El "socialismo de estado" ha sido un gran fracaso reconocido incluso por quienes lo sostienen. La economía de Cuba está en el piso, las fábricas e industrias en buena parte están destruidas, vendidas o regaladas a otros países; nuestras tierras, abandonadas al marabú, porque el estatalismo asalariado fue incapaz de hacerlas producir.
El internacionalismo de los cubanos es explotado por la burocracia y los asalariados estatales tienen que inventarse la vida, mientras nuestra población va decreciendo por falta de nacimientos, aumenta el éxodo de profesionales y fuerza de trabajo valiosa buscando mejor suerte allende los mares, al tiempo que nuestras ciudades se caen a pedazos, sepultadas de basura, por mencionar solo cuestiones que todo el mundo entiende.
Una mirada simple evidencia que todo eso está mediado por la contradicción propia de este modelo: entre su capacidad para crear muchos profesionales y su inhabilidad para ofrecerles condiciones y libertad de creación para su desarrollo, debido a la concepción estatalista, burocrática y centralizada de la economía, la propiedad, el mercado y la política.
Para ponerlo en lenguaje que bien entienden todos los marxistas: se hace evidente la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas (específicamente del alto nivel técnico y profesional de la fuerza de trabajo, la más importante de todas las fuerzas productivas) y las relaciones de producción estatal-asalariadas que ponen freno total a esas fuerzas productivas.
El miedo a los cambios supera el convencimiento de su necesidad, aunque no justifica que se les siga obstaculizando o postergando indefinidamente
En esas condiciones, escribieron los clásicos estudiosos de la economía política revolucionaria, las revoluciones sociales son inevitables. Lo que no quiere decir que sean violentas ni políticas. Se referían a revoluciones sociales, en las relaciones de producción, para poder liberar las fuerzas productivas de las amarras, en este caso del estatalismo asalariado.
¿Y quién no sabe esto en Cuba? Pero el miedo a los cambios supera el convencimiento de su necesidad, aunque no justifica que se les siga obstaculizando o postergando indefinidamente.
Raúl y sus militares hicieron que el VI Congreso del PCC aprobara cambios en el modelo económico con la introducción del cuentapropismo, el cooperativismo y las inversiones de capital extranjero. Pero todos sabemos que el miedo a perder el poder ha hecho que el ritmo de las transformaciones sea lento, sesgado y hasta totalmente distorsionado, como han hecho con el cooperativismo, que quieren convertir en apéndices de las empresas estatales.
Y arriba de eso, como Obama dijo que su política ayudaría al empoderamiento de los emprendedores, parece que eso ya fue suficiente para que las fuerzas oscuras declararan a los emprendedores "enemigos de la revolución al servicio del imperialismo". Claro, para esos, el Estado, la burocracia, el oscurantismo político, los frenos a las formas de producción no estatales es lo revolucionario hoy, aquí.
Es como si el Estado quisiera descargar su rabia contra el "imperialismo" y su desconcierto porque no le acaban de levantar todo el bloqueo sobre los cuentapropistas que el "imperialismo" quiere potenciar.
Así, observamos que existe un cierre total al cooperativismo independiente, en tanto se organizan pseudo-cooperativas controladas en todo por el Estado, y a la vez se desarrolla una campaña abierta contra el trabajo por cuenta propia en La Habana: contra los carretilleros, los vendedores en los parques, los boteros y los restaurantes y paladares.
Se oponen de esa manera a los necesarios cambios en la estructura de la propiedad y las relaciones de producción y eso, desde el punto de vista marxista, es contrarrevolución. Como lo es todo lo que se oponga a los cambios democráticos imprescindibles.
No nos sorprendamos cuando las fuerzas productivas desborden las relaciones de producción estatal asalariadas, que nada tienen que ver con el socialismo.
En fin, que el Estado todo-poseedor y decisor sigue sin entender que el cuentapropismo, el cooperativismo y las formas mismas del capitalismo forman parte de eso que los marxistas leninistas siempre han llamado socialismo o período de tránsito, lo que evidencia que en Cuba no hay socialismo de ningún tipo, sino un capitalismo monopolista de Estado que se opone al desarrollo de todas las otras formas de economía, porque sabe que su subsistencia no es garantizada por su eficiencia, sino por la fuerza de las armas y el poder total de la burocracia sobre la sociedad.
Por eso la burocracia la emprende contra los cuentapropistas. No soportan que sean capaces de ser más eficientes que sus improductivas empresas estatales, los cuentapropistas tengan mayores ingresos y además desarrollen un pensamiento libre e independiente.
Ya lo hemos dicho muchas veces, no nos sorprendamos cuando las fuerzas productivas desborden las relaciones de producción estatal asalariadas, que nada tienen que ver con el socialismo.