La poeta uruguaya Ida Vitale asegura, a sus 95 años, que nunca se ha planteado el tema del feminismo porque no ha sufrido discriminación, y considera que es difícil tener una actitud "agresiva" frente a un problema que se ve en la "distancia".
Vitale (Montevideo, 1923), referente para poetas de todas las generaciones, Premio Cervantes 2018, es Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2015 y Premio Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) de Literatura en Lenguas Romances 2018.
Y recibe este sábado un homenaje en las Conversaciones Literarias de Formentor, en la isla española de Mallorca (mar Mediterráneo), donde se hablará de su obra y de su vida.
En una conversación previa con la prensa, Vitale hizo gala de su humor, ironía, elegancia y lucidez. Y cuando se le preguntó si espera, después de tantos premios recientes, ser galardonada con el Nobel de Literatura, contestó: "Aún no mandé los bombones" a los académicos.
Reconoció que en otros países existen problemas de machismo, pero aseguró que ella no lo sintió ni en su casa ni en su país. "Nunca lo viví", precisó.
Su vida transcurrió en una casa con muchos tíos y tías y ella veía "como más importantes a las tías". El tema del feminismo "nunca se planteó" porque "las cosas se viven, no se plantean", explicó.
Y aunque "nunca hubo presidentas en Uruguay, no me pareció que ser presidenta de un país fuera una tarea codiciable", bromeó la poeta. "Me imagino -agregó- que no es bueno decir esto, pero así fue".
Según la uruguaya, en su juventud un poeta era una persona "venerada". "Ahora todo es más normal y el poeta es un señor que espera el autobús en la esquina".
También repasó anécdotas de su época de estudiante y del que fue su profesor, el español José Bergamín, así como anécdotas del que considera su padre poético, el español Juan Ramón Jiménez. Su poesía comenzó en 1949 con "La luz de esta memoria", al que siguió "Palabra dada" (1953), "Cada uno su noche" (1960) o "Paso a paso" (1963). Después llegarían otros muchos títulos de poesía y ensayo.
Y sigue teniendo ganas de escribir, según aseguró, aunque tiene "mucho trajín". Le queda poco para terminar "una cosa" que puede llegar a ser una novela.
También evocó su exilio en México, adonde emigró tras la llegada de los militares al poder en Uruguay.
"El exilio es una tinta variable -dijo- que mejora a unos y empeora a otros. Aunque siempre hay un comienzo triste, muchas veces al final mejora. Es una experiencia que cambia a la gente, en general para bien."