Lo que está claro es que en los peores momentos, es cuando más posibilidades obtienen los partidos de izquierda, que flirtean con el comunismo.
Si por algún lado empezó Europa ese fue sin lugar a dudas, por Grecia, cuna también de la democracia y sus valores. Los griegos están muy orgullosos de su pasado y no por gusto, los restos de la Antigua Grecia continúan en su sitio protegidos, como atractivo fundamental de la capital helénica la cual por estos días vive uno de sus periodos más agitados política y socialmente hablando.
“Estamos en la Unión Europea porque somos Europa y sus valores son los nuestros”, me dice un joven griego en la plaza Syntagma, centro neurálgico de la capital griega y sede del Parlamento. El domingo se celebran unas elecciones que podrían marcar su salida del euro a medida que ganan terreno coaliciones que incluyen a comunistas ávidos de romper con Europa.
La crisis económica ha sumido a los griegos en un profundo malestar social que algunos partidos de extremaizquierda quieren usar ahora para hacerse con el poder. “Hubo años en que lo teníamos difícil, pero la crisis nos da una nueva oportunidad”, dice una militante de Syiriza, coalición de izquierda radical que está pisando los talones a los conservadores de Nueva Democracia.
Desde estos ámbitos más moderados, en el centro ideológico, se advierte del peligro de que una falta de expectativas haga que los griegos se dejen embaucar por las promesas de una izquierda que quiere hacer cambios, pero no concreta las fórmulas que los hagan posibles.
Así pues las elecciones en Grecia se han convertido en un pulso entre ideas liberales y otras de izquierda que pretenden una reformulación del sistema, que han desplazado incluso a los socialdemócratas del PASOK. En poco tiempo los griegos han visto decrecer su poder adquisitivo, pues el salario base ha pasado de los 700 a los 400 euros. Ante esta situación la izquierda radical propone volver a poner los salarios al nivel previo a los recortes exigidos por el rescate internacional del que fue objeto el país.
La receta para conseguir estos recursos es la puesta en marcha de impuestos que graven “a los ricos”, dicen en Syriza. El problema, quizás, puede venir después, cuando los ricos dejen de tener dinero, ¿de dónde va a salir el que falte? No parece que quitar dinero del que tiene sea la única solución posible a una crisis económica.
Mientras, desde el espectro de partidos conservadores se advierte de la posibilidad de que Syriza vaya a intentar ir demasiado lejos en sus propósitos. “Quieren hacer algo similar a la Unión Soviética”, me dice –quizás exagerando- Yannis Smyrlis, presidente de las juventudes de Nueva Democracia. Señala que el país debe cambiar su economía, focalizar sus esfuerzos en el turismo y los servicios, que son sus puntos fuertes, obtener la ayuda de Europa para salir adelante. Pero teme que su gente se deje engañar por partidos que prometen mucho, sin concretar el cómo se puede conseguir. “En ese caso, yo y muchos como yo, no estaríamos dispuestos a vivir aquí y nos iríamos del país”.
Lo que está claro es que en los peores momentos, es cuando más posibilidades obtienen los partidos de izquierda, que flirtean con el comunismo. A un cubano le puede resultar extraño que alguien se deje seducir por estas opciones políticas, cuando se ha demostrado en muchos países que el comunismo y la economía colectivista terminan siempre en fracaso. “Nadie escarmienta por cabeza ajena”, me comentan algunos amigos cubanos cuando oyen lo que pasa en Grecia.
Esperemos que los griegos no tengan que recapacitar y que tras las elecciones del domingo se aclare el escenario de una Grecia todavía más europea y democrática y menos lanzada a los experimentos con tinte a la cubana.
“Estamos en la Unión Europea porque somos Europa y sus valores son los nuestros”, me dice un joven griego en la plaza Syntagma, centro neurálgico de la capital griega y sede del Parlamento. El domingo se celebran unas elecciones que podrían marcar su salida del euro a medida que ganan terreno coaliciones que incluyen a comunistas ávidos de romper con Europa.
La crisis económica ha sumido a los griegos en un profundo malestar social que algunos partidos de extremaizquierda quieren usar ahora para hacerse con el poder. “Hubo años en que lo teníamos difícil, pero la crisis nos da una nueva oportunidad”, dice una militante de Syiriza, coalición de izquierda radical que está pisando los talones a los conservadores de Nueva Democracia.
Desde estos ámbitos más moderados, en el centro ideológico, se advierte del peligro de que una falta de expectativas haga que los griegos se dejen embaucar por las promesas de una izquierda que quiere hacer cambios, pero no concreta las fórmulas que los hagan posibles.
Así pues las elecciones en Grecia se han convertido en un pulso entre ideas liberales y otras de izquierda que pretenden una reformulación del sistema, que han desplazado incluso a los socialdemócratas del PASOK. En poco tiempo los griegos han visto decrecer su poder adquisitivo, pues el salario base ha pasado de los 700 a los 400 euros. Ante esta situación la izquierda radical propone volver a poner los salarios al nivel previo a los recortes exigidos por el rescate internacional del que fue objeto el país.
La receta para conseguir estos recursos es la puesta en marcha de impuestos que graven “a los ricos”, dicen en Syriza. El problema, quizás, puede venir después, cuando los ricos dejen de tener dinero, ¿de dónde va a salir el que falte? No parece que quitar dinero del que tiene sea la única solución posible a una crisis económica.
Mientras, desde el espectro de partidos conservadores se advierte de la posibilidad de que Syriza vaya a intentar ir demasiado lejos en sus propósitos. “Quieren hacer algo similar a la Unión Soviética”, me dice –quizás exagerando- Yannis Smyrlis, presidente de las juventudes de Nueva Democracia. Señala que el país debe cambiar su economía, focalizar sus esfuerzos en el turismo y los servicios, que son sus puntos fuertes, obtener la ayuda de Europa para salir adelante. Pero teme que su gente se deje engañar por partidos que prometen mucho, sin concretar el cómo se puede conseguir. “En ese caso, yo y muchos como yo, no estaríamos dispuestos a vivir aquí y nos iríamos del país”.
Lo que está claro es que en los peores momentos, es cuando más posibilidades obtienen los partidos de izquierda, que flirtean con el comunismo. A un cubano le puede resultar extraño que alguien se deje seducir por estas opciones políticas, cuando se ha demostrado en muchos países que el comunismo y la economía colectivista terminan siempre en fracaso. “Nadie escarmienta por cabeza ajena”, me comentan algunos amigos cubanos cuando oyen lo que pasa en Grecia.
Esperemos que los griegos no tengan que recapacitar y que tras las elecciones del domingo se aclare el escenario de una Grecia todavía más europea y democrática y menos lanzada a los experimentos con tinte a la cubana.