Desde épocas inmemoriales el hombre, para alimentarse, se vio en la necesidad de lanzar su primera flecha, desde entonces el sueño obsesivo de muchos se transformó en construir y/o poseer un arma capaz de impactar con efectiva precisión sobre el objetivo propuesto.
El Dragón de Fuego, por ejemplo, fue un curioso artefacto que hace más de 500 años utilizaron los chinos para combatir a los mongoles. Consistía en un tubo de bambú con cabeza de animal mitológico, desde la boca del cual se podían disparar varias lanzas a la vez. Las leyes de la balística aseguran que este antiquísimo dispositivo no fue un armamento mortífero ni certero; pero estratégicamente sí conseguía la finalidad, que en el arte de “la no armonía” se ha perseguido con en el ariete y la catapulta, hasta el hoy con los más modernos sistemas automatizados de guerra: provocar el miedo.
En esto el gobierno cubano tampoco marca la excepción, así que a sabiendas del viejo dilema, conocedor de sus recursos, atascamientos, y económicamente imposibilitado de poder desarrollar una industria militar propia, no perdió tiempo en fantasear con proyectos irrealizables y utilizando la ciencia con el libre arbitrio consigue idéntico objetivo: amedrentar a la población.
Algunos estudiosos dicen que el miedo en la población cubana adquiere dimensiones de daño antropológico, y les creo, más cuando personalmente considero es el resultado de una estrategia concebida, para que el terror esté siempre latente en nuestro pensamiento, una creencia limitante proyectada específicamente para hacernos creer que es lógico temerle a lo que está predeterminado que le debemos temer: protestar, hacer cumplir la ley, exigir nuestros derechos,….La lista es larga, lo bueno es saber que para todo misil (metafórico o real) siempre hay fortaleza imposible de vencer. Lo difícil es aceptar que debemos enfrentarlo renunciando incluso a cosas que no queremos perder.
Yo, por ejemplo, no soy un hombre valiente y conozco perfectamente hasta la parálisis por pánico. Así que, con conocimiento de causa puedo asegurar que aunque a veces no lo veamos, sí existen mecanismos, varios, que nos ayudan a enfrentar nuestros temores.
El miedo es una emoción muy intensa provocada por la percepción de un peligro real o supuesto. Pero emoción al fin, es controlable. Y cuando por más que intentamos, no conseguimos encontrar la energía interior para lograr enfrentarnos a él, es muy válido echar mano de alguna ayuda exterior.
Se dice que Dios es un magnífico aliado, pero debo confesar que en mi caso personal, he podido enfrentar los míos inspirándome al mirar por un rato la foto de alguna persona querida, o apuntándome pequeñas victorias, auto obligándome a vencer metas muy cortas que me hagan sentir la energía que provoca el haber podido superar algo. Este reto me permite concentrarme más en los pasos a seguir, que en olvidar el susto. De esta manera el nivel de emoción que provoca dominar cada propósito planteado se va transformando en el combustible preciso para rebasar la barrera final. Sólo venciendo los miedos podemos recuperar todo aquello que queremos ser. Libres.
No hay límites, no hay impedimentos, sólo hay que creer en aptitudes. Ya lo dijo Henry Ford, fundador de Ford Motor Company, “Tanto si crees que tu puedes, como si crees que no puedes, siempre estarás en lo cierto.
El Dragón de Fuego, por ejemplo, fue un curioso artefacto que hace más de 500 años utilizaron los chinos para combatir a los mongoles. Consistía en un tubo de bambú con cabeza de animal mitológico, desde la boca del cual se podían disparar varias lanzas a la vez. Las leyes de la balística aseguran que este antiquísimo dispositivo no fue un armamento mortífero ni certero; pero estratégicamente sí conseguía la finalidad, que en el arte de “la no armonía” se ha perseguido con en el ariete y la catapulta, hasta el hoy con los más modernos sistemas automatizados de guerra: provocar el miedo.
En esto el gobierno cubano tampoco marca la excepción, así que a sabiendas del viejo dilema, conocedor de sus recursos, atascamientos, y económicamente imposibilitado de poder desarrollar una industria militar propia, no perdió tiempo en fantasear con proyectos irrealizables y utilizando la ciencia con el libre arbitrio consigue idéntico objetivo: amedrentar a la población.
Algunos estudiosos dicen que el miedo en la población cubana adquiere dimensiones de daño antropológico, y les creo, más cuando personalmente considero es el resultado de una estrategia concebida, para que el terror esté siempre latente en nuestro pensamiento, una creencia limitante proyectada específicamente para hacernos creer que es lógico temerle a lo que está predeterminado que le debemos temer: protestar, hacer cumplir la ley, exigir nuestros derechos,….La lista es larga, lo bueno es saber que para todo misil (metafórico o real) siempre hay fortaleza imposible de vencer. Lo difícil es aceptar que debemos enfrentarlo renunciando incluso a cosas que no queremos perder.
Yo, por ejemplo, no soy un hombre valiente y conozco perfectamente hasta la parálisis por pánico. Así que, con conocimiento de causa puedo asegurar que aunque a veces no lo veamos, sí existen mecanismos, varios, que nos ayudan a enfrentar nuestros temores.
El miedo es una emoción muy intensa provocada por la percepción de un peligro real o supuesto. Pero emoción al fin, es controlable. Y cuando por más que intentamos, no conseguimos encontrar la energía interior para lograr enfrentarnos a él, es muy válido echar mano de alguna ayuda exterior.
Se dice que Dios es un magnífico aliado, pero debo confesar que en mi caso personal, he podido enfrentar los míos inspirándome al mirar por un rato la foto de alguna persona querida, o apuntándome pequeñas victorias, auto obligándome a vencer metas muy cortas que me hagan sentir la energía que provoca el haber podido superar algo. Este reto me permite concentrarme más en los pasos a seguir, que en olvidar el susto. De esta manera el nivel de emoción que provoca dominar cada propósito planteado se va transformando en el combustible preciso para rebasar la barrera final. Sólo venciendo los miedos podemos recuperar todo aquello que queremos ser. Libres.
No hay límites, no hay impedimentos, sólo hay que creer en aptitudes. Ya lo dijo Henry Ford, fundador de Ford Motor Company, “Tanto si crees que tu puedes, como si crees que no puedes, siempre estarás en lo cierto.