La posibilidad de que un día los cubanos puedan acercarse a las urnas con la seguridad de que tienen diferentes opciones para escoger y de que pueden cambiar el rumbo de su país votando al partido que mejor represente sus intereses.
Habrá nuevas elecciones generales en Cuba, según una convocatoria publicada en Granma. De nuevo se repetirán las escenas de una opereta bufa cuyo guión está plenamente prestablecido, cada uno de los protagonistas conoce al dedillo cuál es su función. El elemento sorpresa es inexistente. El electorado no se dirime entre la selección de algo mejor o peor, simplemente entre continuidad o continuidad, el empeño de permanecer apostando por políticas fracasadas implementadas por unos militares hace ya una pila de años.
Ante un proceso semejante nos pueden asaltar muchas dudas, y una que parece fundamental es la de por qué razón la comunidad internacional sigue tomando en serio unas elecciones que, en realidad, no lo son. Debemos tener en cuenta que los cubanos no escogen una variedad de posiciones que defiendan diferentes sensibilidades que hay en la calle sino que, más bien, cogen a un puñado de individuos para ocupar una butaca en un Parlamento cuyo objetivo no es más que validar cualquier política que sea decidida desde arriba.
Quién en su sano juicio apoyaría un proceso electoral semejante en su país, cuyo fin no sería más que el de contribuir al enroque de los autores de un fracaso, los culpables de la bancarrota económica, responsables en este caso en particular de una diplomacia pésima que sigue necesitando promover la confrontación con los vecinos de arriba para mantenerse a flote. Si no seríamos capaces de aceptar unas elecciones de este tipo en España o en Estados Unidos, ¿por qué pensamos que los cubanos sí las asumen para ellos mismos?
Pero a pesar de todo esto escucharemos de nuevo en los medios de comunicación la referencia a unas elecciones en Cuba que contribuirá a construir un espejismo más sobre la Isla. Tal y como sucede con la educación y la salud o el supuesto fin del racismo. En Cuba basta decir que hay educación y salud gratis para que todo el mundo lo dé por hecho. Nadie cuestiona a los militares verdeolivo. Y en el caso de sus elecciones pasa exactamente igual. A pesar de todo se sabe que muchos cubanos invalidan sus boletos de votación escribiendo consignas antigubernamentales, pero oficialmente jamás se van a conocer datos semejantes. Para el régimen las elecciones siempre transcurren en paz y harmonía.
Unos meses después de estas elecciones generales, el 10 de diciembre, tendrá lugar la Reunión de la Nación por la Democracia, que ha sido convocada por organizaciones opositoras dentro y fuera de Cuba con el objetivo de considerar las acciones necesarias para conseguir la instauración de un régimen democrático en la Isla. Es una cita importante que debería contar con la complicidad del mundo democrático y no pasar desapercibida, como muy posiblemente va a suceder.
No hay oposición más absurda que la que no cuenta con visibilidad, y eso el régimen castrista lo sabe muy bien, por eso ha movido magistralmente todas las piezas, primero para ocultar a cualquier oponente, y segundo, para proyectar sobre cualquier opositor la sombra de la duda, la invención aderezada con unos comentarios sobre la CIA y listo.
Tal es el enroque del régimen castrista, y el hecho de que la comunidad internacional lo haya dejado ya prácticamente como un caso perdido, que resulta difícil imaginar unas elecciones libres en Cuba. Decididamente hoy lo que sí resulta una utopía, más que la Arcadia prometida por los comunistas, es el horizonte democrático, la posibilidad de que un día los cubanos puedan acercarse a las urnas con la seguridad de que tienen diferentes opciones para escoger y de que pueden cambiar el rumbo de su país votando al partido que mejor represente sus intereses. Mientras debemos seguir contemplando el esperpéntico espectáculo castrista.
Ante un proceso semejante nos pueden asaltar muchas dudas, y una que parece fundamental es la de por qué razón la comunidad internacional sigue tomando en serio unas elecciones que, en realidad, no lo son. Debemos tener en cuenta que los cubanos no escogen una variedad de posiciones que defiendan diferentes sensibilidades que hay en la calle sino que, más bien, cogen a un puñado de individuos para ocupar una butaca en un Parlamento cuyo objetivo no es más que validar cualquier política que sea decidida desde arriba.
Quién en su sano juicio apoyaría un proceso electoral semejante en su país, cuyo fin no sería más que el de contribuir al enroque de los autores de un fracaso, los culpables de la bancarrota económica, responsables en este caso en particular de una diplomacia pésima que sigue necesitando promover la confrontación con los vecinos de arriba para mantenerse a flote. Si no seríamos capaces de aceptar unas elecciones de este tipo en España o en Estados Unidos, ¿por qué pensamos que los cubanos sí las asumen para ellos mismos?
Pero a pesar de todo esto escucharemos de nuevo en los medios de comunicación la referencia a unas elecciones en Cuba que contribuirá a construir un espejismo más sobre la Isla. Tal y como sucede con la educación y la salud o el supuesto fin del racismo. En Cuba basta decir que hay educación y salud gratis para que todo el mundo lo dé por hecho. Nadie cuestiona a los militares verdeolivo. Y en el caso de sus elecciones pasa exactamente igual. A pesar de todo se sabe que muchos cubanos invalidan sus boletos de votación escribiendo consignas antigubernamentales, pero oficialmente jamás se van a conocer datos semejantes. Para el régimen las elecciones siempre transcurren en paz y harmonía.
Unos meses después de estas elecciones generales, el 10 de diciembre, tendrá lugar la Reunión de la Nación por la Democracia, que ha sido convocada por organizaciones opositoras dentro y fuera de Cuba con el objetivo de considerar las acciones necesarias para conseguir la instauración de un régimen democrático en la Isla. Es una cita importante que debería contar con la complicidad del mundo democrático y no pasar desapercibida, como muy posiblemente va a suceder.
No hay oposición más absurda que la que no cuenta con visibilidad, y eso el régimen castrista lo sabe muy bien, por eso ha movido magistralmente todas las piezas, primero para ocultar a cualquier oponente, y segundo, para proyectar sobre cualquier opositor la sombra de la duda, la invención aderezada con unos comentarios sobre la CIA y listo.
Tal es el enroque del régimen castrista, y el hecho de que la comunidad internacional lo haya dejado ya prácticamente como un caso perdido, que resulta difícil imaginar unas elecciones libres en Cuba. Decididamente hoy lo que sí resulta una utopía, más que la Arcadia prometida por los comunistas, es el horizonte democrático, la posibilidad de que un día los cubanos puedan acercarse a las urnas con la seguridad de que tienen diferentes opciones para escoger y de que pueden cambiar el rumbo de su país votando al partido que mejor represente sus intereses. Mientras debemos seguir contemplando el esperpéntico espectáculo castrista.