Pone el MININT en retirada (temporal) a matavacas

No lo dé por sentado: en Cuba no es tan fácil comer carne de res

La Operación Tauro redujo en casi la mitad el hurto y sacrificio clandestino de ganado mayor, pero millones de cubanos siguen soñando con un bisté.
Cuando a fines del 2002 y principios del 2003 se produjo en Cuba un auge de la venta y el consumo de drogas, incluido el del llamado “cambolo” o cocaína en piedra, el gobierno echó mano a su solución favorita: una campaña represiva. La Operación Coraza, a cargo del Ministerio del Interior consiguió aliviar temporalmente el problema, aunque nunca lo eliminó, como han confirmado recientemente fuentes oficiales e independientes.

En los últimos meses hemos visto una repetición más de la película con otro delito fuera de control. A fines de 2011 el hurto y sacrificio de ganado mayor experimentó una notable alza en el país, y en algunos lugares de la isla, como la flamante provincia Mayabeque llegó a duplicarse.

Aunque se trata de un crimen severamente sancionado en Cuba –las penas oscilan entre cuatro y diez años según la figura delictiva-- la disminución relativa del precio de la carne de res en el mercado negro, al aumentar en flecha los de otros renglones alimentarios, estimuló la demanda crónica --en la isla no se vende carne vacuna hace décadas-- y decidió a los matarifes clandestinos a asumir los riesgos.

El periodista independiente tunero Alberto Méndez Castelló, quien trabajó con su padre como vaquero y también ha escrito sobre este tema, me dio un ejemplo en una entrevista que le hice por entonces: si una libra de frijoles colorados se cotizaba ya en su natal Puerto Padre en 15 pesos moneda nacional, y la de carne de res ilegal costaba 20 pesos, resultaba obvio por cual de las dos se iban a decidir los consumidores.

La respuesta del gobierno ha sido otra campaña represiva. La Operación Tauro lanzada en los primeros meses del 2012, ha rendido sus frutos, con una reducción del 44 por ciento entre agosto del 2011 y mayo del presente año. Así y todo, más de 12 mil acciones de hurto y sacrificio ilegal de ganado fueron cometidas en Cuba en ese período, como reporta el sitio Café Fuerte, El portal cita cifras presentadas en julio por el MININT a la Asamblea Nacional.

En el típico “bateo” de responsabilidades, el informe del MININT sobre la Operación Tauro atribuyó el pico en el hurto y sacrificio de vacunos a la no aplicación de las medidas de protección adecuadas por parte de los campesinos.

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Tte coronel del MNINT lee ante diputados informe sobre Operación Tauro


Pero el principal aliciente, como lo ha identificado Méndez Castelló en Cubanet, es otro: los cuatreros en Cuba tienen ante sus ojos “una mina de oro, representada por más de once millones de almas ansiosas por comerse un bisté”.

Precisa el colega que “si no se es un niño menor de 7 años, se tiene una dieta médica, o se es miembro de las altas esferas del gobierno, los cubanos no comen carne de res a menos que vayan donde el matarife clandestino”.

Claro que esta excepcionalidad de la carne de res en la isla ha sido motivada por un indetenible desfasaje entre el crecimiento de la población y la destrucción de la ganadería cubana desde 1959, cuando la cantidad de cabezas de ganado vacuno era aproximadamente igual al número de habitantes de la isla.

Citando cifras de los Anuarios Estadísticos de Cuba, el economista independiente Oscar Espinosa Chepe ha observado como aún antes de la crisis extrema del período especial, entre 1967 y 1999 desaparecieron 2,8 millones de cabezas, o el 39 % del rebaño.

Aunque hubo una diversidad de factores involucrados, incluyendo los famosos cruces de las razas Holstein y Cebú orientados por Fidel Castro, Chepe cree que todos tienen un denominador común: la poca motivación existente en los trabajadores pecuarios para la atención del ganado y la irracionalidad del modelo prevaleciente en la agricultura cubana.

Esta última, según el economista, es responsable de las bajas tasas de natalidad, alta mortalidad, y falta de alimentación, agravada por la incesante pérdida de pastizales frente al marabú que se ha ido tragando la isla.

En cuanto a la escasa motivación de los trabajadores pecuarios, la labor de estos se complica con las presiones que ejerce contra ellos el Estado para detener la matanza clandestina, las que durante un tiempo llegaron al límite de multar al propietario de la res hurtada.

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Alberto Méndez Castelló recuerda sus experiencias como vaquero en Cuba


A fin de frenar la extinción del ganado bovino en la isla, el gobierno de Cuba prohíbe el sacrificio de ganado mayor sin autorización estatal incluso a los campesinos privados que son propietarios de los animales. Estos tienen que resignarse a vender sus reses al Estado por precios que dan ganas de reir o de llorar.

Café Fuerte ofrece un ejemplo: en una carta que publicó en enero el diario Granma, un campesino, identificado como R. A. Perera Fernández, se quejaba de que el Estado le pagó 279 pesos cubanos, unos once pesos convertibles, por un añojo de su propiedad de 200 kilos de peso, después de que él lo crió y se pasó “16 meses cuidándolo día y noche”. El autor se preguntaba qué podía comprar con eso en las tiendas recaudadoras de divisas del gobierno.

Tome usted ahora papel y lápiz.

Supongamos que ninguna parte del animal fuera desechable (una premisa que no es raro que se cumpla en la vida real en Cuba, donde todo se aprovecha).Si el remitente de la carta hubiera podido matar su añojo y vender libremente su carne por libras (200 kg equivalen a 440 lbs), al precio de calle que sugería Méndez Castelló (20 pesos la libra), habría obtenido 8,800 pesos cubanos o unos 350 C-U-C. ¿No cree usted que tal vez así R.A habría pensado que valieron la pena los 16 meses que se pasó “cuidándolo día y noche”?