Un ostentoso reforzamiento policial en La Habana coincide con nuevos rumores sobre la salud de Fidel Castro, pero también con una creciente inconformidad popular.
Periodistas independientes desde La Habana reportan por estos días un ostensible reforzamiento de la presencia policial en las calles de la ciudad.
El colega Jaime Leygonier, colaborador del Centro de Información Hablemos Press, apunta que además de los autos patrulleros habituales hay miembros de la PNR de posta en esquinas donde antes no los había, y que ahora se trata de Policía Montada… en bicicleta. También se ven camiones distribuyéndolos por la ciudad, incluidos barrios alejados del centro, donde se confrontan agudos problemas sociales.
Otro comunicador, Carlos Ríos Otero, dijo a martinoticias.com que ese despliegue incluye en ciertas zonas neurálgicas de La Habana miembros de las brigadas antidisturbios en uniforme negro y con perros policías, y efectivos de la Seguridad del Estado.
Leygonier cree que el “ostentoso” reforzamiento comenzó después del “apagonazo” del domingo 9 de septiembre, que algunos creen no fue un accidente, sino un ejercicio de seguridad.
En un post sobre el suceso, que dejó sin luz a más de media Cuba, la bloguera Yoani Sánchez apuntaba que esa noche “las patrullas de policías sonaban sus sirenas en las calles y de vez en cuando se escuchaba pasar un carro de bomberos”, mientras que “camiones con luces de ‘estado de sitio’ patrullaban zonas del malecón”. El despliegue “aumentó el temor, que unido al silencio informativo, generó aprensión y muchas especulaciones”. Como las que ahora recorren la capital.
Según Leygonier, las precipitó un reportaje hecho en el extranjero y difundido en la isla por las redes ilegales de televisión satelital, sobre la prolongada ausencia de Fidel Castro de la escena pública.
Al ex gobernante se le vió por última vez en público en marzo, durante un encuentro familiar con el Papa Benedicto XVI en La Habana. Su última columna Reflexiones fue publicada el 19 de junio, y versaba, en cinco renglones, sobre las religiones y el Big-Bang que dio origen al Universo, en el mismo estilo de flujo de la conciencia que otras anteriores como la del anuncio, dos días antes, sobre la inminente producción masiva en Cuba de la moringa y la morera.
Otro indicador que hizo crecer la bola fue el discreto tratamiento en los medios oficiales sobre el cumpleaños 86 del ex gobernante, el 13 de agosto. Y también un post del siempre bien informado bloguero cubano radicado en Barcelona Ernesto Hernández Busto.
En su bitácora Penúltimos Días, Hernández Busto aseguraba que los cubanos ya no volverían a ver vivo a Fidel Castro--ni siquiera por televisión--, debido a que “sus condiciones mentales no le permiten comparecer ante un público más amplio que sus compungidos familiares, escoltas y ayudantes”. Y agregaba que los tratamientos intensivos ya sólo le procuran un par de horas lúcidas al día.
El post tuvo una rápida respuesta de “Yohandry Fontana”, descrito por Hernández Busto como “un sosias virtual (…) controlado por la Seguridad del Estado”. Yohandry aseguró que Castro estaba trabajando “junto a Hugo Chávez en un libro de próxima aparición”, y que el líder de la Revolución se mantenía “al tanto de la posición de Ecuador en cuanto al caso de Julian Assange”.
Posteriormente la agencia AFP citó a Chávez negando en una rueda de prensa que estuviera “trabajando en ningún libro conjuntamente con Fidel”.
El presidente venezolano especuló que quizás se trataba de una confusión por la próxima publicación del libro de anécdotas “Cuentos del arañero”, recopilado por dos periodistas cubanos, y que , según aseguró Chávez, Castro leyó y le comentó que era un "buen libro". El volumen contiene una sección titulada “Fidel” con 22 anécdotas sobre el mentor ideológico del bolivariano.
SI FIDEL NO APARECE, Y HAY MÁS POLICÍAS…
En ese contexto, siguiendo la costumbre --provocada por el eterno secretismo del gobierno-- de componer la verdad atando cabos, muchos cubanos relacionan el mayor despliegue policial en La Habana con un posible empeoramiento de la salud de Castro, o incluso su muerte.
Y razones tienen. Después de la proclama del 31 de julio de 2006, por la cual su hermano enfermo le entregó interinamente el poder, Raúl Castro lanzó la Operación Caguairán, una enorme y costosa maniobra miltar-policial de casi dos años de duración.
