Los gemidos penetraban las paredes de una clínica estatal en un barrio de viviendas destartaladas en el corazón de Caracas. Artemis Parra recibió una vacuna en cada brazo, contra el polio y el sarampión. No tuvo que pagar nada y llenaron algunos huecos en su registro de vacunas. Pero no alcanzaron para satisfacer los requisitos de vacunación de los niños de su edad, informó Prensa Asociada, AP.
Artemis necesitaba otras dos vacunas para protegerse contra una diarrea potencialmente fatal y contra trastornos respiratorios. El gobierno, sin embargo, no tiene esas vacunas y habría que pagar 400 dólares para recibirlas en un consultorio privado, una suma fuera del alcance de su madre, que no tiene trabajo, y su padre, un empleado estatal.
Las autoridades de salud pública vienen advirtiendo desde hace tiempo que en Venezuela, que lleva una década de agitación política y tiene un sistema sanitario que se viene abajo, hay una tasa de vacunaciones alarmantemente baja.
El país no puede comprar vacunas a través de un sistema regional con precios accesibles hasta que salde una deuda de 11 millones de dólares, derivada en buena medida de una lucha por el poder entre el gobierno y la oposición.
Es difícil conseguir estadísticas específicas sobre las tasas de vacunación en Venezuela, donde las instituciones se manejan con mucho secreto y abundan la corrupción y la burocracia. No se publican esas tasas desde el 2015.
Pero un análisis de la AP de datos del gobierno y de estimados de organismos de salud pública indican que el país enfrenta una crisis de vacunaciones cada vez más severa, que la ubica entre las naciones con peores tasas del mundo en lo que respecta a la inoculación de menores contra enfermedades potencialmente mortales.
Muchos niños no han recibido varias de las diez vacunas recomendadas para los primeros 12 meses, que protegen contra 14 enfermedades, incluidas el polio, el sarampión y la tuberculosis. Las vacunas que necesita Artemis, contra el rotavirus y la enfermedad neumocócica, no se aplican desde hace varios años.
Las tasas son más bajas en el interior, lejos de las ciudades grandes. Figuras del gobierno y de la oposición se lanzan acusaciones mutuas, pero la mayoría coincide en que no hay suficientes vacunas para una población que las necesita desesperadamente, en un país abrumado por problemas de abastecimiento.
Las bajas tasas de vacunación hicieron que reapareciesen enfermedades prevenibles, incluidos brotes de sarampión y difteria, una infección grave de la nariz y la garganta.
En el 2016 América fue declarada la primera región del mundo sin sarampión, pero al año siguiente hubo un brote en Venezuela.
Los expertos dicen que la agitación reinante en Venezuela es la principal causante de la crisis de vacunaciones, agravada por la pandemia del COVID-19.
“En situaciones de conflicto, a menudo surgen varias partes que usan los servicios médicos para generar apoyo”, afirmó Katherine Bliss, directora del programa de inmunizaciones del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales de Washington. “Esto se puede reflejar también en una desconfianza en las autoridades y en los programas públicos, como los de las vacunaciones”.
Bliss dijo que las tasas de vacunación bajaron en todo el mundo por los confinamientos de la pandemia, y que Venezuela y otras naciones latinoamericanas enfrentaron serios problemas. Por un lado, no pueden financiar los programas de vacunación y por el otro, tampoco satisfacen los requisitos para recibir la ayuda disponible para las naciones pobres.
No sorprende que los déficits más grandes se registren lejos de los centros urbanos, de acuerdo con Bliss, que analizó la crisis de salud pública de Venezuela en el contexto de la crisis que vive el país.
“El acceso equitativo a la salud es muy problemático”, manifestó, destacando que a las zonas rurales y las poblaciones indígenas “les cuesta más acceder a los mismos servicios de calidad que a la gente de regiones más pobladas”.
Datos del departamento de salud de Venezuela que hacen un desglose del porcentaje de niños que han sido inmunizados según el programa de vacunas del estado --suministrados a la AP por un individuo del campo de la salud a condición de no ser identificado por temor a represalias-- indican que aproximadamente el 70% de los niños han recibido una dosis contra el sarampión y menos del 30% recibieron la segunda dosis, que es un requisito. En dos estados del sudeste, en la frontera con Brasil, menos del 15% de los niños de esa zona rural, poco poblada, tenían la segunda dosis.
A nivel mundial, el 84% de los niños tienen la primera dosis y el 70% las dos, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud y la UNICEF.
El gobierno venezolano no respondió a numerosos pedidos de comentario de la AP respecto a la crisis de vacunas, incluida la escasez de dosis, las entregas pendientes, las fuentes de las dosis y los pagos de su deuda.
