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En auge las peleas clandestinas en Cuba


Patrulla de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR).
Patrulla de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR).

Los novatos comienzan cobrando, dependiendo de si ganan o pierden, de 25 a 100 CUC por peleas de 4, 6 u 8 "rounds", celebradas en cuadriláteros tan artesanales que parecen jaulas.

Hartos de padecer conflictos familiares, sin futuro, inquietos por el hoy y sin mejor modelo de vida; las peleas clandestinas se tornan en arteria o vía, donde cientos de adolescentes cubanos creen lograr el sueño de hacerse famosos y ganar "mucho" dinero. Lástima que del Estado sólo reciban poco interés y ninguna sensibilidad.

El fenómeno ya es parte del inframundo, de una jungla que parece fusionar deporte, barbarie y decadencia humana; algo que, por ahora, no se puede atajar, porque es imposible frenar a quienes no tienen nada que perder.

Un entrenador y exintegrante del equipo Cuba que participó en las Olimpiadas de Sydney, me explicó que "con solamente 5 CUC (o su equivalente en moneda nacional) y los contactos adecuados, cualquiera puede acceder a estos espacios cerrados y sombríos para presenciar un interesante espectáculo".

"Los pugilistas son jóvenes de barrios marginales que sueñan alcanzar el dinero y la fama que puede dar el boxeo profesional. Están aburridos de mirarse en el espejo de la frustración familiar o de glorias retiradas del deporte amateur que, habiendo puesto la bandera nacional en lo más alto del Olimpo deportivo, no tienen para consumir, ni en un timbiriche de mala muerte, porque falta dinero".

"Para asistir a estos coliseos clandestinos sólo hay que pagar, apuntarse en una lista y esperar; la respuesta llega con un mensaje SMS, originado casi siempre desde un teléfono celular con identificador bloqueado; donde te anuncia el día, la hora, el lugar de la cita y la cartelera".

Los novatos comienzan cobrando, dependiendo de si ganan o pierden, desde 25 a 100 CUC por peleas de 4, 6 u 8 rounds, celebradas en cuadriláteros construidos de manera tan artesanal que, en vez de ring, parecen jaulas. Y, como en las películas, antes de comenzar el pugilato, los empleados del local registran todas las apuestas.

Los luchadores usan guantes, shorts, pantalonetas, protección bucal y casi nunca camiseta; pero, pese a la pinta de forajido, el equipo de asistencia está integrado por entrenadores, exdeportistas de artes marciales, quiropráctico, enfermeros, médicos, profesionales del deporte y la salud con estrecha conexión en clínicas y hospitales para atender la urgencia, si lo requiere, de cualquier muchacho accidentado.

La PNR (Policía Nacional Revolucionaria) los persigue.

Sabe que estos "circos ilegales", casi todos ubicados en el municipio habanero del Cerro, se realizan en gimnasios particulares y con licencia de cuentapropistas como "instructor de prácticas deportivas" que, por estar diseñados para una clientela cubana, hubieran tenido que cerrar de no encontrar este filón.

Son fáciles de detectar y, por eso, son puntos de frecuentes redadas. Aunque muchos estiman que las ganancias de este tipo de negocio parecen impresionantes, los detenidos no pueden ser procesados porque –según me comentó un experto en chismes fiables– no se trata de un juego ilegal sino de un ejercicio deportivo con ciertas garantías legales, y no existe, hasta donde yo conozco, figura legal en el código penal que conceptualice el delito.

Seguramente las autoridades cubanas, moralistas y complicadas, están pensando en legislar; pero, la solución es sencilla y se encuentra detrás de esa puerta que todavía se resisten abrir: Autorizar y apoyar el boxeo profesional.

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    Juan Juan Almeida

    Licenciado en Ciencias Penales. Analista, escritor. Fue premiado en un concurso de cuentos cortos en Argentina. En el año 2009 publica “Memorias de un guerrillero desconocido cubano”, novela testimonio donde satiriza  la decadencia de la élite del poder en Cuba.

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