Nuestra Habana es en la actualidad una ciudad sucia, violenta y peligrosa. La llamada revolución se empeñó durante 54 largos, aburridos y tristes años para lograrlo.
En busca de algo que como suele pasar no apareció, me di frente a un cuentapropista que ofertaba reproducciones de viejas postales habaneras. No eran tan antiguas. Se trataba de paisajes urbanos habaneros de la década de los 50 y los 40. Vi calles limpias y habaneros muy bien vestidos. Se trataba del espacio que me hubiera gustado compartir. Por decirlo de otra forma, simplemente lo que me gustaría encontrar cada vez que salgo de casa.
Desde 1959 La Habana comenzó a ser destruida al igual que el resto del país. En la actualidad y de acuerdo con algunos españoles amigos con los que he conversado, La Habana está en peores condiciones que las que quedó Madrid en la conclusión de aquella guerra civil. La dictadura personal de Fidel Castro, -llamada eufemísticamente "revolución"- no solo destruyó el tejido social y antropológico de la nación cubana. La cosa fue más allá y quizás como forma de validar su aliento real, totalitarizó el desastre.
La etapa verdeolivo fue una suerte de VIH político. Primero se destruyó el sistema inmunológico socio político y luego colapsó todo el sistema. Cuba debe renacer de su muerte clínica política y hacerse nueva desde sus cimientos. La destruida Habana es solo una muestra muy sensible de un deterioro cuya solución definitiva entra en el campo de lo impredecible.
Aunque una parte limitada del espacio capitalino renace gracias al empuje del historiador de la ciudad y el apoyo que recibe para ello de inversionistas extranjeros, no es suficiente. Una ciudad es algo más que sus zonas consagradas al turismo, los sitios de relevancia histórico-política o los espacios y edificaciones dedicados al aparato burocrático del estado. Lo más importante en una ciudad son los ciudadanos y su bienestar. Desafortunadamente, cuando los ciudadanos no tienen oportunidad de ejercer los derechos de su condición, todo se destruye como pasó con La Habana.
En relación con el daño antropológico, la situación no puede ser peor. Los niños queman etapas y dejan de serlo. Nuestros niños son adultos poco evolucionados. Las niñas no usan cintas y lazos. Desde edades muy tempranas, suele vérselas con uñas postizas y afeites de peluquería. Uno de los más vergonzosos atractivos para el turismo sexual actual, es el destape de la prostitución infantil y de las modalidades homosexuales ofertadas por la prostitución local contemporánea. Los niños están más ocupados que los adultos con asuntos relacionados con el dinero y las vías para obtenerlo. En un futuro conviviremos con los monstruos que hemos contribuido a formar.
Nuestra Habana es en la actualidad una ciudad sucia, violenta y peligrosa. La llamada revolución se empeñó durante 54 largos, aburridos y tristes años para lograrlo.
Publicado en Primavera Digital el 5 de marzo del 2013
Desde 1959 La Habana comenzó a ser destruida al igual que el resto del país. En la actualidad y de acuerdo con algunos españoles amigos con los que he conversado, La Habana está en peores condiciones que las que quedó Madrid en la conclusión de aquella guerra civil. La dictadura personal de Fidel Castro, -llamada eufemísticamente "revolución"- no solo destruyó el tejido social y antropológico de la nación cubana. La cosa fue más allá y quizás como forma de validar su aliento real, totalitarizó el desastre.
La etapa verdeolivo fue una suerte de VIH político. Primero se destruyó el sistema inmunológico socio político y luego colapsó todo el sistema. Cuba debe renacer de su muerte clínica política y hacerse nueva desde sus cimientos. La destruida Habana es solo una muestra muy sensible de un deterioro cuya solución definitiva entra en el campo de lo impredecible.
Aunque una parte limitada del espacio capitalino renace gracias al empuje del historiador de la ciudad y el apoyo que recibe para ello de inversionistas extranjeros, no es suficiente. Una ciudad es algo más que sus zonas consagradas al turismo, los sitios de relevancia histórico-política o los espacios y edificaciones dedicados al aparato burocrático del estado. Lo más importante en una ciudad son los ciudadanos y su bienestar. Desafortunadamente, cuando los ciudadanos no tienen oportunidad de ejercer los derechos de su condición, todo se destruye como pasó con La Habana.
En relación con el daño antropológico, la situación no puede ser peor. Los niños queman etapas y dejan de serlo. Nuestros niños son adultos poco evolucionados. Las niñas no usan cintas y lazos. Desde edades muy tempranas, suele vérselas con uñas postizas y afeites de peluquería. Uno de los más vergonzosos atractivos para el turismo sexual actual, es el destape de la prostitución infantil y de las modalidades homosexuales ofertadas por la prostitución local contemporánea. Los niños están más ocupados que los adultos con asuntos relacionados con el dinero y las vías para obtenerlo. En un futuro conviviremos con los monstruos que hemos contribuido a formar.
Nuestra Habana es en la actualidad una ciudad sucia, violenta y peligrosa. La llamada revolución se empeñó durante 54 largos, aburridos y tristes años para lograrlo.
Publicado en Primavera Digital el 5 de marzo del 2013