Smith y Marx en la era de Acuario

El mes pasado Raúl Castro estuvo de visita, en busca de “inspiración”, en China y Vietnam.

Cuba, que pasa por ser el último bastión del socialismo real en el hemisferio, aunque con las más disparatadas adhesiones a prácticas pre modernistas, asiste junto a China del otro lado del mundo, a la desintegración del ideario socialista.

El capitalismo industrial y financiero anunciado por la revolución Industrial, que había sido dotado de un fuerte sustrato ideológico con el estudio fundacional de Adam Smith sobre la creación y acumulación de la riqueza, se está extinguiendo, y no por la interacción del antagonismo, por la aplicación del marxismo y precisamente su invitación a abolir la plusvalía como génesis de todos los males del sistema.

Aunque en cierta forma la caída razonada por Marx aún está por verse, toda vez que jamás tuvo lugar ya que aquellos países que implementaron interpretaciones caprichosas de sus teorías, ni por asomo fueron los países que supuso el filósofo materialista fundador del comunismo científico, que cavarían la tumba de la burguesía que a partir del desarrollo de las tensiones antagónicas propias del clímax del sistema capitalista.

Van cayendo uno a uno los mitos e hitos que se erigieron a lo largo de los siglos propios de las gestas épicas modernistas. El non plus ultra de la culpabilización.
Acaso la teoría cubana y de los demás países del área llamada comunista o del Segundo Mundo, de vivir con menos variedad de productos y menor consumo, no estaba intrínsecamente mal ideada, hasta que se entró en el terreno de las prohibiciones-obligaciones, las censuras, las represiones, el desprecio a la libertad individual, del mismo modo que el ideario hippie tuvo un momento álgido de luz propia, que se apagó como ocurrió en general con cada utopía.

Sin embargo las sociedades han hecho notables avances a cuenta de los generosos aportes de esos idearios progresistas, el hombre ha protagonizado avances que dan lugar al optimismo gracias a la gentileza de las utopías, tímidos sí, insignificantes casi en comparación con lo que sería deseable tal vez, pero valiosos en tanto han dejado un resultado positivo tras la prueba empírica, de que es posible romper con ese círculo vicioso que nos quiere indicar que no hay salvación frente a la codicia, a la condición cainita y antropófaga de la especie humana.

No es sólo una cuestión de optimismo voluntarista neo fascista como todos los voluntarismos, el problema es como se enfoca la lucha, no en el más cercano sentido del combate, del enfrentamiento antagónico, sino en la tarea de irnos apertrechando de la conciencia necesaria para atravesar esa línea, en apariencia de fácil acceso, pero que en la práctica está visto que demasiado complicada de traspasar, de romper el círculo vicioso de dolor -alivio; placer- angustia; confort- miseria; y sobre todo guerra -paz.

Porque en ese dilema de guerra-paz están representados los demás. La saturación de todo modelo, en el terreno individual, colectivo, social, universal, deriva en su anverso, en su contracara.

Es una deformación cultural, no es natural. De tal manera que hemos crecido con la información de que lo inverso a la enfermedad es la salud, cuando en realidad es "la cura".

Cuando los experimentos sociales se sienten repletos y saturados del elemento de paz, un proceso de autofagia se pone en marcha y conduce a atentar contra lo edificado, en lugar de entender que el final natural de la paz y la armonía no es el caos, sino la potencialización del individuo, la reconstrucción de sí mismo, en un nivel de consciencia fuera de la órbita de los antagonismos artificiales al uso.

La realidad se empecina en emerger de esas tinieblas a la que es a menudo condenada, para decirnos que no es precisamente de teorías mesiánicas ni de contramaestres tecnócratas de esta nave a la deriva, de lo que estamos adoleciendo.

A mayor libertad individual más fuerte es el tejido protector del proyecto evolutivo del hombre. Hay muchos intereses y desde hace demasiado tiempo como para esperar que esto se produzca sin oposición y quizás por la misma razón sea ya hora de que aunque sólo fuese por rehuir el tedio y la pesadumbre, probásemos si nos atreveríamos a abandonar el cómodo período de la más que tardía adolescencia, a ver si tomando las riendas de nuestra propia conciencia, acaso pudiésemos ser capaces de limpiar la escoria atesorada en el contorno de nuestras existencias.
Sí, justo abajo, donde pica.

Publicado en el blog de Martín Guevara el 25 de febrero del 2013