"Caguairán" es el nombre cubano del quebracho --un árbol de madera dura-- y la forma escogida por los medios oficiales para referirse a Fidel Castro, tras su primera cirugía intestinal.
El órgano oficial Granma comentó entonces que "nunca antes, salvo en los momentos de Playa Girón (1961) y de la Crisis de Octubre (1962), Cuba había emprendido dentro de su territorio nacional un proceso de movilización de sus tropas (...) de tal envergadura”.
Una de las etapas del ejercicio se enfocaba en mantener la estabilidad del país para evitar a cualquier costo una explosión o indisciplina social asociados a la proclama de Fidel. El periodista independiente Julio Aleaga Pesant escribió por entonces en Cubanet que “en las maniobras se movilizaron miles de hombres y recursos, del ejército, la reserva, la policía y los diferentes cuerpos de seguridad. El objetivo, como siempre (…) prepararse para aniquilar una hipotética intervención norteamericana y controlar a los demócratas dentro de la isla”.
Entre los efectos inmediatos del actual rumor sobre la salud de Castro, Leygonier cita que las amas de casa se aconsejan entre sí apresurarse a comprar pronto la cuota de alimentos racionados, por temor a “que pase algo”. Y en algunos barrios los arrendadores de “la antena” -el prohibido servicio de TV extranjera por cable- lo han suspendido “hasta nuevo aviso” por temor a los operativos policiales.
Otro periodista independiente, Juan Carlos Linares, dijo a martinoticias.com que esta precaución de los proveedores clandestinos se justifica, porque, conociendo al gobierno, el día que de verdad Fidel Castro muera, seguramente van a aguantar la noticia hasta tener las condiciones creadas para sofocar cualquier disturbio, y el mayor peligro de filtración desde el exterior radica justamente en “la gente de la antena”.
Pero el reforzamiento policial en La Habana podría no tener que ver con el previsible traslado de un impenitente Fidel Castro del bunker de Punto Cero a algún lago de fuego con su nombre inscrito en la entrada. Más bien podría ser una medida urgente contra el creciente descontento popular que genera el fracaso de la “actualización del modelo” emprendida por el régimen.
Esta semana en Cubanet, el periodista alternativo especializado en temas económicos Osmar Laffita tituló un reportaje: “Comer: misión imposible en Cuba”. El autor se queja de que mientras Granma se ocupa de supuestas dificultades alimentarias en Estados Unidos, parece ignorar que la mayoría de los cubanos ya no pueden comer caliente siquiera una vez al día.
Apunta que en cualquier lugar de la isla donde coincidan tres o más ciudadanos, hay dos temas obligados en las conversaciones: la imparable subida de los precios de los alimentos, tanto en pesos como en divisas, y el problema no resuelto de la trasportación urbana por ómnibus.
Precisa Lafitta que el salario promedio mensual no sobrepasa los 20 dólares, y que con ese dinero, después de pagar la magra canasta básica racionada, los ciudadanos están obligados, para comer una vez al día, a comprar, por lo menos, un litro de aceite, que cuesta 2,40 dólares; un kilogramo de pollo congelado, que ronda los 2,80 dólares; y el azúcar, el arroz y los frijoles por la libre, no menos de 5 dólares.
La cuota de huevos racionada alcanza, cuando más, para tres comidas. Los que venden por la libre cuestan 10 centavos de dólar la unidad. El precio de la carne de cerdo fluctúa entre 1 y 2 dólares la libra. La peor carne de res, entre 8 y 12 dólares el kilogramo. Las viandas, los vegetales, las hortalizas y las frutas se encuentran en los Mercados Agropecuarios de Oferta y Demanda, carretilleros y puntos de venta, pero a precios prohibitivos.
Ríos Otero observa que con las reformas de Raúl Castro el nivel adquisitivo de la población de a pie, que ya era precario, se ha reducido en 20 o 30 por ciento, pues a falta de un mercado mayorista, las necesidades de los cuentapropistas --principalmente los vendedores-elaboradores de alimentos-- tienen que ser cubiertas en la red minorista, lo cual provoca escasez y dispara los precios, obligando a los cubanos de a pie a gastar un altísimo porcentaje de sus ingresos sólo en comer.
Ello ha resultado en un hervidero de pequeñas protestas informales que son secundadas abiertamente por quienes las escuchan en lugares como una parada de ómnibus, donde a veces hay que esperar una o dos horas por uno que pare.
El sitio Café Fuerte informó en días pasados que ante el imparable deterioro de la situación del transporte en La Habana, la Asamblea Provincial del Poder Popular acordó la democión del director provincial, Joel Beltrán Archer, y propuso analizar la aplicación de medidas disciplinarias a otros directivos del sector.
