Ismael Sambra ha dejado por unos días las nieves de Canadá para acercarse a la calidez de Miami, multiplicada por los amigos en esa fiesta de la literatura que es el Festival Vista. Atrás quedó la cárcel, la injusticia, el dolor del destierro y, como muchos de nosostros, ha encontrado motivos para la adaptación aunque, confiesa, sigue pensando en Ella...
¿Cuál fue el detonante que te impulsó a marcharte de Cuba?
No me fui, en realidad “me fueron”, después de cumplir casi cinco años como prisionero político, de una sentencia de diez por Propaganda y Rebelión pacífica. Me encabronó mucho conocer que a una poetisa llamada María Elena Cruz Varela, la llevaran a prisión después de hacerle comer sus papeles. No tuve más que protestar junto con otros miembros de El Grupo, de literatura independiente, que habíamos fundado en Santiago de Cuba en junio de 1991. Ese fue mi “delito”, y además, por organizar y dirigir Generación (con más de 50 miembros activos), en los inicios de la sociedad civil cubana.
PEN Club y el gobierno de Canadá negociaron directamente con Fidel Castro para sacarme del infierno enrejado dentro de ese maldito infierno de horror y desamparo, después de una efectiva campaña internacional que pedía mi liberación. El Ministro Llyod Axworthy, me contó que Castro le respondió que “en Cuba no habían periodistas ni escritores en prisión”, pero le prometió investigar después que recibió mi biografía con mis artículos, ensayos y libros. Dos meses después el dictador ordenó como alternativa mi destierro.
¿Qué esperabas encontrar del “otro lado”?
Sabía lo que significaba vivir en libertad, en democracia, en un Estado de derecho, pero lo encontrado, y vivido luego, superó mis expectativas. Esperaba también seguridad para mis hijos y mi familia, por eso me negué a salir de la prisión de Cuba sin ellos, porque sabía que serían utilizados como rehenes para abusarlos y chantajearme, como habían hecho con otros ex prisioneros políticos empujados al exilio.
Le dijeron a mi esposa que yo me había vuelto loco, porque prefería quedarme en la prisión antes que abandonarlos a esa suerte. El gobierno canadiense fue muy generoso conmigo y trabajó mucho para que el régimen aceptara mi loca petición.
¿Qué encontraste?
Encontré lo que yo buscaba para mi país: La Libertad, el ejercicio pleno de la democracia, el verdadero poder del pueblo. Recibí la primera lección en la Universidad de York, donde trabajaba y era atacado por profesores de origen latino de la izquierda comunista agrupados en el CERLAC, que allí también laboraban, que se habían refugiado en Canadá en lugar de irse a Cuba cuando huyeron de dictaduras de la derecha. Tamaña hipocresía.
Ellos publicaban en el periódico de la universidad muchos insultos, me acusaban de traidor a la patria, de agente al servicio de la CIA, y con otras frases degradantes contra mi persona y la presidente de la universidad Lorna Marsden, que me había ofrecido la Residencia. Yo no podía concebir aquello y entonces ella me dijo: “No te preocupes por lo que digan, eso es parte de la democracia, si ellos no existieran entonces tendríamos que inventarlos”.
Aquello me impactó, y lo recojo todo en mi novela Procesado en el Paraíso…, una especie de memorias, documentos y testimonios de todo lo vivido y sufrido. Fue una verdadera enseñanza. Desde siempre deseaba conocer el mundo y, mucho más, sintiéndome como prisionero en “la prisión más grande del mundo”, y así también lo había expresado en mi poema Conozca a Cuba primero, publicado en la trilogía poética Los ángulos del silencio:
“Quiero conocer el ruido de la nieve/ que coman en mi mano palomas de otros parques/ mi cautiva necedad…” y esto lo viví literalmente, además de todas las bondades que te ofrece sentirte en pleno uso de tus derechos, de tu futuro y de tu prosperidad. Si este sistema no es perfecto, al menos aún no se ha inventado nada mejor.
¿Qué has aprendido durante el proceso?
En mi caso tuve que aprenderlo todo, era como nacer de nuevo en muchos sentidos, desde el idioma inglés (aunque ya tenía el francés como segunda lengua, que me sirvió de mucho, pues Canadá es un país bilingüe) hasta esta inesperada lección de lo que era la democracia, aprendí como ser más puntual en las citas y esto también formaba parte de la asimilación de la nueva cultura a la que me enfrentaba.
Aprendí a cómo manejar mejor mi economía, a tener control en los gastos, a cómo invertir mis ahorros, a seguir trabajando en lo que fuera sin dejar de escribir y preparar mis libros, mis publicaciones.Tuve la suerte de poder sacar todos mis manuscritos de Cuba con ayuda de manos amigas. En la prisión pude escribir tres libros y pude esconderlos muy bien y sacarlos a pesar de las constantes requisas. Si los hubiera perdido, los represores hubieran matado en mí gran parte de mi vida, pues los escribí con tinta y con lágrimas.
Aprendí a decir NO, sin miedo a las represalias, a sentirme verdaderamente libre en tierra libre. Aprendí a ser yo, un ente individual que aporta algo a la sociedad. Aprendí a ser consecuente y admirar más al hombre que valora y promueve la propiedad privada como algo inseparable de la naturaleza humana. Aprendí que el trabajo es la fuente de riqueza más segura que tiene el hombre…
¿Qué es para ti La libertad?
Me gusta mucho la definición de libertad que José Martí nos ha legado: “Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía”. De hecho yo tenía esto en un letrero colgado en la pared de mi oficina cuando trabajaba en la televisión. Era mi más contundente mensaje subversivo contra el régimen. Y nadie podía cuestionarme porque eran las palabras del apóstol.
El letrero lo había presentado en un programa cultural que escribía y dirigía: Haciendo camino, y luego decidí conservarlo y todos los que llegaban — incluyendo los partidistas—, lo leían. Libertad es para mí también amor, es la capacidad de respetar y amar la libertad de los demás y ser amado.
¿Las experiencias vividas han cambiado en ti el concepto Patria? ¿Piensas a menudo en “Ella”?
Siempre digo que Canadá es mi nueva patria, porque patria es el lugar que te asume, te asocia, te define y te da protección y abrigo. No es ideología, no es política, no es sólo el lugar donde se nace, sino también la tierra que amas y que te quiere bien. Patria para mí es libertad, la que te hace parte libre y no esclavo de ella.
Sí, muy a menudo pienso en ella, en Cuba, mi patria, la tierra donde nací y que quiero ver libre de esa ignominia que se llamó revolución castrista, pero siento mucho dolor, un poco de rencor y hasta pena por los que apoyaron ese desastre de inconciencias, represiones y frustraciones aun después del derrumbe del comunismo, y también por los que no fueron capaces de rebelarse para hacerla digna.
Por eso nunca he regresado y nunca regresaré mientras la patria sea presentada como un partido por esos que la oprimen y por esos que con su indiferencia la ofenden. Como dijo José Ingenieros “el genio moral es incompleto mientras no actúa”.