El escritor cubano Félix Luis Viera responde a las preguntas de Dile que pienso en Ella con esa manera suya de ser: franco y directo que, a duras penas matiza la ternura de quien lo ha visto y lo ha oído casi todo.
¿Cuál fue el detonante que te impulsó a marcharte de Cuba?
La falta de libertad en todos los sentidos, incluida la libertad de acción. Asimismo, para ser justo, la inopia ambiente, que dañaba sobre todo a mi hija, entonces con 15 años y un padecimiento contra el cual eran necesarios ciertos “recursos materiales”.
¿Qué esperabas encontrar del “otro lado”?
La libertad en todos los aspectos en que esta es posible. Y la posibilidad de al menos sobrevivir mi familia y yo —que eso también es libertad. Cuando digo sobrevivir, me refiero a lo material. Pero, como sabemos, lo material condiciona lo espiritual o la tranquilidad del alma o como se llame eso.
Por ejemplo, contestar estas preguntas hace que me sienta feliz “interiormente”. Mas, las estoy respondiendo gracias a lo “material”: el teclado, la computadora, el techo que me ampara, la climatización de la habitación (que tiene su surtidor en un equipo “material”) y todo lo demás, incluida la vista hacia el exterior (gracias a algo material: el cristal).
Los comunistas, entre otros, nos hicieron creer (al menos a mí, en algún momento, me lo hicieron creer) que la “lucha”, el “futuro”, la “patria”, la disposición para el sacrificio y en fin una “ideología”, estaban antes que los bienes materiales.
Luego nos dimos cuenta que, en alguna medida —en alguna medida— el mejor discurso proselitista podría ser —para decirlo de manera muy coloquial digamos— un bisté a plato desbordado.
Sin que lo anterior, claro, niegue que hechos vitales como el amor, la lealtad, la ética, etcétera, resultan imprescindibles. Y sin negar, asimismo que, como le contestara su exnovia a un amigo cubano residente en el extranjero, que en un viaje a Cuba fue a visitarla: “Con hambre no se puede amar a nadie”. Él le había preguntado si todavía lo amaba.
Creo que ella debió considerar una salvedad: “A casi nadie”.
¿Qué encontraste?
Eso mismo, lo que buscaba. Y lo que no buscaba: una guerra personal que ni la perdía, ni la ganaba, ni la podía abandonar.
En un país del llamado Tercer Mundo (México), en el cual viví 20 años, comprobé la perfidia de la desigualdad por decreto. Esa que prepara el terreno para la aparición de mesías, comunistas más arriba, más abajo.
¿Qué has aprendido durante el proceso?
Lo que tantos otros cubanos que se han radicado en el extranjero: cuánto nos engañaron allá en la “Patria”, cómo fue posible que un hombre y su equipo guardaran para sus compatriotas tanta perversidad. Cómo sería posible que Aquel y su séquito sobrepasaran, contra los suyos, los límites de la crueldad. Y he aprendido a luchar aun en franca desventaja si es necesario. Y a querer a todo lo que sea, y quien sea, querible. Y aborrecer a los racistas, supremacistas, ventajistas, fundamentalistas, homofóbicos y comunistas..., que vienen siendo lo mismo.
¿Qué es para ti La libertad?
Por ejemplo, contestarte estas preguntas sin miedo. La posibilidad de escoger a quién, y a qué, añorar, respetar, amar y todo un infinito etcétera de este tenor.
Y debería ser la posibilidad de convivencia de los hombres buenos, aunque piensen distinto.
Y así, si nos vamos a la Biblia o el Corán, un Hombre Bueno es quien siembra su parcela, con dedicación, y con dedicación igual, vela porque a la parcela del vecino le vaya bien. O sea, lo queramos o no, es algo así como la Dialéctica.
¿Las experiencias vividas han cambiado en ti el concepto Patria? ¿Piensas a menudo en “Ella”?
Si me permites, respondo con par de fragmentos de un artículo que publiqué el 10 de octubre de 2011, “La patria y esas cosas”.
“Veamos que cuando alguien en la distancia añora a la patria, no está pensando en la bandera, sino en el barrio donde se crió, aun en una cuadra específica, en el sillón en que acostumbraba sentarse, en la banca de su parque, o en la arboleda, el camino real por donde antes se desplazaba. Un tunero que viva exiliado jamás recordará en su nostalgia al Valle de Viñales, que forma parte de lo que llamaríamos su patria, pero que él nunca visitó”.
“La noción aberrante de patria sirve sobremanera a los caudillos, los mesías, los dictadores. Observemos cómo Fidel Castro identifica la patria consigo mismo, al extremo de convocar a la población a morir por la patria, es decir, por él”.
Y bueno, no, lo cierto es que ya no “pienso a menudo en Ella”... pues, según las noticias que llegan, ya cambiaron al bodeguero “que me tocaba”, el entorno del edificio donde yo vivía se ha modificado —para mal—, el sillón donde me sentaba se lo robó una vecina, a un compañero que vivía no muy lejos de mí, lo designaron dictador, a los edificios alrededor del parque central le han aplicado una cosmetología mangrina, al Parque de la Pastora le cambiaron los canteros por bancas de madera gris.... Y ya ha muerto el bueno de Armando Parrado, y otros buenos de por allí... Es decir, ya mi patria, en esencia, no existe.