La llegada de Syriza al poder en Grecia ha levantado todas las alertas en España, donde un fenómeno similar, pero no igual, el del partido Podemos, está agitando la vida política en la Península Ibérica, y cada vez más. Lo hace erosionando el debate político, buscando la polarización, la confrontación continua y la violencia verbal.
En las últimas semanas aumentó el ajetreo mediático con los líderes del partido pro chavista. No les gusta que les recuerden su familiaridad y cercanía con el entorno bolivariano, pero los hechos son los hechos y evidencian que sí son chavistas. Tienen todo el derecho a serlo, pero no a ocultarlo, como pretenden, ante el electorado español.
Desde que las encuestas los encumbran, los españoles han ido asimilando la posibilidad de que Pablo Iglesias se convierta en el futuro presidente de España, por eso también se está elevando el nivel de exigencia de los ciudadanos ante su comportamiento público, en muchas ocasiones cuestionable.
Lo han destacado incluso medios simpatizantes de Podemos. Los líderes del partido, que crecieron acudiendo día sí y día también a tertulias políticas televisivas, donde prosperan sobre todo aquellos que son capaces de doblegar con la lengua al contrario –incluso faltando al respeto–, no han sabido encontrar aun el registro que les corresponde ahora que acuden a los platós no como tertulianos sino como posibles futuros dirigentes del país.
Pablo Iglesias acudió el fin de semana pasado a un programa de máxima audiencia en el que mostró una actitud de notable prepotencia y se enfrentó a un periodista crítico con su formación. El líder de Podemos optó por intentar ridiculizar al periodista preguntándole si era verdad que le llamaban con el mote de "Don Pantuflo" (personaje de una popular historieta humorística española).
El rifirrafe fue recogido en las redes sociales con euforia por los seguidores del político, pero dejó muy mala impresión a aquellos que, a pesar de no simpatizar con el periodista, vieron la falta de respeto como algo impropio de quien aspira a gobernar un país.
El respeto al contrario o a aquel que te critica sigue siendo un elemento fundamental de la democracia. Lo vemos claro en el caso de Cuba, donde la oposición ha sido aniquilada completamente del espacio público. Es perseguida no solo judicialmente, sino también apartada de los medios de comunicación y ridiculizada por los aparatos de propaganda del Estado (por ejemplo con video-montajes que últimamente han aparecido en el caso de las Damas de Blanco).
Los miembros de Podemos no quieren que se los equipare con el chavismo pero sus formas no hacen más que recordarnos ese aroma tan característico que cualquier observador de la actualidad en países como Cuba y Venezuela puede fácilmente reconocer.
Además, a Pablo Iglesias le une, en el caso de Venezuela, el ser conductor de un programa televisivo usado como instrumento político. Si nunca llega a presidente de España es prácticamente lógico que acabe como un Nicolás Maduro o un Diosdado Cabello (ahora en aprietos por acusaciones de narcotráfico) con el "mazo dando" desde un programa televisivo propio en cadena estatal. Si le sumamos intenciones de meter mano en los medios de comunicación privados ya no nos quedará ninguna duda. Sí son bolivarianos.