La mañana del 17 de diciembre no presagiaba nada nuevo para Silvio, de 43 años. La noche anterior, después de arrastrarse kilómetro y medio atado a una piedra de considerables proporciones por una angosta calzada camino al santuario de San Lázaro, al sur de La Habana, para cumplir una promesa y orar por la salud de su esposa, sus hijos y la madre enferma, pensaba que la cuota de emociones ya estaba agotada.
"Imagínate, toda la noche bajo un frío húmedo rezando a San Lázaro. Llegué a casa al amanecer. Sobre las 10 de la mañana me llama un primo que vive en Hialeah y me dice que habían realizado un canje entre los tres agentes cubanos presos en Estados Unidos, Alan Gross y un espía de la CIA que llevaba 20 años en una cárcel cubana. Luego al mediodía, el presidente Raúl Castro en un mensaje televisado anuncia que además de la liberación de los agentes se reanudan las relaciones entre ambos países, el flujo financiero y las comunicaciones. Fue una sorpresa. De golpe parece que ya los americanos no son enemigos", dice Silvio mientras espera un taxi.
Indudablemente, la noticia del día en La Habana, y en toda la Isla, ha sido que Estados Unidos y Cuba dan por finalizada su particular Guerra Fría.
Todavía el opositor Antonio Rodiles está digiriendo la noticia. "Todo ha sido repentino, sorpresivo. De momento habrá que analizar a posteriori para conocer todo su alcance".
Felicia, ingeniera de ETECSA, la única empresa de telecomunicaciones, cuenta que en la mañana tuvo una reunión con su jefe donde le informaron que el presidente Obama, gracias a la gestión del Gobierno de Cuba, había liberado a los tres espías presos en Estados Unidos.
"No me dijeron que fue un canje. Eso lo supe después de escuchar las palabras de Raúl Castro. Creo que eso es bueno. Después de todo entre los dos países nunca ha habido una guerra. Fue un conflicto artificial creado por Fidel y azuzado por las diferentes administraciones estadounidenses. En algún momento debía concluir", señala la ingeniera habanera.
Tras 56 años de un largo viaje por el desierto, las borrascosas relaciones de ambos países parece que vuelven a la calma. Aún quedan flecos sueltos. El tema del embargo económico ahora cobra más fuerza que nunca para la autocracia verde olivo y el infatigable y poderoso lobby antiembargo radicado en Estados Unidos.
Pero la pelota está en la cancha de Raúl Castro. Si de veras desea una relación seria, basada en la confianza, algo tiene que ofrecer a cambio para que el arisco Congreso estadounidense, con las dos cámaras por los republicanos, descodifique el embargo.
Eso pasa por un sustancial giro de 180 grados respecto a la maltratada y ninguneada disidencia cubana. En las últimas décadas, ellos han sufrido 25 años, cárcel, destierro, golpizas y linchamientos verbales por exigir democracia y libertades políticas.
El general Castro tendrá que hacer algo más que liberar disidentes. Fue positivo el gesto de excarcelar a la opositora pacífica Sonia Garro, a su esposo y a un activista político.
Pero lo que debe cambiar es el panorama actual. En manos del Gobierno cubano está rubricar los Pactos de la ONU y legalizar las diferentes tendencias políticas.
Es difícil que tras un año de negociaciones secretas entre las dos naciones no se haya llegado a un acuerdo sobre el tema. Según el gobernante cubano, esto solo es un primer paso.
Gradualmente se debatirán otros temas pendientes en la agenda de uno y otro país. El General puede hacer historia. Su hermano fue el artífice de la revolución y gobernó con mano de hierro durante 46 años.
Durante ese tiempo Raúl ocupaba el Ministerio de Defensa y apoyaba las políticas autocráticas de Fidel. Ahora, Castro II puede encarrilar a Cuba por la senda democrática.
Tiene la posibilidad única de cambiar el rumbo de una nación abrumada por una economía que hace agua y una población agotada por el exceso de discurso político y el añejo embargo, que no es la clave de la miseria socializada vigente en Cuba, pero es el gran pretexto utilizado por el régimen de La Habana.
A la espera de nuevas noticias sobre el deshielo entre dos países tan cerca geográficamente y tan distantes políticamente, la gente de a pie en la isla desea que el cambio de estrategia beneficie a todos.
Desconcertado y sorprendido, el periodista independiente Jorge Olivera considera que es pronto para asimilar las buenas nuevas. "Habrá que esperar para ver si todo esto se traduce en un cambio real y aperturas definitivas para la disidencia política. Ojalá que todo el drama que durante tiempo hemos vivido haya llegado a su fin".
Esta columna de Iván García fue publicada en el Diario Las Américas.