Café Fuerte apunta que, según reportes oficiales, de los más de 900 ómnibus con que cuenta La Habana, la cifra de medios en servicios no llega a los 500, lo que significa que la capacidad del transporte público está por debajo del 50 por ciento.
Conclusión: si con la creciente inconformidad popular, trascendiera además que ha fallecido el principal causante del desbarajuste, Raúl Castro y los demás que le han estado aguantando la pata a la vaca podrían verse de pronto navegando en medio de una tormenta perfecta difícil de capear, aun si repartieran patines a las turbas de las Brigadas de Respuesta Rápida. Creo que podemos estar seguros: Fidel Castro, por ahora, no se va a morir. Al menos no en el Granma.
El colega Jaime Leygonier, colaborador del Centro de Información Hablemos Press, apunta que además de los autos patrulleros habituales hay miembros de la PNR de posta en esquinas donde antes no los había, y que ahora se trata de Policía Montada… en bicicleta. También se ven camiones distribuyéndolos por la ciudad, incluidos barrios alejados del centro, donde se confrontan agudos problemas sociales.
Otro comunicador, Carlos Ríos Otero, dijo a martinoticias.com que ese despliegue incluye en ciertas zonas neurálgicas de La Habana miembros de las brigadas antidisturbios en uniforme negro y con perros policías, y efectivos de la Seguridad del Estado.
En un post sobre el suceso, que dejó sin luz a más de media Cuba, la bloguera Yoani Sánchez apuntaba que esa noche “las patrullas de policías sonaban sus sirenas en las calles y de vez en cuando se escuchaba pasar un carro de bomberos”, mientras que “camiones con luces de ‘estado de sitio’ patrullaban zonas del malecón”. El despliegue “aumentó el temor, que unido al silencio informativo, generó aprensión y muchas especulaciones”. Como las que ahora recorren la capital.
Según Leygonier, las precipitó un reportaje hecho en el extranjero y difundido en la isla por las redes ilegales de televisión satelital, sobre la prolongada ausencia de Fidel Castro de la escena pública.
Al ex gobernante se le vió por última vez en público en marzo, durante un encuentro familiar con el Papa Benedicto XVI en La Habana. Su última columna Reflexiones fue publicada el 19 de junio, y versaba, en cinco renglones, sobre las religiones y el Big-Bang que dio origen al Universo, en el mismo estilo de flujo de la conciencia que otras anteriores como la del anuncio, dos días antes, sobre la inminente producción masiva en Cuba de la moringa y la morera.
Otro indicador que hizo crecer la bola fue el discreto tratamiento en los medios oficiales sobre el cumpleaños 86 del ex gobernante, el 13 de agosto. Y también un post del siempre bien informado bloguero cubano radicado en Barcelona Ernesto Hernández Busto.
En su bitácora Penúltimos Días, Hernández Busto aseguraba que los cubanos ya no volverían a ver vivo a Fidel Castro--ni siquiera por televisión--, debido a que “sus condiciones mentales no le permiten comparecer ante un público más amplio que sus compungidos familiares, escoltas y ayudantes”. Y agregaba que los tratamientos intensivos ya sólo le procuran un par de horas lúcidas al día.
El post tuvo una rápida respuesta de “Yohandry Fontana”, descrito por Hernández Busto como “un sosias virtual (…) controlado por la Seguridad del Estado”. Yohandry aseguró que Castro estaba trabajando “junto a Hugo Chávez en un libro de próxima aparición”, y que el líder de la Revolución se mantenía “al tanto de la posición de Ecuador en cuanto al caso de Julian Assange”.
Posteriormente la agencia AFP citó a Chávez negando en una rueda de prensa que estuviera “trabajando en ningún libro conjuntamente con Fidel”.
El presidente venezolano especuló que quizás se trataba de una confusión por la próxima publicación del libro de anécdotas “Cuentos del arañero”, recopilado por dos periodistas cubanos, y que , según aseguró Chávez, Castro leyó y le comentó que era un "buen libro". El volumen contiene una sección titulada “Fidel” con 22 anécdotas sobre el mentor ideológico del bolivariano.
SI FIDEL NO APARECE, Y HAY MÁS POLICÍAS…
En ese contexto, siguiendo la costumbre --provocada por el eterno secretismo del gobierno-- de componer la verdad atando cabos, muchos cubanos relacionan el mayor despliegue policial en La Habana con un posible empeoramiento de la salud de Castro, o incluso su muerte.
