En la reciente reunión ampliada del Consejo de Ministros de Cuba, el zar económico Marino Murillo habló de "los ajustes realizados a la política de precios minoristas"
La reunión ampliada del Consejo de Ministros de Cuba que tuvo lugar el pasado viernes produjo algunas noticias significativas acerca de las reformas –“reformas no, compañero: actualización”-- que, a paso de caracol y después de dilatados estudios y cautelosos proyectos “piloto”, decide introducir el gobierno de Raúl Castro.
Como la campaña electoral de Bill Clinton en 1992, Castro y su equipo están convencidos de que el problema de Cuba “es la economía, estúpido”, y así una generosa parte de la reunión se centró en esos temas: las cuentas por pagar y por cobrar en las empresas y el aparato estatal; la restructuración de sectores económicos para eliminar excesos de estructuras y plantillas; y las nuevas inversiones en el sector del turismo.
Se evaluó asimismo como positiva la marcha del arrendamiento de locales a los trabajadores por cuenta propia, que actualmente beneficia a unos 5 mil 500 de ellos (según cifras oficiales, los cuentapropistas sumaban 371 mil en febrero de 2012, y se esperaban 240 mil más en el resto del año).
Una noticia bienvenida que había estado corriendo en las bolsas de rumores de La Habana, fue la subordinación del Instituto de la Vivienda al Ministerio de la Construcción, y el traspaso de sus funciones al Instituto de Planificación Física. Aun después de promulgarse la ley de compraventa el Instituto de la Vivienda seguía siendo un parásito que chupaba la sangre de aquellos cubanos que podían costearse un nuevo techo.
Pero en la información de Granma sobre la reunión del Consejo de Ministros hay un párrafo que, aunque podría llamar inmediatamente la atención de cualquier cubano sumido en "la lucha" (porque versa sobre el vital tema de los precios minoristas), resulta ser una especie de acertijo de la Esfinge:
“Seguidamente, Marino Murillo Jorge, vicepresidente del Consejo de Ministros, informó acerca de los ajustes realizados a la política de precios minoristas que da respuesta a los Lineamientos del 66 al 71, aprobados por el Sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba. Sus objetivos cardinales están dirigidos a establecer los principios para la formación de precios a la población con un enfoque integral, y a asegurar el equilibrio monetario entre los ingresos de la población y la circulación mercantil minorista. Consideró que la propuesta que ahora se hace, luego de un profundo estudio, pretende adecuar la política de precios minoristas a la actualización en marcha de nuestra economía”.
¿Cómo se come ese chocolate? ¿Se trata de ajustes de precios para mejor o para peor? Porque la mayor parte de los cubanos del área peso están “obstinados” con el aumento inflacionario de los precios y el costo de vida, que junto con la supresión de gratuidades y subsidios “indebidos”, ha resultado en una progresiva devaluación de su poder adquisitivo.
Aunque el colega de Primavera Digital Juan González Febles me advirtió que “lineamiento” es una palabra que en realidad se compone de dos de la misma raíz semántica (“línea” y “miento”), consulté esa lista de buenos deseos aprobada como programa social y económico por el Sexto Congreso del Partido Comunista en 2011, para tratar de entender a qué se refería Murillo.
En síntesis, los lineamientos del 66 al 71 prevén políticas de precios congruentes con la “actualización”; revisar el sistema de precios para poder medir correctamente los hechos económicos; mantener centralizados los precios de los productos y servicios “que económica y socialmente interese regular” y descentralizar los restantes; continuar eliminando subsidios y gratuidades a productos y servicios, formando los precios minoristas a partir de los costos (…), “teniendo en cuenta los niveles de ingresos de la población”.
También, evitar diferencias no justificadas de precios de productos similares; y propiciar, en lo posible, la estabilidad de los precios de las ofertas no estatales, en especial si están vinculadas con necesidades básicas de la población.
…"TENIENDO EN CUENTA LOS NIVELES DE INGRESOS DE LA POBLACIÓN”
El economista independiente Oscar Espinosa Chepe considera que sería correcto ajustar los precios minoristas en Cuba a los costos de mercado, si no fuera porque obviamente los ajustes no toman en cuenta el deterioro continuado del salario real.
Apunta Chepe que el propio gobierno reconoció que, en 2011, sólo los productos que se venden en los mercados agropecuarios --adonde obligatoriamente tiene que concurrir la población para comer hasta fin de mes, pagando precios regulados por la oferta y la demanda—registraron un incremento de precios de 20 %. Al mismo tiempo, también según cifras oficiales, el salario promedio sólo creció en 1,5 %.
