El astuto Estado nos ha privado de nuestros derechos políticos y decora la vidriera celebrándolo
Mi primera sorpresa al llegar a la panadería del barrio es la de hallar los cristales pintados con frases de felicitación por el nuevo año de la revolución. Revolución ya no parece una palabra. Es la imagen de una bestia con muchos ojos que devora el corazón de las personas.
El año pasado no fue así, a veces esas pintadas envejecen celebrando un año viejo. Pero este año se podría pensar que habiendo ocurrido hace pocas semanas la transferencia de poder en Venezuela, los ánimos cubanos intranquilizados por el recuerdo de los apagones de los años 90, cuando se acabó el petróleo soviético, y de comer había mucho menos que ahora que el hambre no nos hermana, la dirección política desde arriba hasta abajo haya supuesto que unas pintadas frescas son la palmadita en el hombro del pueblo.
Pero el pan está tan malo, huele ácido y no tengo más dinero, ni otras panaderías donde escogerlo. Este no es ni siquiera el pan de 5 centavos que renuncie a comprar porque no hay una vez que no lo coma, si no me queda remedio, con una sensación de derrota. Este es un pan de venta libre que enorgullece a los factores políticos del barrio y hasta a la despachadora. No quiero el pan. La otra despachadora grita delante de todos: “ella nunca está conforme”. Por unos segundos me avergoncé.
EL churre en todas partes. En Cuba se compra el respeto. Pero no es respeto de verdad. Es una simulación como todo lo demás. Lo único cierto son los mocos, las uñas sucias, la caspa, y la verborrea político ideológica que roba los significados de las palabras y trastorna la existencia de tanta gente.
Para no dar la impresión de que mi protesta nace a raíz del problema de los cacharros vacíos y los harapos, usualmente dejo de lado problemas domésticos al comenzar a escribir. Claro que cuando se llega a ese punto y la vida adquiere configuraciones básicas también se sufre, pero un lector ajeno a otros problemas cubanos podría pensar que si las cazuelas estuvieran rebosantes de carnes olorosas, acompañadas de vegetales de vivos colores y pudiéramos lucir más elegantes y fragantes se terminaría el problema. Nada más lejano a la verdad.
Hay días que estallo. Estoy harta del sudor y de los mocos, de la cochambre y sobre todo del ninguneo. De la falta de respeto. Podría decirse que nadie es responsable de esa situación. Sin embargo, si existe una falta que achacar a esta sociedad es justamente la irresponsabilidad política, que afecta nuestra vida social y que nos encadena a todos. El astuto Estado nos ha privado de nuestros derechos políticos y decora la vidriera celebrándolo. La sumisión garantiza la estabilidad de esta situación.
Publicado en el Blog de Jeronimo el 201 de diciembre de 2012
El año pasado no fue así, a veces esas pintadas envejecen celebrando un año viejo. Pero este año se podría pensar que habiendo ocurrido hace pocas semanas la transferencia de poder en Venezuela, los ánimos cubanos intranquilizados por el recuerdo de los apagones de los años 90, cuando se acabó el petróleo soviético, y de comer había mucho menos que ahora que el hambre no nos hermana, la dirección política desde arriba hasta abajo haya supuesto que unas pintadas frescas son la palmadita en el hombro del pueblo.
Pero el pan está tan malo, huele ácido y no tengo más dinero, ni otras panaderías donde escogerlo. Este no es ni siquiera el pan de 5 centavos que renuncie a comprar porque no hay una vez que no lo coma, si no me queda remedio, con una sensación de derrota. Este es un pan de venta libre que enorgullece a los factores políticos del barrio y hasta a la despachadora. No quiero el pan. La otra despachadora grita delante de todos: “ella nunca está conforme”. Por unos segundos me avergoncé.
EL churre en todas partes. En Cuba se compra el respeto. Pero no es respeto de verdad. Es una simulación como todo lo demás. Lo único cierto son los mocos, las uñas sucias, la caspa, y la verborrea político ideológica que roba los significados de las palabras y trastorna la existencia de tanta gente.
Para no dar la impresión de que mi protesta nace a raíz del problema de los cacharros vacíos y los harapos, usualmente dejo de lado problemas domésticos al comenzar a escribir. Claro que cuando se llega a ese punto y la vida adquiere configuraciones básicas también se sufre, pero un lector ajeno a otros problemas cubanos podría pensar que si las cazuelas estuvieran rebosantes de carnes olorosas, acompañadas de vegetales de vivos colores y pudiéramos lucir más elegantes y fragantes se terminaría el problema. Nada más lejano a la verdad.
Hay días que estallo. Estoy harta del sudor y de los mocos, de la cochambre y sobre todo del ninguneo. De la falta de respeto. Podría decirse que nadie es responsable de esa situación. Sin embargo, si existe una falta que achacar a esta sociedad es justamente la irresponsabilidad política, que afecta nuestra vida social y que nos encadena a todos. El astuto Estado nos ha privado de nuestros derechos políticos y decora la vidriera celebrándolo. La sumisión garantiza la estabilidad de esta situación.
Publicado en el Blog de Jeronimo el 201 de diciembre de 2012