De rústica prenda campesina a patrón de elegancia tropical, la guayabera se estiliza ahora para los "yucas" y otros jóvenes exigentes que aprecian su comodidad y elegancia.
Se cuenta que la primera guayabera fue una camisa campesina de mangas largas para usar por fuera del pantalón, con cuatro bolsillos suficientemente grandes como para llenarlos de guayabas. Se la encargó a su esposa un colono español.
En Sancti Spiritus, en el centro de Cuba, hay quien asegura que nació allí, y que originalmente se llamó “yayabera”, por el cercano río Yayabo.
Lo cierto es que esta camisa rústica se fue refinando con tejidos más vaporosos, finos botones y candorosos plisados hasta convertirse en la internacionalmente conocida y elegante prenda masculina, ideal para los calores veraniegos, que es una de las marcas de identidad de Cuba.
El diario The Wall Street Journal recuerda en un reportaje sobre el tema que la guayabera se impuso primero como símbolo de elegancia tropical en La Habana, donde tuvo devotos como el escritor Ernest Hemingway. Pero fue gracias a los exiliados cubanos que huían de Fidel Castro que se convirtió en una moda mundial, omnipresente en los países de clima cálido desde el sudeste de Asia hasta el Caribe.
Sin embargo, salvo en Miami, donde la mayoría de los cubanos y cubanoamericanos tienen al menos un par, la moda parecía haber pasado, y ahora los herederos del exilio la están remozando para el gusto de las generaciones más jóvenes
Antonio García-Martínez, hijo de inmigrantes cubanos que se criaron en Miami, dijo al Journal que la guayabera clásica de lino y mangas largas tiene límites estilísticos: se arruga fácilmente, se ve demasiado cuadrada, y es anticuada. "Te hace lucir como un abuelo cubano en un velorio", dice García-Martínez, un treintañero que vive en California, en el área de la bahía de San Francisco.
Hoy en día, la mayoría de las guayaberas, tanto de manga larga como corta, se fabrican a escala industrial en México o China, principalmente de algodón o fibras sintéticas que se secan pronto después de lavarlas. En Yucatán, México, le añadieron bordados al concepto original.
Pero todavía hay en Miami quienes se preocupan por preservar el arte de sus antepasados, y algunos están procurando actualizar el estilo para los más jóvenes.
Como descendiente de la realeza de la guayabera, Luis Puig, de 52 años, conoce bien al nuevo cliente.
Su padre, Ramón, un prominente sastre, hizo su reputación en Cuba como El Mago de las Guayaberas, Luego se estableció en Miami, donde se ganó el título de El Rey de las Guayaberas.
Ahora que Ramón ha muerto, Puig hijo--quien comenzó a ganarse la vida como DJ de discoteca y ahora es dueño de Club Space, uno de los más famosos clubs de música electrónica de Miami- está tratando de revigorizar la empresa familiar con una llamativa boutique en el downtown de Miami,un escenario urbano muy diferente al de la cercana Pequeña Habana donde su padre se instaló en 1971.
Caras guayaberas de lino y algodón, a rayas y en colores llamativos, cuelgan de las perchas, en un revolucionario alejamiento del concepto tradicional en blanco, beige o azul claro.
Pero el Journal señala que hoy en Miami la guayabera no la tiene tan fácil para ganar nuevos adeptos, entre inmigrantes cubanos que vivíeron bajo el régimen comunista de la isla.
Mike Knoll, del Museo de Historia de Miami, dice que en la isla la prenda "ya no es tan querida como antes", pues la mayoría de los nuevos inmigrantes cubanos la asocian con la indumentaria de los agentes de Seguridad del Estado y de bien cebados funcionarios.
Ahora, algunos jóvenes prefieren "guayamisas", un híbrido entre la guayabera y una camisa de vestir más sencilla, señala otro empresario de Miami, Rafael Contreras Jr., cuya marca de guayaberas D'Accord se fabrica en Yucatán y se vende en todo el mundo.
“Les gusta el estilo de la camisa por fuera y los finos plisados, pero no quieren bolsillos, porque desean un aspecto más estilizado", explica.
Louis McMillian, de 34 años, un agente de bienes raíces que se crió en Miami, es un gran fanático de la prenda. Dice que tiene siete guayaberas, y que viste una por lo menos una vez a la semana, a veces para ir al trabajo. Considera que son cómodas para el tórrido clima miamense, y afirma que le ayudan a entablar conversación con sus clientes.