En un reportaje reciente en Cubanet, el periodista independiente Osmar Lafitta titulaba que con la imparable subida de los precios de los alimentos, "comer se ha vuelto una misión imposible en Cuba".
Afirma el autor que para comer malamente una vez al día --después de consumir la cuota del racionamiento, que les alcanza para una semana—los cubanos se ven obligados a destinar US $2.40 para un litro de aceite; US $2,80 para un kilogramo de pollo congelado; y no menos de 5 dólares para el azúcar, el arroz y los frijoles, que se venden por la libre. Sólo en esas frugales compras se va más de la mitad de los menos de 20 dólares del salario medio mensual.
Espinosa Chepe apunta que es el Estado quien fija de manera monopolista los precios de artículos imprescindibles para la población que se venden en divisas, como el aceite o la leche en polvo. Por lo general los grava con un Impuesto de Valor Agregado de hasta 240 %, una de las ganancias más altas del mundo sobre el precio de costo. Agrega que leyendo hojas publicitarias de supermercados extranjeros ha podido comprobar la marcada desproporción, y eso sin contar con que a los cubanos se les paga en la devaluada moneda nacional.
A la subida de los precios de los productos, el economista independiente añade la de los servicios: las crecientes deficiencias y carencias en campos antiguamente funcionales como la salud y la educación, obligan a pagar más para obtener un mejor servicio, o simplemente un servicio, como cuando no aparece un turno con un especialista médico en fecha razonable.
Aunque Raúl Castro ratificó el 26 de julio que por ahora no podrá haber aumentos de salarios en la isla, otro analista, Orlando Freyre Santana, señaló a martinoticias.com que a la redacción de “Granma” han estado llegando cartas, incluso de revolucionarios, quejándose de que la correlación entre precios y salarios “es insostenible”.
NIVEL DE POBREZA
En un reciente artículo en el semanario Primavera Digital, Freyre Santana cotejaba el salario medio del cubano con los indicadores internacionales del nivel de pobreza
Según dichos parámetros, toda persona que subsista con menos de un dólar por día debe considerarse pobre. El autor recuerda que las autoridades cubanas siempre argumentaron que esto no era aplicable a su realidad nacional, pues la libreta de racionamiento garantizaba la canasta básica a precios subsidiados.
Pero el articulista señala que si bien tal razonamiento tenía cierta validez antes de los años 90, cuando no existía la doble circulación monetaria, y mediante la libreta podían adquirirse los artículos que garantizaban la existencia diaria, ahora, a la apreciable merma en la canasta básica, experimentada desde el Período Especial, se añade la paulatina venta liberada, a precios cercanos a la oferta y la demanda, de productos de primera necesidad como los artículos de aseo, que antes se compraban a precios sumamente bajos.
Chepe señala que el jabón de baño y el tubo de pasta dental, por los que se pagaban centavos, cuestan hoy de 4 a 5 pesos el primero, y de 6 a 8 pesos el segundo. Mientras tanto, el detergente de lavar subió de unos 3 pesos a 20 o 25 pesos.
Basándose en el tipo de cambio vigente del peso cubano contra el dólar o el CUC, y en el indicador internacional de menos de un dólar por día para determinar el nivel de pobreza, Freyre Santana considera que “nos acercamos al momento de poder afirmar que cualquier cubano que perciba mensualmente un ingreso mensual inferior a los 700 pesos cubanos deba ser considerado pobre”.
Cálculos recientes a nivel municipal citados por el comunicador arrojaban una media salarial en el país de 445 pesos mensuales. Pero el colaborador de Primavera Digital resalta que hay jubilados y empleados de ciertas categorías laborales cuyos ingresos no rebasan los 300 pesos al mes. Eso, a su juicio, habría que definirlo como pobreza extrema.
¿EXCESO DE CIRCULANTE?
Tanto Chepe como Freyre Santana admiten que los ajustes de precios de Murillo (“asegurar el equilibrio monetario entre los ingresos de la población y la circulación mercantil minorista”) pudieran referirse a que el gobierno ha detectado un exceso de dinero circulante motivado entre otros factores por la limitada oferta de productos y servicios, que trata de absorber aumentando los precios minoristas y otras formas de recaudación, como las nuevas e impopulares tarifas aduaneras.
Pero los dos advierten que ese dinero excedente está en todo caso desigualmente distribuido, en manos de miembros de la corte, deportistas de alto rendimiento y artistas “embajadores”, algunos cuentapropistas y campesinos privados exitosos, y los escasos ciudadanos que reciben remesas del extranjero más allá del nivel de estipendio a la sobrevida.
