A golpe de pesados impuestos el gobierno cubano intenta rescatar su red comercial, asediada por el éxito de las "candongas".
Impedir la acumulación de riquezas al margen del Estado y reanimar las estancadas ventas de las tiendas estatales son dos de las razones de los onerosos aranceles aduaneros impuestos desde el lunes por el gobierno de Cuba a las importaciones informales, según las primeras explicaciones más o menos francas de fuentes oficialistas sobre el tema.
Carmen Arias, subdirectora de Técnicas Aduanales de la Aduana cubana, dijo a la agencia France Presse que las tarifas, son "una forma de combatir el uso de esta vía no comercial para el lucro personal".
En el mismo reportaje se cita una entrada de la periodista Gisselle Morales, del diario espirituano Escambray, en su blog Cuba Profunda: "Es cierto: las pacas llegadas allende los mares se han robado el show del candongueo nacional y, lo que es peor para los bolsillos del Estado, han sumido a las Tiendas Recaudadoras de Divisa en un largo bostezo de almacenes estancados e inventarios ociosos".
Las nuevas tarifas gravan con un impuesto de diez dólares cada kilo de equipaje más allá del personal, así como cada kilo en paquetes enviados de más de 3 kilogramos.El salario promedio en Cuba no supera los 20 dólares mensuales.
Desde que aparecieron en la Gaceta Oficial en julio la resolución 122 de la Aduana General de la República, y las 222 y 223 del Ministerio de Finanzas y Precios, ni funcionarios ni instituciones gubernamentales habían ofrecido explicaciones sobre las medidas, descritas como un “autoembargo” por un economista cubano radicado en Colombia.
"Me parece desproporcionado (...) y podría tener el impacto de un autoembargo, impuesto esta vez por las autoridades del país, con el consabido efecto nocivo sobre el nivel de vida de la población", dijo a la AFP el economista Mauricio de Miranda, catedrático de la filial de Cali de la Universidad Javeriana.
La nueva regulación "podría encarecer sustancialmente la importación de bienes de consumo cuya oferta no se encuentra fácilmente en la red del comercio minorista" de la isla, dijo De Miranda.
Otro economista cubano, Emilio Morales, presidente en Miami de Havana Consulting Group, escribió en el blog Café Fuerte que el nuevo tributo parece ser una respuesta de La Habana a los resultados de la política implementada por el presidente Barack Obama para viabilizar una apertura económica entre las familias cubanas y la diáspora.
En un análisis de las razones para dictar las nuevas regulaciones, Morales apunta que solo por concepto de venta de mercancías enviadas en los paquetes de residentes en el exterior a sus familiares en la isla, el mercado subterráneo cubano ha estado moviendo entre $1,000 y $1,500 millones de dólares anuales.
Pero además, señala el autor que gracias a la liberalización de los viajes de los cubanoamericanos dispuesta por Obama, la frecuencia de vuelos a la isla había aumentado en 2011 un 600 por ciento respecto a las cifras del 2006, otro chorro salvaje de abundancia que venía estabilizando y diversificando la oferta, bajando los precios de los bienes de consumo en la isla, y convirtiéndose en otro Caballo de Troya para las cadenas de tiendas dolarizadas bajo el control del Estado.
Dice el economista radicado en Miami: “En estos momentos, el mercado negro cubano ofrece una diversa gama de productos, desde calzado, ropas, perfumería y cosméticos, hasta electrodomésticos de última generación, destacándose los celulares, computadoras, consolas de juego y televisores de pantalla plana. La calidad de estos productos supera ampliamente las ofertas de las tiendas minoristas, no solo en precio, sino también en inventario".
Un observador interno lo confirma. En julio pasado el periodista independiente Frank Correa escribió desde la isla un reportaje para Cubanet con un sugerente título: “Tiendas a la ruina”, donde señalaba que las TRD estatales se habían topado con la poderosa competencia del mercado particular que las aventajaba en calidad, estética, modernidad, precios y un mejor servicio.
Mientras las primeras ofertaban sólo en pesos convertibles artículos pasados de moda y en cantidad y variedad insuficientes, las segundas mostraban más diversidad, calidad, variedad de marcas y tallas, y modelos de última moda. Pero además de las ventajas intrínsecas de su mercadería, los privados también daban mejores precios, aceptaban cualquiera de las dos monedas que circulan en el país, y ofrecían garantías de devolución o cambio.
Correa ilustraba con una anécdota la abrupta caída de las ventas de las tiendas estatales tras la proliferación de las llamadas “candongas”. Cuando una brigada de fumigadores contra el mosquito Aedes Aegypti, se presentó en la tienda de Quinta Avenida y 98, en Miramar, el gerente les pidió que, por favor, vinieran otro día, porque “como está la cosa, ahora que todo el mundo prefiere comprar en la calle no podemos darnos el lujo de cerrar por los mosquitos”.
Está por verse si los nuevos aranceles podrán o no poner bajo control al mercado “no estatal” cubano que, como los retrovirus, muta, se adapta y sobrevive a cualquier antibiótico estatal, sobre todo porque se alimenta de la corrupción esencial de un sistema donde nadie puede vivir con su salario.
