Desde el punto de vista de un idealista, las campañas políticas deben ser un debate serio sobre la economía del país, su política exterior y las calificaciones de cada uno de los candidatos. En muchos países, y Estados Unidos entre ellos, las campañas se disputan en un lodazal y miden las personalidades de los candidatos.
Para decirlo de otra forma, son campañas en las que valen más las apariencias que los principios de cada partido o candidato.
Eso precisamente es lo que caracteriza la contienda electoral de este año entre el presidente Barack Obama y su virtual opositor, el ex gobernador Mitt Romney. Los debates serios son pocos. Los ataques personales son la orden del día. Y lo peor del caso es que funcionan.
La campaña del presidente no ha tenido piedad con Romney. Todos los días le dicen que no ha presentado sus declaraciones de impuestos de los últimos 10 años. No importa que hacerlo no sea un requisito para ser presidente de los Estados Unidos. Lo importante es hacer una caricatura del candidato republicano; de pintarlo como un ricachón a quien no le interesa el bienestar de la clase media estadounidense.
El colmo es que hasta el presidente del Senado, Harry Reid, dice que tiene una fuente secreta que le ha dicho que Romney no ha pagado impuestos en los últimos 10 años. No importa que Reid no diga quien es su fuente; ni que el propio Reid tampoco haya presentado sus declaraciones de impuestos. Lo que importa y aparentemente funciona es destrozar la imagen de Romney.
De acuerdo con las últimas encuestas parece que la estrategia política funciona. Hace menos de un mes Romney y Obama estaban en un virtual empate en las encuestas. En estos momentos el presidente ya le saca cerca de 3,5 punto de ventaja a Romney.
Si las acusaciones son verdad o mentira no importa. Lo que cuenta es que las campañas negativas funcionan pues destruyen la imagen de un candidato.
Por otra parte Romney tampoco ha logrado llegarle en forma personal al votante estadounidense. Le falta carisma; es una persona muy tiesa a la que le cuesta trabajo comunicarse con el electorado en una forma sencilla. Y lo malo de todo esto para Romney es que el carisma no se compra en botica.
Esta semana los partidarios de Romney han comenzado su propia campaña negativa contra Obama. Es difícil predecir si llega a tiempo o si ya es demasiado tarde.
Cuando faltan 90 días para las elecciones de noviembre, el presidente Obama tiene la delantera. A Romney le va a ser difícil ganar. La única ventaja que tiene es que la economía está enferma; algunos dicen que está a punto de entrar en la sala de cuidado intensivo.
De aquí a las elecciones falta mucho tiempo; pueden ocurrir muchas cosas. Todavía tenemos que ver qué pasa en las convenciones de los dos partidos; faltan tres debates entre los candidatos presidenciales y uno entre los candidatos vicepresidenciales. Y por supuesto, todavía Romney tiene que anunciar quien será su compañero y candidato a la vicepresidencia del Partido Republicano.
Todavía falta mucho, pero ya están marcándose los puntos principales de esta contienda electoral.
Los debates serios son pocos. Los ataques personales son la orden del día. Y lo peor del caso es que funcionan.