Santos tiene una ardua tarea para convencer a los colombianos y al mundo que estas negociaciones pueden funcionar.
Les dedico esta columna a todos mis amigos colombianos.
A todos con los periodistas colombianos con que he trabajado (los periodistas colombianos están entre los más competentes del hemisferio); a todos los que viven en su patria o lejos de ella. Ellos han sufrido cinco décadas de una guerra intestina contra unos narco terroristas que han tratado de imponer un régimen marxista en ese bello país Andino.
Pero, muy en particular, le dedico esta columna a mi yerno y a sus padres que si conocen lo duro que los colombianos han tenido que luchar para mantener la democracia.
Por todos ellos quisiera que las negociaciones en busca de la paz entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) tengan éxito.
Que quede claro, todavía tengo dudas. En mente tengo el viejo refrán americano que dice que si me engañas una vez la culpa es tuya; pero si lo haces una segunda vez, la culpa es mía.
Esta no es la primera vez que el grupo guerrillero más antiguo del continente negocia la paz con un presidente colombiano. Las conversaciones nunca han funcionado. La última vez el entonces presidente Andrés Pastrana les cedió temporalmente un territorio del tamaño de Suiza para que ellos pudieran replegarse y ahí negociar.
Eso ocurrió de 1999 al 2002. La FARC se aprovechó de la tregua para armarse y prepararse para 10 años más de lucha.
Santos ha dicho que esta vez las cosas van a ser diferentes; que él no iba a cometer los mismos errores del pasado. Dijo que no habría zona de despeje y que la guerra continuaría hasta que se llegara a un acuerdo en las conversaciones que tendrán lugar en Oslo, Noruega o en Cuba.
Las conversaciones comenzaron en Cuba a principios de año. El ex presidente Alvaro Uribe presionó hasta que Santos confirmara que habían estado en conversaciones. Uribe sigue criticando a Santos. Pero si hay paz, Santos saldrá vindicado. Si no . . .
El comienzo de las negociaciones no ha sido fácil. El representante de las FARC en La Habana pidió un inmediato cese al fuego y que Estados Unidos permitiera que Ricardo Palmera fuese parte de su equipo de negociación. El único problema es que Palmer está en una cárcel estadounidense cumpliendo condena de 60 años por el secuestro de tres estadounidenses en Colombia.
Santos rechazó el pedido y los rebeldes dieron marcha atrás. Las negociaciones deben comenzar en octubre.
Pero los problemas por resolver son enormes. La revista Semana, la más importante de Colombia explicó uno de sus problemas en su más reciente edición.
“El principal negociador de las FARC, ‘Iván Márquez’, tiene 28 condenas y 198 órdenes de captura. Su caso marca el inicio de un debate que el propio presidente Santos ha empezado a sugerirle a Colombia: “dónde se traza la línea entre la justicia y la paz”, dice la revista. “En marzo del 2006, el Departamento de Justicia de los Estados Unidos formuló cargos contra 50 dirigentes de la guerrilla al señalarlos como responsables de ‘suministrar la mitad de la cocaína mundial’”.
Lo que Santos propone es crear un espacio entre “la Justicia y la paz”. No le va a ser fácil hacerlo. Los guerrilleros quieren inmunidad, poder reintegrarse a la sociedad y participar en el proceso político.
Ya el Congreso en Colombia y su Comisión de Paz han advertido que a los que sean juzgados y condenados por crímenes de lesa humanidad no se les puede conceder “amnistía o perdonar”. La comunidad internacional le ha dicho lo mismo a Santos.
Una posible salida es que a Márquez se le castigue de otra forma; por ejemplo negarle la posibilidad de ser candidato político. Esa es una de las posibilidades de castigo “transicional fuera de la sanción penal”. Esto lo dijo el propio comisionado de las Naciones Unidas en Colombia. Ahora hay que ver si combatientes y colombianos aceptan.
Santos tiene una ardua tarea para convencer a los colombianos y al mundo que estas negociaciones pueden funcionar. Si tiene éxito los colombianos le estarán eternamente agradecidos. Si fracasa, nunca se lo van a perdonar.