Freyre calcula que ese grupo selecto constituye hasta 30 % de la población. Lo que deja al otro 70 % a merced de la “imparable” e "insostenible" subida de los precios, decretada u originada por el Estado.
Como la campaña electoral de Bill Clinton en 1992, Castro y su equipo están convencidos de que el problema de Cuba “es la economía, estúpido”, y así una generosa parte de la reunión se centró en esos temas: las cuentas por pagar y por cobrar en las empresas y el aparato estatal; la restructuración de sectores económicos para eliminar excesos de estructuras y plantillas; y las nuevas inversiones en el sector del turismo.
Se evaluó asimismo como positiva la marcha del arrendamiento de locales a los trabajadores por cuenta propia, que actualmente beneficia a unos 5 mil 500 de ellos (según cifras oficiales, los cuentapropistas sumaban 371 mil en febrero de 2012, y se esperaban 240 mil más en el resto del año).
Una noticia bienvenida que había estado corriendo en las bolsas de rumores de La Habana, fue la subordinación del Instituto de la Vivienda al Ministerio de la Construcción, y el traspaso de sus funciones al Instituto de Planificación Física. Aun después de promulgarse la ley de compraventa el Instituto de la Vivienda seguía siendo un parásito que chupaba la sangre de aquellos cubanos que podían costearse un nuevo techo.
Pero en la información de Granma sobre la reunión del Consejo de Ministros hay un párrafo que, aunque podría llamar inmediatamente la atención de cualquier cubano sumido en "la lucha" (porque versa sobre el vital tema de los precios minoristas), resulta ser una especie de acertijo de la Esfinge:
“Seguidamente, Marino Murillo Jorge, vicepresidente del Consejo de Ministros, informó acerca de los ajustes realizados a la política de precios minoristas que da respuesta a los Lineamientos del 66 al 71, aprobados por el Sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba. Sus objetivos cardinales están dirigidos a establecer los principios para la formación de precios a la población con un enfoque integral, y a asegurar el equilibrio monetario entre los ingresos de la población y la circulación mercantil minorista. Consideró que la propuesta que ahora se hace, luego de un profundo estudio, pretende adecuar la política de precios minoristas a la actualización en marcha de nuestra economía”.
¿Cómo se come ese chocolate? ¿Se trata de ajustes de precios para mejor o para peor? Porque la mayor parte de los cubanos del área peso están “obstinados” con el aumento inflacionario de los precios y el costo de vida, que junto con la supresión de gratuidades y subsidios “indebidos”, ha resultado en una progresiva devaluación de su poder adquisitivo.
Aunque el colega de Primavera Digital Juan González Febles me advirtió que “lineamiento” es una palabra que en realidad se compone de dos de la misma raíz semántica (“línea” y “miento”), consulté esa lista de buenos deseos aprobada como programa social y económico por el Sexto Congreso del Partido Comunista en 2011, para tratar de entender a qué se refería Murillo.
En síntesis, los lineamientos del 66 al 71 prevén políticas de precios congruentes con la “actualización”; revisar el sistema de precios para poder medir correctamente los hechos económicos; mantener centralizados los precios de los productos y servicios “que económica y socialmente interese regular” y descentralizar los restantes; continuar eliminando subsidios y gratuidades a productos y servicios, formando los precios minoristas a partir de los costos (…), “teniendo en cuenta los niveles de ingresos de la población”.
También, evitar diferencias no justificadas de precios de productos similares; y propiciar, en lo posible, la estabilidad de los precios de las ofertas no estatales, en especial si están vinculadas con necesidades básicas de la población.
El economista independiente Oscar Espinosa Chepe considera que sería correcto ajustar los precios minoristas en Cuba a los costos de mercado, si no fuera porque obviamente los ajustes no toman en cuenta el deterioro continuado del salario real.
Apunta Chepe que el propio gobierno reconoció que, en 2011, sólo los productos que se venden en los mercados agropecuarios --adonde obligatoriamente tiene que concurrir la población para comer hasta fin de mes, pagando precios regulados por la oferta y la demanda—registraron un incremento de precios de 20 %. Al mismo tiempo, también según cifras oficiales, el salario promedio sólo creció en 1,5 %.
En un reportaje reciente en Cubanet, el periodista independiente Osmar Lafitta titulaba que con la imparable subida de los precios de los alimentos, "comer se ha vuelto una misión imposible en Cuba".
