Raúl Castro aseguró en la recién concluida cumbre del CELAC que, a diferencia de otros países, en Cuba no hay drogas, solamente un poquito de marihuana. ¿Es cierto esto?
No es cierto. Muy a pesar de los controles estatales y de la intención gubernamental de erradicar esta especie de cáncer social, Cuba no consigue escapar del flagelo del tráfico y consumo de drogas.
El mercado de la droga en Cuba se ha mantenido y afianzado desde finales de los años 70 del siglo pasado, asociado a la entrada del país en el mercado del turismo internacional. Una demanda promovida fundamentalmente por los turistas que cada vez, en mayor número llegaban a la isla.
Hoy, que el turismo es la fuente de ingreso principal del país, la demanda de drogas, prostitución y otros delitos, que lamentablemente vienen asociados a este tipo de industria, florecen y se desarrollan en el mercado negro de todo el país.
El gobierno cubano se enfrenta a este azote de la humanidad tratando de evitar el nacimiento de una industria subterránea o la creación de una red organizada de tráfico y consumo de droga, pero varios elementos conspiran contra el esfuerzo gubernamental y lo convierten en inútil.
El principal de estos elementos negativos es la corrupción oficial, muchos de los agentes encargados de reprimir y combatir el tráfico de drogas, terminan participando en operaciones de distribución y traslado de droga.
Lamentablemente, la falta de ética en los cuerpos policiales cubanos se refleja también en el campo del tráfico y consumo de drogas.
Una prueba evidente de esta situación está representada en el enrome crecimiento del cuerpo especializado identificado como Sección de Control Interno, popularmente conocido como “la policía de la policía”, encargado de vigilar e investigar a los agentes del orden, y que ahora mismo resulta insuficiente para enfrentar todas las denuncias e investigaciones por corrupción y delitos cometidos por los agentes, incluido el tráfico de drogas.
Otro elemento negativo está asociado a los niveles de pobreza y las necesidades con que convive el pueblo cubano y las faltas de opciones que tienen para encontrar un trabajo estable, con un ingreso equiparable a sus necesidades.
La falta de opciones hace que muchos cubanos se arriesguen a participar en este mercado ilegal.
Un tercer elemento está asociado a lo rentable que resulta este tipo de operaciones ilegales. Las personas que se deciden a delinquir lo hacen atraídos por las enormes ganancias que genera el tráfico de drogas, sin sopesar el daño que ocasionan y lo fugaz que resulta esta sensación de bienestar.
Las sanciones de los tribunales de Cuba por delitos de tráfico de drogas se han incrementado considerablemente en los últimos años, al extremo que comparten los mismos niveles que delitos habituales como el robo, la actividad económica ilícita y el hurto y sacrificio de ganado.
Por ello podemos asegurar que Raúl Castro mintió al minimizar el problema de las drogas en Cuba.
No es cierto. Muy a pesar de los controles estatales y de la intención gubernamental de erradicar esta especie de cáncer social, Cuba no consigue escapar del flagelo del tráfico y consumo de drogas.
El mercado de la droga en Cuba se ha mantenido y afianzado desde finales de los años 70 del siglo pasado, asociado a la entrada del país en el mercado del turismo internacional. Una demanda promovida fundamentalmente por los turistas que cada vez, en mayor número llegaban a la isla.
Hoy, que el turismo es la fuente de ingreso principal del país, la demanda de drogas, prostitución y otros delitos, que lamentablemente vienen asociados a este tipo de industria, florecen y se desarrollan en el mercado negro de todo el país.
El gobierno cubano se enfrenta a este azote de la humanidad tratando de evitar el nacimiento de una industria subterránea o la creación de una red organizada de tráfico y consumo de droga, pero varios elementos conspiran contra el esfuerzo gubernamental y lo convierten en inútil.
El principal de estos elementos negativos es la corrupción oficial, muchos de los agentes encargados de reprimir y combatir el tráfico de drogas, terminan participando en operaciones de distribución y traslado de droga.
Lamentablemente, la falta de ética en los cuerpos policiales cubanos se refleja también en el campo del tráfico y consumo de drogas.
Una prueba evidente de esta situación está representada en el enrome crecimiento del cuerpo especializado identificado como Sección de Control Interno, popularmente conocido como “la policía de la policía”, encargado de vigilar e investigar a los agentes del orden, y que ahora mismo resulta insuficiente para enfrentar todas las denuncias e investigaciones por corrupción y delitos cometidos por los agentes, incluido el tráfico de drogas.
Otro elemento negativo está asociado a los niveles de pobreza y las necesidades con que convive el pueblo cubano y las faltas de opciones que tienen para encontrar un trabajo estable, con un ingreso equiparable a sus necesidades.
La falta de opciones hace que muchos cubanos se arriesguen a participar en este mercado ilegal.
Un tercer elemento está asociado a lo rentable que resulta este tipo de operaciones ilegales. Las personas que se deciden a delinquir lo hacen atraídos por las enormes ganancias que genera el tráfico de drogas, sin sopesar el daño que ocasionan y lo fugaz que resulta esta sensación de bienestar.
Las sanciones de los tribunales de Cuba por delitos de tráfico de drogas se han incrementado considerablemente en los últimos años, al extremo que comparten los mismos niveles que delitos habituales como el robo, la actividad económica ilícita y el hurto y sacrificio de ganado.
Por ello podemos asegurar que Raúl Castro mintió al minimizar el problema de las drogas en Cuba.