En lo que respecta a las vacunas contra el rotavirus y la enfermedad neumocócica, oficinas de las Naciones Unidas estiman que la tasa de vacunación en Venezuela es de cero para ambas vacunas y el documento del gobierno obtenido por la AP no menciona ninguna de ellas.
Los países vecinos tienen tasas más altas tanto para el rotavirus como para la enfermedad neumocócica: En Colombia es del 87% y el 89% respectivamente, y en Brasil del 76% y el 79%.
Ninguna de esas vacunas es ofrecida en clínicas como la que visitó Artemis Parra. Los pediatras de los hospitales públicos y el personal de los centros de vacunaciones generalmente recomiendan a los padres que busquen las vacunas en consultorios privados. Pero, como ocurre con la familia de Artemis, los padres rara vez pueden pagar esos costos.
“Estoy loca por ponerle las vacunas”, dijo la madre de Artemis, Adrianny González. “Sería feo tener que hospitalizarla por un virus”.
La clínica es parte de una campaña de vacunación contra el sarampión, la rubeola y el polio. Las vacunas llegaron a principios de junio a través de la Organización Panamericana de la Salud, la rama americana de la OMS, pero no está claro cuándo fueron adquiridas.
Por años, el gobierno venezolano adquirió la mayoría de sus vacunas a través del Fondo Rotatorio de acceso a las vacunas de la OPS. El programa consolida la demanda de los países participantes y hace compras grandes para conseguir mejores precios.
Este año, por ejemplo, las vacunas contra el sarampión, rubeola y paperas costaron apenas 1,55 dólares la dosis. Otras vacunas son más caras: La del rotavirus cuesta 6,50 dólares y las neumocócicas 14,50.
A pesar de la deuda que tiene Venezuela, el gobierno y la OPS consiguieron 4,4 millones de dosis para la campaña de vacunaciones. La OPS dijo que las entregas fueron resultado de la cooperación con el ministerio de salud venezolano, pero no respondió a preguntas de la AP sobre de dónde salieron los pagos. Un funcionario de la OPS insistió en una conferencia de prensa de junio en que Venezuela tiene prohibido comprar vacunas.
A las familias no les importa el origen de las vacunas. Las clínicas ofrecen la posibilidad de proteger a sus hijos sin costo alguno, sin tener que acudir a médicos privados y sin tener que salir del país. Pocos niños venezolanos se hacen controles médicos rutinarios, por lo que los padres a menudo se enteran de la presencia de estas clínicas a través de las redes sociales o en otros sitios donde las familias reciben ayuda, como programas de alimentos del gobierno.
A las cuatro de la mañana de un sábado de mediados de junio, Dimas Campos era el primero en una cola para vacunar a su hija de 19 meses. El personal revisó su tarjeta de vacunas y la mandó a la sala donde las enfermeras las aplicaban. Se escuchaban canciones de niños y había un castillo inflable para que los pequeños jugasen allí antes y después de ser inmunizados.
Campos les contó a otros padres en la cola que había otra forma de conseguir las vacunas que no estaban disponibles en la clínica: Ir a Colombia. Es un viaje de más de 800 kilómetros (500 millas) desde Caracas. Para los afortunados que tienen automóvil, toma unas 13 horas debido al mal estado de las carreteras y los puestos de control militar. Un viaje en autobús toma más tiempo.
“Mi esposa está cuadrando todo para ir ya”, dijo Campos, quien calcula gastar unos 100 dólares en el viaje para conseguir vacunas gratis en un centro de ayuda humanitaria, comparado con los 400 que tendría que pagar en un consultorio privado en Venezuela. “Uno se monta en el autobús en la noche, llega en la mañana, se vacuna y ya”.
Estos viajes reflejan el efecto de la crisis venezolana más allá de sus fronteras. Peter Hotez, decano de la Escuela Nacional de Medicina Tropical del Baylor College of Medicine de Texas, dijo que las bajas tasas de vacunación de Venezuela desestabilizan todo el continente porque ya están surgiendo brotes de sarampión en dos vecinos, Colombia y Venezuela.
“Es un problema de toda América Latina... del hemisferio occidental, realmente”, señaló.
Venezuela y otros países tienen plazo hasta el viernes para colocar órdenes de vacunas del Fondo Rotatorio de la OPS para el año que viene.
El doctor Ciro Ugarte, director de emergencias sanitarias de la OPS, destacó que Venezuela no puede hacer compras.
“La deuda de Venezuela con el fondo rotatorio sigue vigente”, declaró.
Agregó, no obstante, que la OPS trata de ayudar a Venezuela a conseguir vacunas en otros sitios, como donaciones, en otros países participantes en el programa y de varios socios.
