El provocador cartel levantado sobre las planchas de cinc en la intersección de Línea y avenida de los Presidentes, en El Vedado que promovían la obra Rascacielos, fue arrancado a girones, por no se sabe quién.
Para muchos, el cartel era una provocación. En el aparecía un texto dominado en la parte superior por cuatro fotografías, donde cuatro parejas se acariciaban. Dos de las parejas eran heterosexuales. Las otras dos homosexuales.
El escándalo llegó hasta el gobierno y el partido único, pues para algunos la alusión era una instigación a la homosexualidad. Por demás el cartel de algo más de dos metros de alto por cuatro de largo, estaba instalado frente a la escuela secundaria Carlos J. Finlay.
Llama la atención que el cartel arrancado sea el de una de las obras más exitosas llevadas a escena en este año. Rascacielos, es desde mediados de abril un suceso teatral que ni el reciente festival Mayo Teatral opacó.
Y la obra a diferencia de los alarmados homófobos no habla de la homosexualidad, sino de la tolerancia, la comunicación y el amor… un universo donde tanto los “hetero” y los “homo”, tienen su espacio.
La historia, que se presenta durante tres meses seguidos en la Sala Adolfo Llaurado del Vedado. Según ella, el último jueves de cada mes, Lorenzo un joven pintor, cumple con la tradición de cenar junto a sus amigos. Durante uno de los rutinarios encuentros el artista confiesa que su vida no es perfecta, como la de ninguno de ellos. Omar ejerce violencia verbal sobre su esposa María Carla, que lo adora. David ama a Ana una madura intelectual, profesora de literatura, que solo lo desea porque es joven y habla poco. Mónica ama a Claudia, que es más joven e inmadura. El mesero, Julián, desea en silencio a Leo, que no quiere tener sexo con otro hombre que no sea aquel pintor a quien amó y que solo veía los lunes.
Expuesta en actos cortos que señalan las interioridades de cada una de estas relaciones. Rascacielos narra pequeñas y universales historias de amor en una ciudad, se quedó sin rascacielos, de esos de acero y cristal, pero no sin sueños o deseos, buenos o malos, según el cristal con que se miren.
Jazz Vilá el director de la obra, se pasea durante toda la presentación nervioso, meticuloso, obsesivo, ocupado de cada detalle de la puesta y hasta de ubicar a los impuntuales del público en el lugar exacto. No es divo, pero la satisfacción al final de cada presentación se ve en su alegría y en verse rodeado del público que lo aclama.
Jazz se graduó como actor por la Escuela Nacional de Arte (ENA). Inició su carrera profesional con la telenovela Las Huérfanas de la Obrapía y en el teatro destacan sus interpretaciones en Calígula, para el Teatro El Público bajo la dirección de Carlos Díaz. Mientras en cine sobresale en Personal Belongings y Juan de los Muertos, ambas de Alejandro Brugués.
Los actores, provenientes de El Publico y todos ellos muy jóvenes, dan solución a cada espacio del drama, aún mismo nivel que nos permite ver las grandes oportunidades que tenemos como espectadores. En especial Omar González, en el rol de David, y Carlos Bustos, como el mesero Julián entre los varones. Lulú Piñera en la piel de Claudia, y Katerine Richard desdoblada en María Carla. Pero sobretodo la soberbia clase de actuación que nos da Dania Splinter en el rol de Ana.
Un aporte interesante en estos tiempos de cambio, es la introducción en la obra de anuncios de pequeños empresarios patrocinadores. De manera directa o indirecta, encontramos mensajes de Starbien restaurante, o El Cocinero y algunas otras pequeñas cosas, que nos señalan que “no todo está perdido”.
El texto de la obra es de Marcos Díaz, otro joven dramaturgo que estudia actualmente en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños y que intenta, a través del drama llegar a diálogos con un “constante coqueteo reflexivo y autorreferencial”, como nos dice la critica Martha Luisa Hernández en las palabras del catálogo.
Rascacielos es una obra sobre el amor de estos tiempos, que pueden tener cólera, hambre o deseos de libertad. Es un deseo irrefrenado de juventud que no lo pueden parar aquellos que arrancaron el cartel de la valla de la calle línea.