A todos con los periodistas colombianos con que he trabajado (los periodistas colombianos están entre los más competentes del hemisferio); a todos los que viven en su patria o lejos de ella. Ellos han sufrido cinco décadas de una guerra intestina contra unos narco terroristas que han tratado de imponer un régimen marxista en ese bello país Andino.
Pero, muy en particular, le dedico esta columna a mi yerno y a sus padres que si conocen lo duro que los colombianos han tenido que luchar para mantener la democracia.
Por todos ellos quisiera que las negociaciones en busca de la paz entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) tengan éxito.
Que quede claro, todavía tengo dudas. En mente tengo el viejo refrán americano que dice que si me engañas una vez la culpa es tuya; pero si lo haces una segunda vez, la culpa es mía.
Esta no es la primera vez que el grupo guerrillero más antiguo del continente negocia la paz con un presidente colombiano. Las conversaciones nunca han funcionado. La última vez el entonces presidente Andrés Pastrana les cedió temporalmente un territorio del tamaño de Suiza para que ellos pudieran replegarse y ahí negociar.
Eso ocurrió de 1999 al 2002. La FARC se aprovechó de la tregua para armarse y prepararse para 10 años más de lucha.
Santos ha dicho que esta vez las cosas van a ser diferentes; que él no iba a cometer los mismos errores del pasado. Dijo que no habría zona de despeje y que la guerra continuaría hasta que se llegara a un acuerdo en las conversaciones que tendrán lugar en Oslo, Noruega o en Cuba.
Las conversaciones comenzaron en Cuba a principios de año. El ex presidente Alvaro Uribe presionó hasta que Santos confirmara que habían estado en conversaciones. Uribe sigue criticando a Santos. Pero si hay paz, Santos saldrá vindicado. Si no . . .
El comienzo de las negociaciones no ha sido fácil. El representante de las FARC en La Habana pidió un inmediato cese al fuego y que Estados Unidos permitiera que Ricardo Palmera fuese parte de su equipo de negociación. El único problema es que Palmer está en una cárcel estadounidense cumpliendo condena de 60 años por el secuestro de tres estadounidenses en Colombia.
Santos rechazó el pedido y los rebeldes dieron marcha atrás. Las negociaciones deben comenzar en octubre.
Pero los problemas por resolver son enormes. La revista Semana, la más importante de Colombia explicó uno de sus problemas en su más reciente edición.
“El principal negociador de las FARC, ‘Iván Márquez’, tiene 28 condenas y 198 órdenes de captura. Su caso marca el inicio de un debate que el propio presidente Santos ha empezado a sugerirle a Colombia: “dónde se traza la línea entre la justicia y la paz”, dice la revista. “En marzo del 2006, el Departamento de Justicia de los Estados Unidos formuló cargos contra 50 dirigentes de la guerrilla al señalarlos como responsables de ‘suministrar la mitad de la cocaína mundial’”.
Lo que Santos propone es crear un espacio entre “la Justicia y la paz”. No le va a ser fácil hacerlo. Los guerrilleros quieren inmunidad, poder reintegrarse a la sociedad y participar en el proceso político.
Ya el Congreso en Colombia y su Comisión de Paz han advertido que a los que sean juzgados y condenados por crímenes de lesa humanidad no se les puede conceder “amnistía o perdonar”. La comunidad internacional le ha dicho lo mismo a Santos.
Una posible salida es que a Márquez se le castigue de otra forma; por ejemplo negarle la posibilidad de ser candidato político. Esa es una de las posibilidades de castigo “transicional fuera de la sanción penal”. Esto lo dijo el propio comisionado de las Naciones Unidas en Colombia. Ahora hay que ver si combatientes y colombianos aceptan.
Santos tiene una ardua tarea para convencer a los colombianos y al mundo que estas negociaciones pueden funcionar. Si tiene éxito los colombianos le estarán eternamente agradecidos. Si fracasa, nunca se lo van a perdonar.