El Gobierno cubano ha anunciado que el inglés pasará a ser prioritario en Cuba. Machado Ventura, todo un veterano de la política cubana, ha recordado a los jóvenes que el idioma del “enemigo” es fundamental y que en el nuevo escenario será precisos que nadie se despiste y lo aprenda. Todo el mundo sabe que la lengua de los negocios es el “inglés”. La Cuba castrista llega derrapando y chillando rueda al mundo global y más de uno se queda con la boca abierta ante tanta incoherencia histórica e ideológica. Siempre he oído que Cuba es el país de lo absurdo. Hoy podríamos decir también que, por parte de sus dirigentes, es el país donde la ausencia de miedo al ridículo es infinita.
Así pues hoy en Cuba tanto piensan en cómo poner en marcha campos de golf y resorts de lujo para atraer a rusos y chinos como, por otro lado, deciden implicarse en campañas de solidaridad exprés, ampliamente publicitadas, al estilo de una organización al estilo de Médicos sin Fronteras. Todo ello les permite conservar esa áurea de gobierno solidario y exprimir con maestría los réditos publicitarios que supone venderse como un progresista, rebelándose contra las dinámicas de la eficiencia, los recortes y el abandono de las causas perdidas.
El gobierno cubano opta por mantener su marca, aunque obviamente no se trata de una voluntad e inclinación natural de sus dirigentes, sino más bien un cálculo frío sobre los beneficios que ello supone para el mantenimiento del poder. Mientras siga cuidando esa faceta “internacionalista” y “voluntarista” a favor de los damnificados en las catástrofes, va a mantener los apoyos diplomáticos y el “buen nombre” de gobierno benefactor.
Poco importa que puertas adentro de benefactor no tenga nada y se comporte como un auténtico maltratador. Pero poco le preocupa al gobierno de La Habana, mientras pueda seguir acusando a sus detractores internos de mercenarios con intereses monetarios y tener controlados todos los medios de comunicación para dirigir la “lectura” que los cubanos deben hacer de todo lo que ocurre a su alrededor.
Es impresionante la capacidad de simulación que tienen los dirigentes cubanos y el arte a la hora de vender gato por liebre. Son mercaderes de ideología, habilidosos en el manejo de los bienintencionados o desinformados que no acaban de ver las múltiples engañifas de la que está compuesta esa gran operación de marketing político que ha sido la Revolución cubana. Un instrumento político a manos de unos cuantos, dedicados a ofrecer probablemente beneficios a muchas personas fuera del país (operaciones milagros, barrios adentro, etcétera), a costa de dar la espalda a su propia gente con actos de irresponsabilidad política constante.
Con el deshielo nos aguardan muchos momentos de gran estupefacción. En unos meses se cumplirá un año del anuncio del détente entre Washington y La Habana. El esperpento está servido.