"Se pueden llevar incluso con vaqueros y todavía se ven bien", apunta. Pero también tienen para él un valor sentimental: le recuerdan a su abuelo cubano, de quien heredó el gusto por esa prenda nacida en la isla. "Para mí son algo especial", dice .
En Sancti Spiritus, en el centro de Cuba, hay quien asegura que nació allí, y que originalmente se llamó “yayabera”, por el cercano río Yayabo.
Lo cierto es que esta camisa rústica se fue refinando con tejidos más vaporosos, finos botones y candorosos plisados hasta convertirse en la internacionalmente conocida y elegante prenda masculina, ideal para los calores veraniegos, que es una de las marcas de identidad de Cuba.
El diario The Wall Street Journal recuerda en un reportaje sobre el tema que la guayabera se impuso primero como símbolo de elegancia tropical en La Habana, donde tuvo devotos como el escritor Ernest Hemingway. Pero fue gracias a los exiliados cubanos que huían de Fidel Castro que se convirtió en una moda mundial, omnipresente en los países de clima cálido desde el sudeste de Asia hasta el Caribe.
Sin embargo, salvo en Miami, donde la mayoría de los cubanos y cubanoamericanos tienen al menos un par, la moda parecía haber pasado, y ahora los herederos del exilio la están remozando para el gusto de las generaciones más jóvenes
Antonio García-Martínez, hijo de inmigrantes cubanos que se criaron en Miami, dijo al Journal que la guayabera clásica de lino y mangas largas tiene límites estilísticos: se arruga fácilmente, se ve demasiado cuadrada, y es anticuada. "Te hace lucir como un abuelo cubano en un velorio", dice García-Martínez, un treintañero que vive en California, en el área de la bahía de San Francisco.
Hoy en día, la mayoría de las guayaberas, tanto de manga larga como corta, se fabrican a escala industrial en México o China, principalmente de algodón o fibras sintéticas que se secan pronto después de lavarlas. En Yucatán, México, le añadieron bordados al concepto original.
Pero todavía hay en Miami quienes se preocupan por preservar el arte de sus antepasados, y algunos están procurando actualizar el estilo para los más jóvenes.
Como descendiente de la realeza de la guayabera, Luis Puig, de 52 años, conoce bien al nuevo cliente.
Su padre, Ramón, un prominente sastre, hizo su reputación en Cuba como El Mago de las Guayaberas, Luego se estableció en Miami, donde se ganó el título de El Rey de las Guayaberas.
El nuevo establecimiento, rebautizado "Ramón Puig Guayaberas," está adornado con fotos de sensuales modelos pavoneándose con sus exclusivas creaciones por Ocean Drive, el corazón de la juvenil y supervisitada South Beach.
Caras guayaberas de lino y algodón, a rayas y en colores llamativos, cuelgan de las perchas, en un revolucionario alejamiento del concepto tradicional en blanco, beige o azul claro.
Pero el Journal señala que hoy en Miami la guayabera no la tiene tan fácil para ganar nuevos adeptos, entre inmigrantes cubanos que vivíeron bajo el régimen comunista de la isla.
Mike Knoll, del Museo de Historia de Miami, dice que en la isla la prenda "ya no es tan querida como antes", pues la mayoría de los nuevos inmigrantes cubanos la asocian con la indumentaria de los agentes de Seguridad del Estado y de bien cebados funcionarios.
Ahora, algunos jóvenes prefieren "guayamisas", un híbrido entre la guayabera y una camisa de vestir más sencilla, señala otro empresario de Miami, Rafael Contreras Jr., cuya marca de guayaberas D'Accord se fabrica en Yucatán y se vende en todo el mundo.
“Les gusta el estilo de la camisa por fuera y los finos plisados, pero no quieren bolsillos, porque desean un aspecto más estilizado", explica.
Louis McMillian, de 34 años, un agente de bienes raíces que se crió en Miami, es un gran fanático de la prenda. Dice que tiene siete guayaberas, y que viste una por lo menos una vez a la semana, a veces para ir al trabajo. Considera que son cómodas para el tórrido clima miamense, y afirma que le ayudan a entablar conversación con sus clientes.
"Se pueden llevar incluso con vaqueros y todavía se ven bien", apunta. Pero también tienen para él un valor sentimental: le recuerdan a su abuelo cubano, de quien heredó el gusto por esa prenda nacida en la isla. "Para mí son algo especial", dice .