En el 2017, Venezuela adquirió 33 millones de dosis y al año siguiente 43 millones, según un informe de la OPS. En el 2019 se atrasó en los pagos y no compró vacuna alguna, solo una pequeña cantidad de jeringas, probablemente para aplicar las dosis que le quedaban o las de ayuda humanitaria.
El análisis de la AP muestra una prolongada baja en las tasas de vacunación en épocas de agitación política. La reducción de las tasas empezó en el 2016, poco antes de que Estados Unidos y otros países impusiesen sanciones económicas para tratar de derrocar al presidente Nicolás Maduro.
El gobierno socialista de Maduro y el sector opositor encabezado por Juan Guaidó se han acusado mutuamente de explotar políticamente el tema de las vacunas y la ayuda.
Estados Unidos dio a Guaidó y a su gobierno paralelo el control de cientos de millones de dólares en bienes. Los desembolsos deben ser aprobados por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos.
Funcionarios de esa dependencia dijeron que las preguntas sobre las vacunas, incluida cualquier posible compra encubierta, deben ser hechas a la gente de Guaidó.
El equipo de Guaidó no respondió a preguntas de la AP sobre los pagos por las vacunas y cualquier uso de bienes congelados.
Para el doctor Huníades Urbina, secretario académico de la Academia de Medicina de Venezuela, la política impide a los niños ser vacunados y los bandos se preocupan más por recibir crédito por las compras de las vacunas que por la salud de los menores.
“Quién va a llevarse la batuta o la medalla de que compró la vacuna, el gobierno de Maduro o el gobierno interino de Guaidó?”, preguntó. “Se pierde tiempo porque el dinero está ahí”.
No está claro si funcionarios venezolanos han tratado de comprar vacunas sin usar el mecanismo de la OPS en tiempos recientes. En el pasado adquirieron vacunas a gobiernos aliados y realizaron compras de suministros a través de Cuba. Las sanciones no prohíben las transacciones de artículos vinculados con la salud. Venezuela, por otro lado, también recibe vacunas de otros países y de grupos de ayuda.
En plena pandemia del COVID-19, Venezuela compró dosis y recibió donaciones de China, Rusia y Cuba. Casi la mitad de los 28 millones de habitantes de esta nación está vacunada, de acuerdo con la OPS. Es un porcentaje más alto que el de algunas naciones latinoamericanas y africanas.
Las autoridades dicen que las donaciones no bastan para resolver el tema de las vacunas en Venezuela. Y que los altos precios de la vacuna del rotavirus le neumocócica implican que nadie las donará.
Los expertos dan mayor prioridad a África y a menudo se olvidan de los niveles de pobreza y de inseguridad sanitaria de América Latina, señaló Hotez, el decano de la escuela de medicina.
Tres de cada cuatro venezolanos viven con menos de 1,95 dólares diarios --la vara para medir la pobreza-- y los precios de los alimentos aumentan constantemente.
“Se expone a los niños de Venezuela con ese uno-dos que representan la malnutrición y la falta de acceso a vacunas”, expresó.
Maduro habla mucho de una supuesta recuperación económica. La inflación mermó un poco --aunque sigue siendo de las más altas del mundo-- y los negocios están repuntando algo. Sin embargo, la ausencia de vacunas revela que la crisis que empezó antes de la muerte de Hugo Chávez, el predecesor de Maduro, no ha sido superada. Dijo que hay familias que enfrentan decisiones imposibles sobre asuntos básicos de sus hijos.
“Tengo un padre que dice, ‘doctor, le pago en 15 días’”, manifestó. “A veces dicen que no tienen dinero para pagar por la consulta. De las tres dosis que debe aplicarse, recibe solo dos, o una”.
Las inmunizaciones para el rotarivus y la neumocócica son la principal preocupación de las autoridades de salud pública. Lavarse las manos y una buena higiene en general pueden ayudar. Pero en toda Venezuela, tanto en los barrios exclusivos de clase alta de la capital como en las comunidades pobres de los Andes y en los balnearios de la costa, el servicio de agua potable no es confiable.
Venezuela no da a conocer tasas de mortalidad desde hace varios años. Datos del 2016 indican que la diarrea e infecciones respiratorias fueron responsables de numerosas muertes de niños. Una investigación de la Johns Hopkins University resaltó la importancia de reducir las tasas de contagios de niños y de muertes.
Algunos padres dicen que saben lo peligroso que es no darse todas las vacunas recomendadas, pero agregan que no tienen otra opción.
“El presupuesto no nos da para ponerle esa vacuna”, dijo Yuberlim Salazar en el centro de vacunaciones. “Me parece injusto guardar el dinero para ponerle la vacuna y no darle comida a mi hija. Prefiero darle comida a mi hija”, informó la AP.