Para muchos, el cartel era una provocación. En el aparecía un texto dominado en la parte superior por cuatro fotografías, donde cuatro parejas se acariciaban. Dos de las parejas eran heterosexuales. Las otras dos homosexuales.
El escándalo llegó hasta el gobierno y el partido único, pues para algunos la alusión era una instigación a la homosexualidad. Por demás el cartel de algo más de dos metros de alto por cuatro de largo, estaba instalado frente a la escuela secundaria Carlos J. Finlay.
Llama la atención que el cartel arrancado sea el de una de las obras más exitosas llevadas a escena en este año. Rascacielos, es desde mediados de abril un suceso teatral que ni el reciente festival Mayo Teatral opacó.
Y la obra a diferencia de los alarmados homófobos no habla de la homosexualidad, sino de la tolerancia, la comunicación y el amor… un universo donde tanto los “hetero” y los “homo”, tienen su espacio.
La historia, que se presenta durante tres meses seguidos en la Sala Adolfo Llaurado del Vedado. Según ella, el último jueves de cada mes, Lorenzo un joven pintor, cumple con la tradición de cenar junto a sus amigos. Durante uno de los rutinarios encuentros el artista confiesa que su vida no es perfecta, como la de ninguno de ellos. Omar ejerce violencia verbal sobre su esposa María Carla, que lo adora. David ama a Ana una madura intelectual, profesora de literatura, que solo lo desea porque es joven y habla poco. Mónica ama a Claudia, que es más joven e inmadura. El mesero, Julián, desea en silencio a Leo, que no quiere tener sexo con otro hombre que no sea aquel pintor a quien amó y que solo veía los lunes.
Expuesta en actos cortos que señalan las interioridades de cada una de estas relaciones. Rascacielos narra pequeñas y universales historias de amor en una ciudad, se quedó sin rascacielos, de esos de acero y cristal, pero no sin sueños o deseos, buenos o malos, según el cristal con que se miren.
Jazz Vilá el director de la obra, se pasea durante toda la presentación nervioso, meticuloso, obsesivo, ocupado de cada detalle de la puesta y hasta de ubicar a los impuntuales del público en el lugar exacto. No es divo, pero la satisfacción al final de cada presentación se ve en su alegría y en verse rodeado del público que lo aclama.
Jazz se graduó como actor por la Escuela Nacional de Arte (ENA). Inició su carrera profesional con la telenovela Las Huérfanas de la Obrapía y en el teatro destacan sus interpretaciones en Calígula, para el Teatro El Público bajo la dirección de Carlos Díaz. Mientras en cine sobresale en Personal Belongings y Juan de los Muertos, ambas de Alejandro Brugués.
Los actores, provenientes de El Publico y todos ellos muy jóvenes, dan solución a cada espacio del drama, aún mismo nivel que nos permite ver las grandes oportunidades que tenemos como espectadores. En especial Omar González, en el rol de David, y Carlos Bustos, como el mesero Julián entre los varones. Lulú Piñera en la piel de Claudia, y Katerine Richard desdoblada en María Carla. Pero sobretodo la soberbia clase de actuación que nos da Dania Splinter en el rol de Ana.
Un aporte interesante en estos tiempos de cambio, es la introducción en la obra de anuncios de pequeños empresarios patrocinadores. De manera directa o indirecta, encontramos mensajes de Starbien restaurante, o El Cocinero y algunas otras pequeñas cosas, que nos señalan que “no todo está perdido”.
El texto de la obra es de Marcos Díaz, otro joven dramaturgo que estudia actualmente en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños y que intenta, a través del drama llegar a diálogos con un “constante coqueteo reflexivo y autorreferencial”, como nos dice la critica Martha Luisa Hernández en las palabras del catálogo.
Rascacielos es una obra sobre el amor de estos tiempos, que pueden tener cólera, hambre o deseos de libertad. Es un deseo irrefrenado de juventud que no lo pueden parar aquellos que arrancaron el cartel de la valla de la calle línea.