metas revolucionarias al cancionero “romántico” cubano, un bodrio que solo invitaba a descreer.

Durante esa época, el popular programa radial “Nocturno” se convirtió en un oasis musical para los cubanos por su difusión de una gama de baladistas y grupos pop de España y Latinoamérica. Por otra parte, los cubanos se las arreglaban para conseguir la música extranjera censurada en los medios nacionales de transmisión, ya fuera por medio de las emisoras radiales de FM o por los discos que traían familiares y amigos del exterior.

En las populares fiestas sabatinas y de “quince” se podía escuchar lo prohibido del mercado anglosajón junto a baladistas como Julio Iglesias, Roberto Carlos y José Feliciano. Entonces era factible que, en esos años 70, al pueblo le gustaran más aquellos intérpretes y grupos cubanos de menos valía, pero más afín a lo que estaba de moda internacionalmente, como Fara María, Héctor Téllez, Los Dan, Los Modernistas, Raúl Gómez y Mirta Medina, Ania Linares, Los 5 u 4, José Valladares, Alfredito Rodríguez, etc.

(II Parte el domingo 14 de junio del 2020)

Joaquín Gálvez (La Habana, 1965). Poeta, ensayista y periodista. Sus textos aparecen en antologías y publicaciones de Estados Unidos, Europa y América Latina. Maestría en Bibliotecología y Ciencias de la Información en la Universidad del Sur de la Florida (USF). Desde 2009, coordina el blog y la tertulia La Otra Esquina de las Palabras.

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