Afirma el autor que para comer malamente una vez al día --después de consumir la cuota del racionamiento, que les alcanza para una semana—los cubanos se ven obligados a destinar US $2.40 para un litro de aceite; US $2,80 para un kilogramo de pollo congelado; y no menos de 5 dólares para el azúcar, el arroz y los frijoles, que se venden por la libre. Sólo en esas frugales compras se va más de la mitad de los menos de 20 dólares del salario medio mensual.
Espinosa Chepe apunta que es el Estado quien fija de manera monopolista los precios de artículos imprescindibles para la población que se venden en divisas, como el aceite o la leche en polvo. Por lo general los grava con un Impuesto de Valor Agregado de hasta 240 %, una de las ganancias más altas del mundo sobre el precio de costo. Agrega que leyendo hojas publicitarias de supermercados extranjeros ha podido comprobar la marcada desproporción, y eso sin contar con que a los cubanos se les paga en la devaluada moneda nacional.
A la subida de los precios de los productos, el economista independiente añade la de los servicios: las crecientes deficiencias y carencias en campos antiguamente funcionales como la salud y la educación, obligan a pagar más para obtener un mejor servicio, o simplemente un servicio, como cuando no aparece un turno con un especialista médico en fecha razonable.
Aunque Raúl Castro ratificó el 26 de julio que por ahora no podrá haber aumentos de salarios en la isla, otro analista, Orlando Freyre Santana, señaló a martinoticias.com que a la redacción de “Granma” han estado llegando cartas, incluso de revolucionarios, quejándose de que la correlación entre precios y salarios “es insostenible”.
En un reciente artículo en el semanario Primavera Digital, Freyre Santana cotejaba el salario medio del cubano con los indicadores internacionales del nivel de pobreza
Según dichos parámetros, toda persona que subsista con menos de un dólar por día debe considerarse pobre. El autor recuerda que las autoridades cubanas siempre argumentaron que esto no era aplicable a su realidad nacional, pues la libreta de racionamiento garantizaba la canasta básica a precios subsidiados.
Pero el articulista señala que si bien tal razonamiento tenía cierta validez antes de los años 90, cuando no existía la doble circulación monetaria, y mediante la libreta podían adquirirse los artículos que garantizaban la existencia diaria, ahora, a la apreciable merma en la canasta básica, experimentada desde el Período Especial, se añade la paulatina venta liberada, a precios cercanos a la oferta y la demanda, de productos de primera necesidad como los artículos de aseo, que antes se compraban a precios sumamente bajos.
Chepe señala que el jabón de baño y el tubo de pasta dental, por los que se pagaban centavos, cuestan hoy de 4 a 5 pesos el primero, y de 6 a 8 pesos el segundo. Mientras tanto, el detergente de lavar subió de unos 3 pesos a 20 o 25 pesos.
Basándose en el tipo de cambio vigente del peso cubano contra el dólar o el CUC, y en el indicador internacional de menos de un dólar por día para determinar el nivel de pobreza, Freyre Santana considera que “nos acercamos al momento de poder afirmar que cualquier cubano que perciba mensualmente un ingreso mensual inferior a los 700 pesos cubanos deba ser considerado pobre”.
Cálculos recientes a nivel municipal citados por el comunicador arrojaban una media salarial en el país de 445 pesos mensuales. Pero el colaborador de Primavera Digital resalta que hay jubilados y empleados de ciertas categorías laborales cuyos ingresos no rebasan los 300 pesos al mes. Eso, a su juicio, habría que definirlo como pobreza extrema.
Tanto Chepe como Freyre Santana admiten que los ajustes de precios de Murillo (“asegurar el equilibrio monetario entre los ingresos de la población y la circulación mercantil minorista”) pudieran referirse a que el gobierno ha detectado un exceso de dinero circulante motivado entre otros factores por la limitada oferta de productos y servicios, que trata de absorber aumentando los precios minoristas y otras formas de recaudación, como las nuevas e impopulares tarifas aduaneras.
Pero los dos advierten que ese dinero excedente está en todo caso desigualmente distribuido, en manos de miembros de la corte, deportistas de alto rendimiento y artistas “embajadores”, algunos cuentapropistas y campesinos privados exitosos, y los escasos ciudadanos que reciben remesas del extranjero más allá del nivel de estipendio a la sobrevida.
Freyre calcula que ese grupo selecto constituye hasta 30 % de la población. Lo que deja al otro 70 % a merced de la “imparable” e "insostenible" subida de los precios, decretada u originada por el Estado.