Y razones tienen. Después de la proclama del 31 de julio de 2006, por la cual su hermano enfermo le entregó interinamente el poder, Raúl Castro lanzó la Operación Caguairán, una enorme y costosa maniobra miltar-policial de casi dos años de duración.
El órgano oficial Granma comentó entonces que "nunca antes, salvo en los momentos de Playa Girón (1961) y de la Crisis de Octubre (1962), Cuba había emprendido dentro de su territorio nacional un proceso de movilización de sus tropas (...) de tal envergadura”.
Una de las etapas del ejercicio se enfocaba en mantener la estabilidad del país para evitar a cualquier costo una explosión o indisciplina social asociados a la proclama de Fidel. El periodista independiente Julio Aleaga Pesant escribió por entonces en Cubanet que “en las maniobras se movilizaron miles de hombres y recursos, del ejército, la reserva, la policía y los diferentes cuerpos de seguridad. El objetivo, como siempre (…) prepararse para aniquilar una hipotética intervención norteamericana y controlar a los demócratas dentro de la isla”.
Entre los efectos inmediatos del actual rumor sobre la salud de Castro, Leygonier cita que las amas de casa se aconsejan entre sí apresurarse a comprar pronto la cuota de alimentos racionados, por temor a “que pase algo”. Y en algunos barrios los arrendadores de “la antena” -el prohibido servicio de TV extranjera por cable- lo han suspendido “hasta nuevo aviso” por temor a los operativos policiales.
Pero el reforzamiento policial en La Habana podría no tener que ver con el previsible traslado de un impenitente Fidel Castro del bunker de Punto Cero a algún lago de fuego con su nombre inscrito en la entrada. Más bien podría ser una medida urgente contra el creciente descontento popular que genera el fracaso de la “actualización del modelo” emprendida por el régimen.
Esta semana en Cubanet, el periodista alternativo especializado en temas económicos Osmar Laffita tituló un reportaje: “Comer: misión imposible en Cuba”. El autor se queja de que mientras Granma se ocupa de supuestas dificultades alimentarias en Estados Unidos, parece ignorar que la mayoría de los cubanos ya no pueden comer caliente siquiera una vez al día.
Apunta que en cualquier lugar de la isla donde coincidan tres o más ciudadanos, hay dos temas obligados en las conversaciones: la imparable subida de los precios de los alimentos, tanto en pesos como en divisas, y el problema no resuelto de la trasportación urbana por ómnibus.
Precisa Lafitta que el salario promedio mensual no sobrepasa los 20 dólares, y que con ese dinero, después de pagar la magra canasta básica racionada, los ciudadanos están obligados, para comer una vez al día, a comprar, por lo menos, un litro de aceite, que cuesta 2,40 dólares; un kilogramo de pollo congelado, que ronda los 2,80 dólares; y el azúcar, el arroz y los frijoles por la libre, no menos de 5 dólares.
Ríos Otero observa que con las reformas de Raúl Castro el nivel adquisitivo de la población de a pie, que ya era precario, se ha reducido en 20 o 30 por ciento, pues a falta de un mercado mayorista, las necesidades de los cuentapropistas --principalmente los vendedores-elaboradores de alimentos-- tienen que ser cubiertas en la red minorista, lo cual provoca escasez y dispara los precios, obligando a los cubanos de a pie a gastar un altísimo porcentaje de sus ingresos sólo en comer.
Ello ha resultado en un hervidero de pequeñas protestas informales que son secundadas abiertamente por quienes las escuchan en lugares como una parada de ómnibus, donde a veces hay que esperar una o dos horas por uno que pare.
El sitio Café Fuerte informó en días pasados que ante el imparable deterioro de la situación del transporte en La Habana, la Asamblea Provincial del Poder Popular acordó la democión del director provincial, Joel Beltrán Archer, y propuso analizar la aplicación de medidas disciplinarias a otros directivos del sector.
Café Fuerte apunta que, según reportes oficiales, de los más de 900 ómnibus con que cuenta La Habana, la cifra de medios en servicios no llega a los 500, lo que significa que la capacidad del transporte público está por debajo del 50 por ciento.
Conclusión: si con la creciente inconformidad popular, trascendiera además que ha fallecido el principal causante del desbarajuste, Raúl Castro y los demás que le han estado aguantando la pata a la vaca podrían verse de pronto navegando en medio de una tormenta perfecta difícil de capear, aun si repartieran patines a las turbas de las Brigadas de Respuesta Rápida. Creo que podemos estar seguros: Fidel Castro, por ahora, no se va a morir. Al menos no en el Granma.