Lo que si parece evidente es que el gobierno tendrá que pagar un precio en impopularidad. Como dice un refrán, haz rico tres días a un pobre y ya nunca más querrá volver a serlo.
Carmen Arias, subdirectora de Técnicas Aduanales de la Aduana cubana, dijo a la agencia France Presse que las tarifas, son "una forma de combatir el uso de esta vía no comercial para el lucro personal".
En el mismo reportaje se cita una entrada de la periodista Gisselle Morales, del diario espirituano Escambray, en su blog Cuba Profunda: "Es cierto: las pacas llegadas allende los mares se han robado el show del candongueo nacional y, lo que es peor para los bolsillos del Estado, han sumido a las Tiendas Recaudadoras de Divisa en un largo bostezo de almacenes estancados e inventarios ociosos".
Las nuevas tarifas gravan con un impuesto de diez dólares cada kilo de equipaje más allá del personal, así como cada kilo en paquetes enviados de más de 3 kilogramos.El salario promedio en Cuba no supera los 20 dólares mensuales.
Desde que aparecieron en la Gaceta Oficial en julio la resolución 122 de la Aduana General de la República, y las 222 y 223 del Ministerio de Finanzas y Precios, ni funcionarios ni instituciones gubernamentales habían ofrecido explicaciones sobre las medidas, descritas como un “autoembargo” por un economista cubano radicado en Colombia.
"Me parece desproporcionado (...) y podría tener el impacto de un autoembargo, impuesto esta vez por las autoridades del país, con el consabido efecto nocivo sobre el nivel de vida de la población", dijo a la AFP el economista Mauricio de Miranda, catedrático de la filial de Cali de la Universidad Javeriana.
La nueva regulación "podría encarecer sustancialmente la importación de bienes de consumo cuya oferta no se encuentra fácilmente en la red del comercio minorista" de la isla, dijo De Miranda.
Otro economista cubano, Emilio Morales, presidente en Miami de Havana Consulting Group, escribió en el blog Café Fuerte que el nuevo tributo parece ser una respuesta de La Habana a los resultados de la política implementada por el presidente Barack Obama para viabilizar una apertura económica entre las familias cubanas y la diáspora.
En un análisis de las razones para dictar las nuevas regulaciones, Morales apunta que solo por concepto de venta de mercancías enviadas en los paquetes de residentes en el exterior a sus familiares en la isla, el mercado subterráneo cubano ha estado moviendo entre $1,000 y $1,500 millones de dólares anuales.
Pero además, señala el autor que gracias a la liberalización de los viajes de los cubanoamericanos dispuesta por Obama, la frecuencia de vuelos a la isla había aumentado en 2011 un 600 por ciento respecto a las cifras del 2006, otro chorro salvaje de abundancia que venía estabilizando y diversificando la oferta, bajando los precios de los bienes de consumo en la isla, y convirtiéndose en otro Caballo de Troya para las cadenas de tiendas dolarizadas bajo el control del Estado.
Dice el economista radicado en Miami: “En estos momentos, el mercado negro cubano ofrece una diversa gama de productos, desde calzado, ropas, perfumería y cosméticos, hasta electrodomésticos de última generación, destacándose los celulares, computadoras, consolas de juego y televisores de pantalla plana. La calidad de estos productos supera ampliamente las ofertas de las tiendas minoristas, no solo en precio, sino también en inventario".
Un observador interno lo confirma. En julio pasado el periodista independiente Frank Correa escribió desde la isla un reportaje para Cubanet con un sugerente título: “Tiendas a la ruina”, donde señalaba que las TRD estatales se habían topado con la poderosa competencia del mercado particular que las aventajaba en calidad, estética, modernidad, precios y un mejor servicio.
Mientras las primeras ofertaban sólo en pesos convertibles artículos pasados de moda y en cantidad y variedad insuficientes, las segundas mostraban más diversidad, calidad, variedad de marcas y tallas, y modelos de última moda. Pero además de las ventajas intrínsecas de su mercadería, los privados también daban mejores precios, aceptaban cualquiera de las dos monedas que circulan en el país, y ofrecían garantías de devolución o cambio.
Correa ilustraba con una anécdota la abrupta caída de las ventas de las tiendas estatales tras la proliferación de las llamadas “candongas”. Cuando una brigada de fumigadores contra el mosquito Aedes Aegypti, se presentó en la tienda de Quinta Avenida y 98, en Miramar, el gerente les pidió que, por favor, vinieran otro día, porque “como está la cosa, ahora que todo el mundo prefiere comprar en la calle no podemos darnos el lujo de cerrar por los mosquitos”.
Está por verse si los nuevos aranceles podrán o no poner bajo control al mercado “no estatal” cubano que, como los retrovirus, muta, se adapta y sobrevive a cualquier antibiótico estatal, sobre todo porque se alimenta de la corrupción esencial de un sistema donde nadie puede vivir con su salario.
Lo que si parece evidente es que el gobierno tendrá que pagar un precio en impopularidad. Como dice un refrán, haz rico tres días a un pobre y ya nunca más querrá volver a serlo.