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El síndrome populista


El presidente de Venezuela Nicolás Maduro durante un acto de su campaña en Puerto Ordaz. Foto de archivo
El presidente de Venezuela Nicolás Maduro durante un acto de su campaña en Puerto Ordaz. Foto de archivo

No sabemos exactamente qué causa la enfermedad, pero el médico conoce, en líneas generales, cómo se comporta.

¿A qué nos referimos cuando calificamos de populista a un político o a un gobierno? ¿Cómo es posible colocar en el mismo saco a Donald Trump, a Bernie Sanders (¿por qué no?) y a Nicolás Maduro? Dios los cría, los diablos de la derecha y de la izquierda los separan, pero el populismo los junta.

Muy sencillo: procediendo como se hace en medicina. Calificamos de “síndrome” a ciertos síntomas coincidentes. No sabemos exactamente qué causa la enfermedad, pero el médico conoce, en líneas generales, cómo se comporta. Cuando están presentes uno o varios de los síntomas, declara la existencia del mal en el paciente y procede a tratarlo.

¿Cuáles son esos síntomas del síndrome populista o neopopulista? Hemos identificado 15. Basta con que estén presentes varios de ellos para proceder a diagnosticar como populista a cualquier persona o gobierno que los exhiba.

Anotemos, esos quince rasgos:

1) Demagogos. Dicen o prometen cualquier cosa. Un millón de casas, cinco millones de puestos de trabajo, reducir la jornada laboral y duplicar los salarios. Da igual. No les importa mentir.

2) Proteccionistas. Culpan a la competencia extranjera de muchos de nuestros males porque “en esos países pagan salarios más bajos”. Proponen proteger la producción nacional mediante impuestos a las importaciones. Detestan el comercio internacional y nunca tienen en cuenta la perspectiva de los consumidores.

3) Intervencionistas. Intervienen en los procesos productivos e interrumpen el libre juego de oferta y demanda dando instrucciones sobre qué producir, cómo y a qué precio. Padecen la “fatal arrogancia” que Friedrich Hayek les atribuía a quienes creían saber más que el mercado.

4) Burocratizadores. Suelen aumentar fatalmente la nómina de los empleados públicos. Eso tiene un triple efecto pernicioso: encarece los costos fijos del Estado; complica y ralentiza la creación de bienes y servicios al multiplicar innecesariamente los trámites burocráticos; multiplica las formas de corrupción. La burocracia solicita coimas para solucionar los problemas artificialmente creados por ella misma.

5) Clientelistas. Generan una serie de subsidios o privilegios dirigidos a crear una legión de estómagos agradecidos de quienes esperan una perruna conducta electoral. Parte de esa clientela son los empleados públicos innecesariamente nombrados.

6) Gasto público excesivo. Gastan desproporcionadas cantidades de dinero. Lo hacen mediante la impresión inorgánica de papel moneda, la creación de deuda, casi siempre internacional, o aumentando los impuestos y tributos, factor este último que suele desembocar en la debilidad creciente del aparato productivo.

7) Inflacionistas. Ese gasto público gigante suele transformarse en inflación. Las cosas y los servicios cada vez valen más, lo que significa mayores carencias para la población.

8) Devaluación. El gasto público excesivo, la deuda pública incontrolable y la creciente incapacidad para competir provoca frecuentes devaluaciones. El gobierno ajusta la economía mediante la pérdida de valor de la moneda propia ante las divisas extranjeras. Eso empobrece al conjunto de la población.

9) Corrupción. Entre las medidas más frecuentes de los gobiernos populistas están los cambios preferenciales de moneda, la selección de sectores privilegiados a los que se les asignan subsidios, las licitaciones amañadas y los bancos sectoriales. Todas éstas son oportunidades para generar negocios turbios capaces de enriquecer a los políticos y funcionarios deshonestos en contubernio con los empresarios del mismo jaez.

10) Violación descarada de las reglas para perpetuarse en el poder. Cambian una y otra vez las Constituciones para adaptarlas a sus ambiciones de mando.

11) Contubernio entre las empresas y los políticos corruptos. Los gobiernos populistas son el marco perfecto para el “capitalismo de amiguetes” o crony capitalism. Los políticos corruptos enriquecen a los empresarios cortesanos, y estos, a su vez, les devuelven los favores a los políticos corruptos. Se completa el círculo vicioso.

12) Altos impuestos. Los aumentan para financiar el gasto público desbocado, la corrupción rampante y el resto del dispendio.

13) Debilitamiento del sistema judicial. Colocan el poder judicial al servicio del ejecutivo. Los fiscales y jueces no responden a leyes abstractas y neutrales, sino a las órdenes del presidente populista.

14) Nacionalismo exacerbado. El relato oficial se vuelve peligrosamente nacionalista. Hay un componente demagógico en todo esto. Secuestran a los personajes de la historia (Bolívar, Martí, Duarte, Morazán) y los colocan al servicio del régimen populista. Cualquier crítica hecha por un extranjero se convierte en una ofensa a la patria.

15) Antiamericanismo. Los populistas necesitan un enemigo externo. En el pasado fueron los franceses o los británicos. Hoy son los norteamericanos. Carlos Rodríguez Braun, un notable economista hispano-argentino, suele decir que el mejor amigo de los latinoamericanos no es el perro, sino el chivo expiatorio. Una criatura a la que los populistas suelen culpar de todos los males de este mundo.

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